Estoy en donde probablemente confluyen la mayor cantidad de nombres. No es un estadio, ni un hospital, es un aeropuerto. Pido café y una vez más preguntan mi nombre. Es difícil vivir con un nombre que no te pertenece. Mi nombre, como el nombre de tantos otros, pertenecía a mi padre, a mi padre muerto. Pensando en su egotismo, lo más dado sería creer que fue idea suya que su primogénito llevara su nombre. Pero la historia oficial dice otra cosa. Dice que fue mi madre, una mujer que con justa razón odió (si es que hay justicia en el odio), a mi padre 20 veces más el tiempo que lo amó. Durante ese breve período de amor me tuvieron a mí. Y frente a la insistencia de mi ella, me llamaron como él.
¿Y que es un nombre? Recuerdo la historia de Harvey Pekar, el escritor de comics de Cleveland, una de las ciudades más indeseables de Estados Unidos según los que han vivido ahí. Esa viñeta que ilustró Crumb antes que fuera Crumb.
¿Y que hay con un nombre? ¿Qué significa tener un nombre? ¿Acaso me he llamado por mi nombre alguna vez? ¿Y tener un nombre que a uno le guste ayuda en algo a vivir en este lugar? Mi nombre es tan soso que ni siquiera da para sobrenombre, ni diminutivo (al menos no en mi país, en California me llamaban emei (M.A).
En el libro de Peñailillo sobre el bardo y el túnel que narra las experiencias de casi-muerte de diversos pacientes, uno de ellos decía haber visto escrito su verdadero nombre, pero no podía ni escribirlo ni pronunciarlo, ya que pertenecía a la naturaleza del universo y no tenía correspondencia con este mundo. En Pi, la opera prima de Aranofski, el protagonista descubre el nombre secreto de Dios escondido en el número irracional del mismo nombre. Mohammed Ali, nacido Cassius Marcellus Clay Sr. Jr, cambió su nombre original aduciendo que era su nombre de esclavo. Ali era un hombre libre y necesitaba un nombre que representara aquello.
Pero volviendo a la pregunta original ¿Cuál será mi verdadero nombre? ¿Por qué llevo el nombre de mi padre y porqué lo siento tan ajeno e impropio? ¿Debería ser como los poetas de antes y cambiarlo? Tengo un alter ego que uso para firmar algunos emails y artículos de mala muerte. Es un buen nombre, solo tiene un pero. Lo uso también para nombrar mi parte más salvaje, esa que me lleva a visitar las esquinas más oscuras de la ciudad, saltar hasta caer, solo para volver a levantarme. Ese ser que es capaz de morir por cualquiera y de vivir por nadie. No puedo ser él a tiempo completo, tiene la costumbre a quemarse demasiado rápido.
Al final solo queda la incógnita de no saber, de entender y no saber.
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