Radiografía personal a la onda independentista de ciertos productores y distribuidores de libros
No hay algo más detestable que un posero –sobre todo cuando este se inmiscuye en lo que a uno le importa– los independentistas como he querido llamarles en base a sus propias proclamas y evidente cliché, son a mi parecer un grupo de pseudo gestores culturales que han encontrado un nicho abandonado (la literatura) y a medio camino entre el imprentero y el cafiche cultural han destinado sus esfuerzos, en algunos casos de forma deliberada y en otros por inercia (debido a la corriente imperante), a dar vida a ese engendro conceptual y mal entendido, llamado editoriales independientes –llegando al punto de enarbolar banderas y pancartas, entonar himnos y fundar agrupaciones sindicales, ferias y slogans para deslindarse de mecanismos aberrantes que dicen despreciar íntimamente y que atribuyen a las mega editoriales, comportamientos que vistos a escala, no le son ajenos.
Observando este fenómeno por encima de los sentimentalismos y cantos de rebeldía, debemos entender ante todo que estamos hablando de empresas con sus respectivas circunstancias y fortalezas, microempresas cuyo giro o rubro, aplicando la terminología de servicio de impuestos internos, es editar y distribuir libros de diversos tipos y géneros, en algunos casos de vacas sagradas que legitiman el accionar trascendente de la editorial dentro de la escena nacional o mundial y a veces de autores inflados (pues estas microempresas al igual que sus contrapartes transnacionales, sin duda cooperan en la tarea de inflar carreras, eso es evidente) claro, hay meritorios consagrados y valiosos creadores emergentes dentro del panorama, pero cualquiera sea el criterio y preferencia a la hora de elegir a los publicados, toda “empresa editorial”, insisto en llamarlas así aunque a muchos les duela verse constituido en una compañía comercial, tienen que pensar su labor del mismo modo que lo hace un almacén de barrio, cibercafé, empresa de pescadores, artesanos, comerciantes y un largo etcétera, para ello hay que sopesar factores básicos de producción, proveedores si lo que hacen es revender y además distribuir y conjugar costos de mano de obra, equipo técnico y materia prima si es que asumen toda la cadena productiva, sin obviar los contactos, la publicidad y el conocimiento específico del área: lo relativo a diseño, la estética y actitud que diferencia a la editorial de sus pares, pero no entremos en ese terreno y pensamos mejor en la inversión y las ganancias si es que las hay, pues el estar abocados a un ámbito cultural y artístico no los exime de estas consideraciones; los libros no aparecen por generación espontánea y aún cuando vengan financiados por el Estado o alguna entidad que cumpla el rol de mecenas, imponiendo su correspondiente logo y acreditación, hay un tipo de rentabilidad necesaria en juego.
Los proyectos financiados por los consejos y ministerios de cultura así lo demandan, en Chile hoy, las bases de becas y proyectos del fondo del libro han aumentado su rigidez solicitando para fondos de apoyo a microeditoriales y autores profesionales, cartas y documentos que den fe que estamos ante editores constituidos formalmente ante la ley tributaria, o sea con rut, razón social, personalidad jurídica, facturas, guías de despacho, lo cual no impide la producción artesanal o realizada por amor al arte, pero sí condiciona los espacios de crecimiento y financiación de aquellas pequeñas productoras de fanzines, cartoneras y plaquettes que desean mantenerse fuera del radio industrial.
Por tanto, tampoco nos exime el ostentar una disque ideología artesanal que quiere resaltar ese espíritu de independencia a fin de lucir más cool o progre, postmo o lo que sea, la ideología o ética de trabajo es necesaria en toda empresa o proyecto. Una visión aclara los objetivos de una misión y da sustento a los mecanismos a desarrollarse en planes a corto y largo plazo, esta aseveración no pretende en lo absoluto escatimar el valor de la ideología, y si ellos quieren que sea la independencia, pues bien, pero definan primero de qué independencia se habla y cuáles son los límites y obligaciones de ese tag, no se pongan el trajecito y exhiban el chiche libertario per se, sinceremos un poco las normas y movimientos que hacemos en el tablero.
Una ideología sin duda condiciona la mirada e identidad de la empresa, sin embargo, lo que no hace es quitarle la naturaleza empresarial. Veamos algunos ejemplos hiperbolizados que detallen mejor mi postura en contra de ciertos poseros que piensan, basta con asumir la “cantinela marginal” para ser editores del nuevo milenio.
Para dar vida a un proyecto microeditoral independiente de corte idealista podemos crear una editorial que trabaje con fondos particulares y cuyos libros serán regalados a colegios en zonas siniestradas o sectores extremos del país evidentemente depauperados; lugares olvidados por la industria editorial tradicional, Anagrama, Alfaguara, Planeta, Norma e incluso abandonados por sus propias autoridades, sin embargo, tan altruista y anticomercial esfuerzo, no hace desaparecer la necesidad de una inversión y gastos, pues el particular se bancará el proyecto hasta que su bolsillo y generosidad no reviente. Además, el proceso tendrá inevitablemente que forjar redes con ministerios u otras organizaciones no gubernamentales para el tema de donaciones y difusión de los textos. Hay que considerar además las leyes que vinculan el proyecto a los niños y colegios, en última instancia, el editor tendrá que dialogar con los liceos o escuelas y sus administradores, docentes y jefes técnicos para que los libros regalados entren a las bibliotecas o las salas de clase y lleguen al joven lector y sus familias. Eso sin contar lo específico del libro a producirse, el tema del derecho de autor, el ISBN para catalogación y la relación con los escritores de los libros y aquellos que harán la manufactura, la imprenta, a menos que sea el mismo editor el que escriba el libro, imprima en su casa y él mismo empaste los textos en su cocina, puede ser el caso, empero, el tiempo de la persona, el toner y el papel siguen teniendo un costo de re-inversión a considerar.
Seguro, mi visión es reduccionista y extrema, pero no descabellada, y aunque parezca un rollo semántico esto de la independencia, vale la pena preguntar ¿de qué se es independiente al producir algo? Muchos que enarbolan el discurso utópico olvidan estos factores y se quedan sólo con la proclama, ya que ni siquiera en este primer caso se es independiente a cabalidad, se depende de una inversión privada, voluntad de servicio a la comunidad y desde luego, cooperación y trabajo mancomunado con organismos educacionales, los cuales por experiencia debo señalar son sumamente burocráticos y herméticos, y en el caso particular de Chile, los sostenedores municipales y privados están más preocupados de su financiamiento, acreditación y subvención que de innovar en el aula y mejorar la comprensión lectora de los educandos, basta remitirse al 2011 y todos los paros y luchas ciudadanas en contra del lucro en la educación.
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En una segunda instancia, pongamos en análisis un fanzine autosustentable, financiado por un grupo que vende su obra de divulgación a bajo precio; cada uno de los artistas participantes colabora con una muestra de su arte y una parte proporcional de los costos de inversión de la revista, claro el proyecto puede ser muy lindo y será viable sin fines de lucro mientras se mantenga el esfuerzo conjunto, interés y armonía dentro del equipo creativo, o sea dependemos a nivel doméstico de los creadores/dueños de la publicación, similar a como un almacén de barrio depende de su propietario/dependiente. Un fanzine no es una revista que dependa de un holding como tampoco el almacén de abarrotes de doña Juanita no es una cadena de Walmart, pero en esencia y en su justa medida cada proyecto que requiera costos y trabajo, tiene sus obligaciones y requerimientos que van coartando el concepto de independiente. Pongamos que los chicos del fanzine no son buenos administradores de sus ingresos y se gastan en las chelas del fin de semana el dinero de venta del fanzine destinado a la re-edición del número del mes o del que vendrá, si el grupo funciona de modo negligente atentando contra su propia supervivencia como proyecto, tendrán que empezar siempre de cero, esto explica el por qué tantas revistas muy lindas y originales no pasan de los tres ejemplares, sin embargo, el mito siempre pervive pues seguramente un par de creadores o fundadores del fanzine en algún momento lograrán notabilidad por su trabajo como artistas mientras que el grueso de los entusiastas iniciales sólo desaparecerá producto de la rutina y las exigencias del continuo social, una familia, estudios, trabajo, otro tipo de dependencia.
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Un tercer caso que vale la pena revisar es el de las revistas digitales o editoriales electrónicas que han aparecido como una respuesta viable para muchos artistas y agrupaciones a la hora de visibilizarse a bajo costo. El alcance es mucho mayor a la hora de interconectar países en segundos y a un solo clic, pero entre la gran marea de información y basura virtual sumado al poco filtro del público, el alcance mediático puede llegar a ser una simple quimera o simulacro con que el editor/autor tras la pantalla se autoengaña, pero orientemos esto a la discusión que nos convoca, la supuesta independencia del medio cultural, a fin de resolver el problema del anonimato de la red y esa cruda posibilidad de terminar con un blog al uso.
El editor independiente inmerso en el mundo virtual, deberá asumir el desafío de la publicidad, vincularse con otros soportes o conjugar lo virtual con ediciones en papel, quizá llevar a cabo presentaciones o lecturas en público a fin de apoyar en un inicio su proyecto digital, otra manera es forjar redes entre revistas digitales y procurar un intercambio y flujo de lectores, también, a fin de no tener esas URL interminables deberá adquirir un dominio y ojalá alojarse en un buen servidor que responda a sus requerimientos de diseño y espacio para la programación, si el interesado carece de conocimientos o es muy básica su pericia de usuario, tendrá que contratar un webmaster, podría seguir todo el día enumerando factores, por ello, si bien los costos son menores, existen y hay que hacerse cargo de estos. Un factor clave es el tiempo, la rapidez en la difusión con las redes sociales es mayor hoy día, por tanto el impacto de una noticia resulta efímero ante la avalancha de datos y actualizaciones de estado, la dependencia ante la máquina se incrementa y la producción de material debe crecer pues no hay nada peor que una página que jamás renueva contenidos o que uno visitó a comienzos del 2000 y luego al volver a revisarla diez años después, sigue con las mismas notas, fotos, y links rotos de antaño.
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En definitiva, esa manida idea de “yo estoy fuera del sistema y soy demasiado especial pues el sistema apesta” suena a berrinche de aprendiz de punk, no hay forma de escapar del sistema, menos si decides hacer libros y trabajar la difusión de ideas por medio de la palabra , tanto en soporte virtual como material (físico e impreso), o si pensamos en la escritura cuneiforme pasando por Gutenberg hasta el lenguaje CSS, todo el sistema está apuntalado por códices, panfletos, libros, constituciones y manuales así que es más inteligente ser sistemático con el horror del sistema, sabiendo que rol se juega en el tablero en lugar de vivir en negación condenando reglas que inconscientemente se emulan y repiten a escala con una mediocre ignorancia.
Por último, tenemos a esos editores que dicen jugar al margen del mercado y su lógica, ignorando según ellos los lugares comunes de la industria. Editan con sus medios pues esto les permite tratar temas y proponer estructuras que consideran tabú, de avanzada, riesgosos e impopulares, se jactan además de no considerar al público como referente. Fracasar poco les importa –ese es su slogan- el amor al arte y la provocación, todo muy bonito y romántico, de todas formas estamos hablando de una ciencia de mundo insuficiente, actitud compensatoria que acusa al resto de ser putas del sistema y vendidos por aspirar a conquistar un público o declararse entregados a sus lectores y preferencias. Igualmente disparan en contra de los que aceptan el mecenazgo gubernamental con sus fondos y políticas de apoyo a la cultura. Estos independentistas que operan con fundamentalismo llamándose contraculturales, no persiguen la rentabilidad monetaria y tampoco el oficialismo, no buscan contentar a vacas sagradas o edificar redes a través de ediciones que den cuenta de falsas generaciones, modas y un mapa inventado de genios representando a cada región como quien monta un miss universo literario, no, estos independentistas buscan la superioridad moral, esa que les otorga el poder editar libros que ellos llaman marginales aunque estos no los lea nadie y no le importen a alguien más que al editor, sus propios autores y amigos cercanos, pues siempre tendrán la posibilidad de jactarse de iconoclastas y si fracasan de cualquier modo habrán cumplido su designio de malditismo, se mitificarán pudiendo decir con una potenciada superioridad –nos sabotearon, éramos mucho para esta sociedad, no nos entendieron, somos genios incomprendidos, siempre estuvimos al filo –de cualquier modo estos independentistas tendrán su beneficio, pagar ediciones por el ego, por esa cochina manía de sentirse un outsider glorificado.
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En síntesis, las llamadas editoriales independientes pueden tener muchos matices e intenciones, algunas sin duda son coherentes, asumen el desafío de su ideología, conocen sus limitantes y fortalezas y evolucionan de acuerdo al panorama cambiante, otras son sólo gestos o balas al aire, lo que es claro es que todas dependen de algo o alguien, y tenemos desde las netamente culturales y altruistas pasando por las que sólo quieren una divulgación sustentable sin fines de lucro, las abiertamente comerciales y las hipócritas que temen reconocer ese fin y hacen escándalo a las que no tienen tapujo en admitir su deseo por crear o conquistar un mercado acorde a su estética.
En esa medida, están las que repiten los mecanismos y sendas trazadas por las grandes casas editoriales, están las que tienen contactos poderosos en los medios y universidades, un escaño privilegiado de la crítica que legitima y mantienen participación en programas e inversiones del gobierno, y en el anverso, las precarias situadas en provincias, esas que rayan en la autoedición, carecen de comité editorial y autocrítica, tenemos las virtuales, otras cartoneras, y desde luego las que persiguen como objetivo ponerse en boca de todos adulando a famosillos, sonados nombres más que obras, entrando así al juego de los compadrazgos y la farándula cultural, al respecto es interesante la mirada de Julio Meza en torno al fenómeno escritural en Perú. (Revisar el artículo ¿Entre acostarme con Bayly o matar a mi vieja?*)
En conclusión, la diversidad y especialización enriquece y empobrece alternadamente un panorama nacional y latinoamericano, lo que desgasta y molesta es que muchos se quedan con el tag al uso de independientes, pues temen asumir el nombre de empresa ya que lo asocian a una noción de capital, de explotación y les brota un tufillo libertario, neocarrerista y postbolivariano que pide la cabeza de Alfaguara por española y realista, cuando estos disque independientes juegan en negación con las mismas reglas y en busca del mismo placer, sólo que en un tablero más mezquino y con fichas más rascas.
* http://www.cinosargo.cl/entre-acostarme-con-bayly-o-matar-a-mi-vieja