Luego sacó papel y escribió: La vida no es un argumento.

Entre las condiciones de la vida podría figurar el error.

No hay valores vitales en una carta que no se escribió.

La idea de una novia solar lo encegueció por unos instantes, luego un salto sobre el pavimento lo enfrío completamente.

 

Hacia Elella de Miguel Serrano.

 

En la calle un diariero grita algo que se oye como memueromemuero, el alérgico aire de la ciudad siempre anestesiada me impide respirar la vida pero sí, me transforma en una especie de SER, autóctono, un engendro post diluviano post mortem postpost talvez postal postrado – inseguro de su vivencia – pero al fin, estable – alimento – estable. Engendro, raro cruce entre gremlin e imbunche, poseedor de una sabiduría complementaria a la ignorancia y la ignominia; de vez en vez tropieza con algún libraco vetusto que desarmándose trae la flor oculta, la promesa de Maitreya, ese libro me acompaña una semana, o casi que me acompaña, me desvela, escapo, me persigue hasta una playa lejana, las lejanas costas custodiadas por los nuevos fuertes que parecen, o quieren parecer, como viejos que siempre han estado ahí, indesmentibles.

En caso de continuar hacia el ocaso, con pasos de atardecer sobre el mar, jinete de kundalini acá donde terminan los Andes y los Alpes y Tíbet parece que empieza pero al fondo, en el fondo de las cosas, las cosas, nunca han comenzado, apenas, como cojeando, continúan. Ahora, arrojado en un bosque, lujurioso entre pinos, espiado por escolares voyeuristas y científicos proyectados, haciendo de peón o tentativa de jugarreta, practico, ensayo, carraspeo para aclarar mi garganta, decido que la imposibilidad de dos mujeres frescas y novedosas vale más que la intratable vieja que me acosa, por ahora, nunca más. Diantre, talvez deba decir algo del libro, como

«leedlo»

 

«lee»

 

«lean»

 

aunque alguno sea sólo marca textual en la vestimenta o disfraz;

primero, conseguir el ejemplar, olvidar cualquier afán perfectivo o relación sionista respecto al autor;

después, para hablar añicos de la obra, olvidar el visceral respeto a los viejitos graves y seriotes, con voz profunda y máscaras de palo-papel incólumes tras cualquier opinión imprevista, inopinada; como las del prestador-presentador del texto, quien se mantiene en una muy sana inopia: cual maestro, enseña siendo sólo un espectro de lo que antes fue, provocando la duda, incitando al disparate. De fábula, todos le temen, quizá por lo mismo niegan su existencia, y cuando el discípulo habla de él, nadie cree, lo arrastran hasta las instituciones reconocidas, de tour por templos que han perdido su esencia religiosa pero mantienen una mística de folletín, adquirida o recuperada por los flashes infinitos de cámaras viajeras que sorprendidas por la grandeza de las ruinas, o por la ruina de la antigua egregia religión, anotan en diarios de viaje, ahora en bits de-memoria, este tránsito, el deambular por sobre las copas de árboles body hacia castillos de perfección personal, ah, tanto trabajo por hacer, dirás, santísimas vidas por vivir encima de la corteza del pan, de la mística turistera donde nuestro embajador escribía, saltarín rampante hacia las mesetas superiores, en la tierra de los creyentes, en ciudades de justos y peleadores; así hasta un meridional monasterio europeizante, silsmaría, trieste, lo que imaginemos como el rincón más mediterráneo y factiblemente místico de una fantástica Europa en el alba de su culto, preindustrial desarrollo.

 

 

Ahí, ACÁ, sólo acá, el discípulo, ahora maestro y guerrero iniciado rescata, como soñando,

el cuerpo,

árbol

body

de

su

amada,
¿para qué?:

un tránsito ingente arrastra el arrasado devenir hacia la última montaña, la cima y la sima del libro, los Andes, el canto del que escribe y en general del que lee

(no, yo no, por suerte, ¿quetal? wouldn´t you?)

PRO: ESTÁ ESCRITO EL FINAL;

CONTRA: se los cuenta este artículo, ojalá y haga algo por que lo lean, experimenten:

en alguna cueva, en el ventisquero, por tierra del fuego, a una machi le crece una ramita de la boca, el héroe (¿siempre el mismo, yo, siempre el mismo?)

se hace

se une con la mujer que es él, que lo lleva por estrechos pasillos coloniales próximo a finalizar entre poemas y giros típicos de la vanguardia – recurso, diré, facilístico, baratura de quien agotando la tinta sobrábale papel –

NO, somos nostorso, notros, notorosos, notrosos, etc.

bimembre, caminando erguido

bípedo, avanza para acá, a ELELLA, la ciudad del andrógino. SALUD