Antes de empezar, convengamos: Queremos aventurar la ficción.

Un sicario, humano, sin nombre. Abre la puerta, poco convencido de su destino, su fin. Revisa el arsenal: nariz, orejas, labio, lentes, botas de cuero de cocodrilo, traje de lino, sombrero tejano, cuentos, poesías, postales de lugares soleados, playas, ciudades innúmeras. Atraviesa la canícula a paso lento. Cruzando la calle la pizarra anuncia un menú: asado, menestras, papas, cerveza. Continúa. Piensa, tal vez, en simas y cimas: ¿dónde está el oeste, donde comienza el viaje?  Seca su frente. Están muy lejos todavía. Algo viene, dulce y helado. Sicario y su pensar: hacia el norte: las carreteras interminables; hacia el sur, los temporales. Los climas, todos acaban por aburrir. Sólo el clima emocional del crimen contenta. A veces. En la puerta ahora una promesa: entre sin golpear. Penumbras y algo más. Nada. La nada misma.


Sicario sueña distintas formas y tamaños, facciones diferenciables e indiferenciables. Acá nada acaba. Se sienta al sol. Intenta pensar pero no es la mejor hora para esta actividad. Intentos  de precisión en cada una de sus tensiones. Así está. Asisten, participan, agrupadas, al inventario sensorial: No el ojo ni la visión ni sus objetos ni esos esfuerzos por no mirar a ninguna parte, no tener objetos de percepción en. El espacio, aparece, engañoso, intermitente; todo salta sin concierto. Ahora: El ojo ve, la nariz olfatea, la lengua gusta… y así: partículas invisibles en el aire y en la luz que informan más una inextinta discriminación causada por la falta de atención entrenada. Sonidos, en distintos niveles, a diversas distancias, sonidos. La piel llena de todo lo anterior y aún más conectada con el contexto. Imposible descontextualizarse desde esa piel que es en constante diálogo, apertura y comunión con el medio. La mente, pensando, siempre pensando -rápida, lenta, inconexa… sin principio ni fin… un malentendido- deseando estar en todas partes, en cualquier parte.


            Un sicario, ahí, en la solana, con recuerdos, con una misión, con una ¿visión?


Quiere salir y llorar pero se queda y recuerda, más bien por hábito. La cara y características de algo. Algo. Hacer algo. Piensa. Intensamente. Bien. No hacer. Pero… ¿no ser? Ocioso. Dicho esto asisten las ventajas del ocio: ¿cuál es el oeste del oeste? Enumeración de algunas posibilidades: Los desiertos norteamericanos de Texas y California, Las estepas Tibetanas de Ling, Cualquier tren, Atacama, Nazca, una piscina temperada en pleno desierto para nadar de noche, un sauna en los polos.


Se queda. Espera. No estar ocioso, ocúpase en hacer lo menos posible. Las revoluciones de los días se marcan sobre su pelo creciente, su traje tórnase gris, las botas de cocodrilo buscan el sol por inercia. Tantas historias y tan poco tiempo para contarlas. Tantas páginas en blanco y tan pocas letras para llenarlas. Con su imaginación cubre una pared con todos los sistemas de escritura de la humanidad. Algunas diversas formas de escribir piedra:

حجر                      ქვის            πέτρα  પથ્થર         אבן       पत्थर         ಕಲ್ಲು         سنگ     камень            หิน

Tantas otras formas y tantas formas otras para algo tan llano, algo que sigue siendo misterioso por más esfuerzo en pensarlo, tantos modos y momentos para… una piedra: preciosa, útil, codiciada, causante de felicidad, desgracia; un sinfín de emociones y cosas que corresponden a un humano. Y la piedra, la bala, nada. Incólume en medio del mar de vida que fluye. Una de las balas, si llegaba a usar una de ellas en sí, es una piedra con el pasar del tiempo. Piensa en enterrar una de las municiones. Volar la tapa de sus sesos con la otra. Saltar la tapa de esos sesos. La bala enterrada es con tiempo y suerte una piedra, o mejor, polvo.


Son dos disparos a efectuar. Un disparo hacia el centro de la tierra. Asesinar el corazón del planeta con un tiro certero. Y luego un disparo hacia el centro de su conciencia, un final épico. ¿Dónde localizar esos blancos? Sus devaneos no lo conducían a ninguna parte que no fuera sobre sí mismo.


La promesa: vienen desde el siempre curvado horizonte, al morir el sol tras la montaña. Una luna triste, última compañía. Todavía parecen cavilar el uso de las balas, nada les decide hasta el final. Galopantes, la otredad de sombrero con gotas de agua colgantes, ya están acá.


En la única calle polvorienta del pueblo fantasma enfrentados los dos humanos, últimos quizá. Un buen rato mientras creen en sus individualidades y enfrentan varias reflexiones sobre cómo poner en uso las potencias de sus dos disparos, últimos quizá. La alternativa suicidad queda descartada. Eutanasia de común acuerdo es una fuerte posibilidad, cuerpos derrumbados, sangrantes costados, hilos de saliva enrojecen el empedrado, nueve días para la disolución total de esas conciencias en el espacio amplio donde les esperamos.


El caso de las parejas les abruma: asesinato de ese comienzo évico-adánico. Asesinarse es, potencial-mente final. Ni tan triste ni tan solitario. Sólo esto: creen que existe el uno, por esto concluyen sin mayor dilación el dos y las potencias de esta conclusión. Jamás paran ni pausan a preguntar por esta 0… esta piedra… que ni observa, ni huele, ni oye, ni gusta, ni palpa, ni piensa en ellos. Salvos. Curvan sus balas, sus emociones, envían los disparos. Hacia el vacío. Atraviesan para volverse a preguntar lo mismo, desplomados: ¿dónde, cómo, cuándo cuánto, cuál… o e s t e

http://youtu.be/pa1eQcznNsc