No eres el Buda
Apóstata de mi secreto sagrado:
no eres un hombre, eres una palabra.
No una palabra, sino una sílaba.
Tampoco una sílaba, apenas el eco.
Ni un deseo, vacío de sonido:
el deseo del deseo del antojo.
No eres el Buda
Aprende esto:
ni silencio ni mudez;
la impostura de una farsa.
No un punto en el espacio
sino mancha de la nada a ti adherida.
Tal vez el paso
que nunca nadie camina,
la ruta que el viento salta.
No eres el Buda
Imagina un Cristo con pies de barro,
quizá las sandalias serías;
No la certeza de su derrumbe
sino la confusión de su materia.
Aleja de mí, servil embustero,
tu boca fácil de quejas.
Hablas de los días y las noches,
del acatamiento de los santos;
mas amplías las ofrendas que apresuran el milagro.
No eres el Buda
Ah, basta de palabras
quiero dormir
como el niño feliz que despierta
al empezar los trabajos del día:
las ondas de agua obtienen del sueño
abismo en descanso.
Susurro entonces mi respuesta
en el oído invisible del maestro:
“Un loto marchitó en el agua quieta.
Mi pecho da la espalda a su reflejo.
La flor se oscurece en lo que ignoro,
y no quiero
jamás
volver al bosque.
Anciano, te serviré alimentos
incluso el día
que la muerte nos visite.”
Aquí
besas mi frente.