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“El mejor momento para volver a casa es cuando

las cigarras emiten sus ruidos al atardecer.”

Cazadores huaoranis en el Yasuni.

Investigación y Texto: Juan Manuel Guevara

El universo de los insectos y arácnidos es tan misterioso y espectacular, que no dejará nunca de asombrarnos, mientras más los conocemos más aprendemos de su importancia vital para la existencia de nuestra especie.

Reflexionan los científicos de que sin insectos los Homo sapiens empezaríamos a desaparecer en meses. Por ejemplo las abejas son uno de los importantes polinizadores gracias a las cuales muchos cultivos  pueden dar sus frutos de los que nos alimentamos los humanos y los animales. Así también la flora silvestre se ve beneficiada.

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Abeja melífera – Apis mellifera. Familia Apidae (Orden Hymenoptera)

No solo podemos observar su impresionante diversidad en distintos hábitats, incluso en los más artificiales, sino también en diferentes manifestaciones culturales ya que han sido representados de muchas maneras a lo largo de la historia humana y del mismo modo ha sucedido en nuestro país durante siglos.

Durante una conversación en el laboratorio de Entomología de la Escuela de Ciencias Biológicas  de la Universidad Católica en Quito, con el profesor e investigador Álvaro Barragán, nos comentaba que realizaban los entomólogos de dicha institución, una pionera investigación de insectos en los páramos del Distrito Metropolitano, o mejor dicho, en lo que queda de este ecosistema, tan importante como vital, pues gracias a este, la capital se abastece de agua, y decía, que se encontraban asombrados por la inmensa cantidad de “bichos” aún no clasificados, que viven allí.

Los páramos se presentan como un lugar único y magnífico en este ámbito, además de su singular belleza natural que nos conmueve; pero el mismo se presentó diferente para los primigenios grupos humanos del pasado.

Los hombres que llegaron a estas tierras desde el norte y se desplazaron hacia el sur recorriendo la sierra por primera vez, según el actual registro arqueológico, fueron cazadores-recolectores, especializados, en algún momento en la historia de su movilidad encontraron un sitio importante para ellos, pues contenía el material que les serviría para construir herramientas útiles para su cotidiano. Encontramos su paso por los páramos de Mullumica, donde obtuvieron obsidiana, que luego la trabajaron en su campamento-taller del volcán Ilaló, pues al noreste del mismo se encontraron flechas, raederas, punzones, etc., los dos sitios están localizados en la provincia de Pichincha. Estos cazadores-recolectores pudieron arribar al actual Ecuador hace unos 10 mil años, las condiciones ambientales eran otras, el planeta dejaba una glaciación severa, y la temperatura aún era extremadamente fría, la mega fauna existente empezó a ser cazada de manera insistente por estas bandas nómadas. Se extinguió. No sabemos si conocían el arte de conservar la carne, complementaron su dieta con frutos, tallos u hojas comestibles, quizá raíces, todos estos productos son temporales y escasearían en algún momento.

Todo el valle de la sierra norte era un gran páramo con arbustos; evidentemente las condiciones de vida eran duras para conseguir alimento y sobrevivir en él. Por ello la posibilidad de que los insectos y otros artrópodos hayan entrado en su dieta es totalmente probable, con ellos se procuraron de la proteína complementaria para mantenerse activos y resistentes, incluso pudo darse en algún momento de aquellos siglos, el hecho de que sin los insectos podían morir de hambre ante la escasez de otros recursos para su alimentación. Conocer los ciclos naturales de flora y fauna fue un imperativo en algún momento por parte de estos antiguos transeúntes.

Tenemos hasta hoy en día el uso ancestral en la gastronomía serrana de diferentes clases de escarabajos sobre todo el catzo blanco que emerge en pleno invierno, a finales de año para reproducirse, la gente sabe la forma de recolectarlo y prepararlo, este acto es parte de los saberes ancestrales. ¿Su origen como alimento? Quizá desde el Paleoindio.

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Catzo blanco – Platycoelialutescens. Familia Scarabaeidae (Orden Coleoptera).

Es posible que se haya dado otro tipo de migración temprana hacia el Ecuador pero esta se trasladó de este a oeste.

Cuando los arqueólogos supusieron que la cerámica de la cultura Valdivia (3.500 A.C- 1.500 A.C) en la costa ecuatoriana era la más antigua de América, aparece otra hipótesis cuyo inicial estudio menciona que posiblemente el trabajo más antiguo en cerámica se lo encontró en la desembocadura del Amazonas, en la isla de Marahó, en Belem du Para, Brasil, aquellas comunidades posiblemente migraron y cruzaron impresionantes distancias, obstáculos de selvas, ríos, cordilleras, para un día llegar a la costa pacífica ecuatoriana.

Obviamente si tomamos en cuenta esta hipótesis, pensamos en migrantes que a lo largo de milenios, es decir durante una numerosa cantidad de generaciones, se movilizaron con toda su experiencia y cosmovisión, a los extremos del continente llevando con ellos todo su bagaje cultural, junto a la experiencia de vida lograda en esta “odisea” que luego a través de la tradición oral  expresaron y transmitieron en relatos, juegos, danzas, dibujos, esculturas, etc.

Hablamos de sociedades cazadoras, recolectoras y pescadoras, que desarrollaron la capacidad y conocimiento suficientes que les permitieron sobrevivir en condiciones nuevas, avanzar en el espacio geográfico y evolucionar. De acuerdo a esta hipótesis es posible que en su camino atravesaran el Yasuní, uno de los llamados “puntos calientes” del planeta, llamado de esta manera por su espectacular biodiversidad, quizá siendo la mayor dentro de la Amazonía hasta la actualidad, esto debido a que no recibió el impacto directo de la edad de hielo, es decir la última glaciación que concluyó hace 11.300 años aproximadamente, convirtiéndose en un refugio de especies y especiaciones, esto sucedió entre otras razones debido a que se mantuvo  una temperatura templada, gracias sobre todo a la presencia de la barrera contra corrientes frías de viento y tormentas que constituía la cordillera de los Andes. Cuando las condiciones climáticas adversas cesaron en otras regiones y la temperatura empezó a elevarse gradualmente debido al retroceso de los hielos; la flora y fauna contenida en el Yasuní se dispersó ampliamente, y quizá por la posibilidad de volar o ser huéspedes en aves, los insectos llegaron a otras zonas y se reprodujeron masivamente, como siempre lo han hecho, constituyéndose la base de la alimentación para otras especies.  Esto es solo una especulación. Pues pudo suceder de diferente manera, sin embargo sin la presencia de insectos no podría haberse desarrollado todo una serie de ecosistemas equilibrados.

Hoy tenemos en Ecuador importantes pueblos que se desarrollan en plena selva amazónica, la que aún sobrevive, pueblos que no precisamente son de la edad de piedra como se los ha llamado, son pueblos que han sabido emplear de manera eficiente su conocimiento y tecnología para mantenerse vivos y resistentes durante centurias, quizá milenios, estos pueblos son los Tagaeri y los Taromenane. Los primeros han sido ofensivamente llamados “patas coloradas” por parte de autoridades prepotentes y empresas interesadas solo en extraer el recurso petróleo de su zona de vida.

Los Tagaeris se cubrían con achiote las piernas y pies para alejar a los insectos y bacterias que con sus picaduras o infecciones les podían enfermar, estos principios antisépticos y desinfectantes no se aprenden de la noche a la mañana, y digo se cubrían pues parece que desde principios del siglo XXI han sido exterminados, para desconsuelo mundial, pues cuando un pueblo desaparece la humanidad pierde una estructura profunda de pensamiento, cosmovisión y percepción, esto es preocupante pues los seres humanos deben ser protegidos por todas las instancias. Lo mismo puede suceder ahora con el sofisticado pueblo de los Taromenane, si no exigimos el cumplimiento del marco legal de amparo y protección, con políticos decididos y toda una sociedad dispuesta a proteger su área de vida. Región maravillosa, que lamentablemente ha sido y es contaminada por los derrames de petróleo, tala indiscriminada, cacería descontrolada, avance agropecuario, urbano. Zona vital para toda la humanidad contemporánea y futura.

Parte de la dieta de muchos pueblos ancestrales amazónicos son los insectos en estado de larva o ya adultos como ocurre con una variedad de hormigas. Esto lo aprendieron durante su experiencia centenaria o milenaria de convivir con este entorno, al igual que fabricar sus herramientas de cacería y vivienda, solo con elementos de la natura. Esta dieta rica en proteínas es conocida actualmente a nivel nacional por la difusión que han hecho los medios de comunicación. Es un componente más que ahora enriquece nuestra gastronomía.

No hay evidencia material de los pueblos precolombinos cazadores-recolectores del perfil costero, el mar elevó su nivel y se llevó todo el material lítico de sus trabajos y otro material que hayan usado como pieles o cortezas vegetales, simplemente todo se biodegradó rápidamente en el clima cálido-húmedo que caracteriza la zona.

Varias culturas precolombinas han representado insectos y arácnidos en sus piezas, toman especial importancia los arácnidos en la magnífica cultura Tolita (300 A.C – 400 D.C),  de la cual se han encontrado una serie de esculturas de arácnidos, algunas en la misma pieza se fusionan con animales considerados míticos, y que lo siguen siendo en las nacionalidades indígenas contemporáneas de la Amazonía, como el águila harpía, el jaguar, el caimán o la culebra. Algunas  arañas de las piezas de la cultura Tolita tienen pico de ave, colmillos de felino.

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Botella con representación zoomorfa, posible arácnido mítico. Cultura La Tolita

Quiero apuntar que los ancianos Huaoranis aún mencionan en sus relatos de tradición oral, con gran orgullo que ellos son hijos del jaguar, es decir la presencia de un animal mítico o tótem en su estructura de parentesco, en su vida y entorno, es significativo para estas sociedades y parece ser que en las sociedades del pasado tuvo una relevancia sumamente trascendental. Pero tiene un misterio mayor el uso de arácnidos dentro de esta cosmovisión desaparecida.

Estas esculturas evidentemente son un tratado informativo sobre las técnicas artísticas empleadas en la época, y expresan su cosmovisión. Por ello nos quedamos sorprendidos de que en la frente de una escultura de araña de la cultura Tolita se haya también incluido un alacrán, es decir este otro arácnido también forma parte de un corpus mítico fuera de nuestra cosmopercepción.

La cultura Jama-Coaque (350 A.C – 1532 D.C) contemporánea y vecina de la última fase de la cultura Tolita, también tiene esculturas de arañas e insectos, sin embargo tienen mayor expresión naturalista que mítica.

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Vasija lentiforme con decoración de Insectos. Cultura Jama Coaque

Las culturas del norte del país como Cuasmal (1250 D.C -1532 D.C) y Capulí (750 D.C – 1.532 D.C.), dibujaron en sus compoteras y platos, magníficas representaciones de arañas, hormigas y mariposas muy estilizadas. El registro de las más antiguas representaciones de fauna entomológica y de sus componentes míticos pueden ser de unos 2600 años A.P., lamentablemente todo el significado de estas obras de larga data en el tiempo,  desapareció. Pero nos queda su belleza y misterio que encierran.

Con el inicio de la conquista española y el colonizaje casi inmediato, la imposición religiosa católica, se encargó de que desparezca todo vestigio de otras creencias nativas, tratadas como “obra del demonio”, infernales. Se realizó la llamada extirpación de idolatrías. Pero el arte continuaba y surgieron nuevas expresiones y demandas sociales, por ello, vemos un potente sincretismo que genera nuevas propuestas artísticas en sus categorías plásticas y simbólicas, y se da un  resurgimiento de los insectos y arácnidos, pero ya con significados diferentes, asociados a los conceptos morales y teológicos de la iglesia católica que penetró en todos los ámbitos socioculturales y económicos con nuevos presupuestos conceptuales. En dichas obras el paraíso católico, el máximo lugar en donde todo buen cristiano debe acceder, se lo representa con el cielo en donde mora su divinidad suprema y hay que llegar a ella, haciendo buenas obras en la tierra, y el infierno representa el lugar donde cae lo peor del ser humano, es donde vive el maligno que asola sin tregua a la humanidad para perderla en la oscuridad y dolor. El discurso de la Iglesia colonial fue político, étnico, económico, es decir colonizador-evangelizador, pero resultó limitado para llegar a toda la sociedad y sojuzgarla a sus intereses plenamente, por ello lo expresaron de otra manera. En las pinturas vemos por lo general a los ángeles del paraíso alados con plumas, están en un fondo celeste e iluminado, son blancos y jóvenes, como los colonialistas, los demonios están en un fondo rojo y negro que representa el infierno, los pecadores, ordinariamente son morenos como los colonizados, y allí en ese mundo de degradación moral están representados insectos y arácnidos como seres nefastos y siniestros.

La escuela de arte religioso conocida como Escuela Quiteña, durante los siglos XVII y XVIII es muy reconocida en América y Europa, hubo importantes talleres de obras de carácter religioso en Quito, llegaron a exportarse cientos de alas para ángeles, de cabezas para vírgenes, etc., como si de cualquier próspera industria fabril se tratara, eso sí eran muy reconocidos y respetados sus imagineros, muchos fueron llamados a trabajar fuera de la Real Audiencia de Quito, quedándose algunos sin retornar nunca más. La obra de estos artistas recorrió desde México a Chile; esto nos recuerda el recorrido en épocas precolombinas como lo hacían la confederación Manteño-Huancavilca o Jama-Coaque, llevando hombres, productos, intercambio comercial, ergo cultura.

Uno de los artistas de aquella época dorada de la Escuela Quiteña fue el genial Miguel de Santiago, el cual parece ser uno de los pocos artistas de carácter religioso, que pintó un insecto no demonizado, es decir no infernal. Parece ser una polilla la que representó, en su obra llamada: Aparición de Cristo a San Agustín.

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Aparición de Cristo a San Agustín. Miguel de Santiago. Siglo XVII

Miguel de Santiago fue alumno por breve tiempo del sacerdote y artista Hernando de la Cruz, quien si demonizó a los insectos y arácnidos incluyéndolos en su obra: El Infierno; una fiel copia de la pintura original que se encuentra a la entrada del templo de la Compañía de Jesús.

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El Infierno. Alejandro Salas. (1879), Fiel copia del cuadro de Hernando de la Cruz (1620). Detalles de la pintura El Infierno: Mujer con collar y aretes de arácnidos y un sapo y hombre atormentado por alacrán.

Obras como esta causaron efectos psicológicos profundos en la mentalidad temerosa y supersticiosa de aquella época, siendo esta pintura suficientemente elocuente para producir conversiones en quienes la miraban, pues enunciaba un significado de miedo ante las llamas infernales y castigos atroces y eternos para los pecadores.

Otro de los maestros pintores de esta escuela fue Bernardo Rodríguez, quien prolíficamente trabajó cuadros a pedido para algunas órdenes religiosas como la de los mercedarios y dominicos, durante la segunda mitad del siglo XVIII, pintó el cuadro llamado: El Juicio Final; es otra obra que “habla” por si sola, y así se propone lograr conversos y donadores de bienes materiales para la iglesia, y de esta manera alcanzar a Dios en el paraíso, pero claro el camino fue a través del miedo al infierno; en la pintura crea este artista un extraño demonio, mezcla de un mamífero cuadrúpedo con ojos humanos, le incluye alas y mandíbulas de insecto.

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El Juicio Final. Bernardo Rodríguez. Siglo XVIII. Detalle de El Juicio Final.

En el siglo XVIII más que en otro tiempo surgió la necesidad de conocer mejor el planeta y lo que este contenía, su flora y fauna, describiéndola de la manera más fiel a lo que palpaban y veían los ojos de los exploradores para publicar y dar a conocer al mundo, sus descubrimientos. Para lograrlo necesitaron apoyarse en el arte, en dibujar lo que tenían en sus manos y hacer una aproximación lo más exacta posible en la cromática y forma, además de registrar su entorno geográfico y sociocultural.

Durante la primera mitad de este siglo aparecen personalidades como el jesuita Juan de Velasco, el cual en su: Historia Moderna del Reyno de Quito, hace mención de los insectos, incluso se cuenta que en su habitación mantuvo varias orugas de mariposa para observar su evolución. En 1736 arribaron los geodésicos franceses a Quito en una misión hispano-francesa, para medir un grado de longitud en el ecuador terrestre y saber con exactitud el tamaño y forma del planeta, uno de sus miembros Charles Marie de La Condamine en el año de 1744 publicó los resultados y aportó con su descripción y usos de la quina para curar la malaria.

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Llegada de la Misión Geodésica Francesa a Cuenca – Siglo XVIII

Durante la búsqueda de sanación a varias enfermedades, uno de los investigadores prominentes de ese entonces, el doctor Eugenio Espejo, mencionaría a los insectos como generadores o portadores de infecciones contagiosas  en su ensayo de 1786: Reflexiones acerca de las viruelas:“Un mundo de vivientes”, “de partículas extrañas”, “de atomillos vivientes”, “de insectos”.Y para mencionar la transmisión de la enfermedad en la población dice:Los insectos ya están en el ardor de su propagación, y en el de su mayor movimiento y capacidad para desprenderse y correr hasta la distancia que les permita el determinado volumen de su cuerpecillo”.

Como vemos las condiciones sociales y culturales de la época estaban cambiando. Un segmento culto de la población quería comprobar, medir, conocer mejor su entorno, curar epidemias como la malaria o fiebre amarilla que asolaba a la humanidad desde siempre, e ir más allá, ser protagonistas de un cambio de dirección cultural y no sumirse en palabrería religiosa sobre cielo e infierno y vivir rodeado de supersticiones terroríficas o benéficas vinculado a ellos. Del taller de arte religioso del maestro Bernardo Rodríguez saldrían en el último tercio de siglo, magníficos artistas, una generación de pioneros de una nueva propuesta estética; la naturalista.

Para la expedición organizada por el médico español Celestino Mutis, ambicioso proyecto llamado: La Flora de Bogotá, que abarcó el período de 1783 a 1817, investigación para realizar el inventario y registro a través de la ilustración y análisis taxonómico, requirió de pintores y entre ellos estaban los quiteñosAntonio y Nicolás Cortés de Alcocer, luego de ellos para reforzar la obra de la expedición también fueron los pintores quiteños: Antonio de Silva, Vicente Sánchez y Antonio Barrionuevo entre otros. Valientes hombres que se adentraron en terrenos desconocidos en donde muchos enfermaron de paludismo, fiebre amarilla, leishmaniasis, todas estas dolencias transmitidas por mosquitos hembras, entre otros peligros propios de esa época en donde el planeta se mostraba agreste y “virgen”.

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Ilustración y firma del quiteño Xavier Cortés y Alcocer

A principios del siglo XIX la misión científica coordinada por el navarro Juan de Tafalla, para investigar la Flora Huayaquilensis, ocupó entre sus filas al pintor quiteño Francisco Xavier Cortés, como ilustrador principal. Contemporánea a esta, la expedición del Barón Alexander von Humboldt y su colega naturalista y médico Aimé Bompland, arriba a la Nueva Granada y la Real Audiencia de Quito. Humboldt conoce a Celestino Mutis y obtuvo como regalo por parte de él algunas bellas ilustraciones de su expedición, fue una corta pero importante relación. Humboldt luego publicaría la monumental obra: Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continentepublicada en francés entre1816 y 1831, en donde ilustra algo de la fauna entomológica encontrada.

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Ilustraciones tomadas de Voyage de Humboldt et Bonpland. Voyageauxrégionséquinoxiales du nouveaucontinent. Deuxiemepartie. Facsimilé integral De L´Edition París. 1805-1834.

Con las guerras independentistas, las misiones científicas concluyeron y la mayoría de los pintores quiteños contratados se radicaron en Bogotá, Lima, Cochabamba, Valparaíso, etc.; formaron talleres de trabajo y enseñanza, otros se dedicaron a actividades que complementaban con el arte para sobrevivir como el comercio, otros volvieron a pintar dentro de la tradición religiosa, también realizaron retratos. Tendencia decimonónica que perdura.

Durante el siglo XIX luego de que concluyeron las guerras independentistas terminando con el colonialismo español, la región volvió a respirar algo de paz y por supuesto nació la República del Ecuador, se pudo realizar otras expediciones de carácter científico, aparece en 1858 el libro del médico y geógrafo Manuel Villavicencio: La geografía del Ecuador. Parte de las actividades de Villavicencio fue colectar, aves, maderas finas e insectos. Lo hizo en la Amazonía norte sobre todo en Napo, durante dos años que permaneció allí. Su museo lo erigió en el Panecillo, allí situó sus valiosas colecciones recolectadas en el país durante años. Lamentablemente todo desapareció.

Por sus aportes a la ciencia y educación y decidida defensa de la Amazonía que en esa época era considerada como una zona de terrenos baldíos, es decir “tierra de nadie”, este investigador fue recibido como miembro de la Academia Nacional Científica y Literaria de Quito.

En la segunda mitad del siglo XIX arribaron al país en una misión científica alemana, Alphonse Stübel, geólogo y Wilhelm Reiss, botánico. Stübel colectó mariposas en su recorrido, muchas de ellas nuevas para la ciencia, y se las dio a dos entomólogos alemanes para que las clasificaran. Stübel escribió: Las Montañas Volcánicas del Ecuador. Para ilustrarlo pagó los servicios del reconocido pintor Rafael Troya Jaramillo para que pinte los paisajes andinos, gracias a este trabajo podemos tener una idea de la biodiversidad que tuvimos, la obra de Troya se encuentra en su mayor parte fuera del país. Murió pobre y solo; uno de los mayores paisajistas que ha tenido Ecuador. La obra pictórica de Troya fue expuesta en Carondelet para García Moreno, el cual quiso mantenerla allí para beneficio de los ecuatorianos, pero fue sacada subrepticiamente del país con el cargamento de muestras culturales y naturales recogidas en esta expedición, luego fue expuesta toda la colección y obra de Troya en Alemania y las pinturas sirvieron para iluminar maravillosamente el libro: Esquemas de Ecuador“Skizzenaus Ecuador” (1886), obra posteriormente usada por Joaquín Pinto, el cual la usó para ejercitarse en la realización de paisajes andinos.

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El Tungurahua: Vista de la Cordillera de Utuñac. 1893. Óleo/Lienzo. Rafael Troya. Tomado del libro: Las montañas Volcánicas del Ecuador.

Otro de los naturalistas y viajeros que estudió y representó  de manera exquisita la fauna entomológica en la segunda mitad del siglo XIX fue el inglés Edward Whymper, quien arriba al país para conocerlo, explorar las montañas, medirlas, tomar muestras naturales y registrar la sociedad de la época. Como resultado publica: Los majestuosos andes del Ecuador.

En este libro describe la cantidad de insectos que descubre en un solo sitio, uno de ellos es la habitación de su hotel en Guayaquil, y otro la de su momentánea visita al Panecillo. Recoge muestras, las dibuja exquisitamente y las describe además.

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Grabados en madera de tres escarabajos realizados por Edward Whymper.

Pero volviendo a Joaquín Pinto, este valioso artista, también se inclinó en parte por el naturalismo y entre sus obras tenemos su: “Colección malacológica”, pero también ilustra insectos, es posiblemente el último de esta línea naturalista que concluye en el siglo XIX.

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Mariposa y Ave. Mariposa y Ave (Detalle). Joaquín Pinto. Acuarela sobre papel. Museo Casa de la Cultura Ecuatoriana.Siglo XIX

 

En el siglo XX surgen artistas, con nuevas propuestas, los naturalistas y académicos de antes son los científicos de ahora, sin embargo el nuevo y evolucionado giro de varios  pintores de este siglo es hacia lo asombroso, al deseo de pintar la naturaleza y lo social, buscan enriquecer su composición pictórica con insectos y arañas, uno de ellos es Enrique Tábara, que dice:

“Mi madre me llevaba al campo desde que yo tenía 4 años de edad, y cuando estuve frente a los insectos y las mariposas pretendí copiar los colores de sus alas…Después cavando la tierra en la isla de la Puná encontré pequeñas piezas arqueológicas con dibujos que llamaron mucho mi atención: Pienso que ahí formé mi concepto respecto a la pintura y al arte.”

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Saltamontes, Enrique Tábara, 1997. Mixta, óleo, empaste sobre tela – Robustos con insectos, 2002. Óleo sobre tela.

Gonzalo Endara Crow, pintaría mariposas enormes y fantásticas que sobrevuelan plazas, dentro de un marco de belleza fantástica muy naif.

Y ya en el siglo XXI, tenemos la obra de un joven artista: Washington Guayasamín, trata de explicar, de “decir” sobre la decadencia urbana en la que se vive con su: Etnografía del desecho, en donde una mosca camina sobre algo a propósito manchado, para dar una idea de suciedad, larvas y chatarra se juntan, representando la basura, la toxicidad que ha llevado al planeta entero a una crisis. Dibuja una típica mosca “casera” de las que tanto temor de pestes y muerte generaron en los otros siglos, y las que han sido por siempre parte de nuestro cotidiano.

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Detalle de la obra: “Etnografía de la Basura” – Estudio de mosca de la basura, Washington Guayasamín, 2011. Técnica mixta.

Por otro lado vemos la presencia de insectos en la obra de Nelson Román, en su: Naturaleza integral, expuesta en estos días en el Centro Cultural Metropolitano de Quito, y como parte de un mensaje a nivel colectivo, no encerrado en galerías, Román realiza por este tiempo el mural al sur de Quito en Quitumbe, en donde incluye mariposas, para que los transeúntes de este nuevo siglo, vean lo que hay en la naturaleza, la que una vez ocupó un vasto espacio, que ahora está conquistado por el humano con su manera decadente de hacerlo.

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La Visitante. Naturalismo integral, Nelson Román, 2000. Técnica mixta collage/oro sobre lienzo.

Las investigaciones entomológicas continúan y los ilustradores han creado belleza desde el siglo XX hasta ahora, no solo en el aspecto técnico de la biología, sino estético, los insectos y arácnidos son recreados nuevamente en las fotografías, cine, televisión. El documental llamado ITCHIMBICHOS producido en el año 2012 es un ejemplo pionero de la relación de insectos y arácnidos con el ser humano en el Ecuador y un llamado a proteger espacios verdes que están siendo destruidos en todo el país.

La vida y el comportamiento de los artrópodos aún siguen siendo un misterio. Un día esperemos podamos en algo comprender su existencia…y la nuestra.

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1. Mosca de las flores de ojos rayados –Eristalinussp. Familia Syrphidae (Orden Diptera). 2.Orden Hymenoptera. 3. Hormiga. Familia Formicidae (Orden Hymenoptera). 4. Chinche. Familia Lygaeidae (Orden Hemiptera). 5. Escarabajos de las flores- Astylusbourgeoisi. Familia Melyridae (Orden Coleoptera). 6. Oruga. (Orden Lepidoptera)

 

Cuento de la araña Kana

El pueblo Wayúu es nómada, su origen comparten Venezuela y Colombia en la península Guajira. Parte de este pueblo se desplazó hacia la Amazonía en una importante ola migratoria. Su nombre significa: ‘aliado’ o ‘persona’. El piachio chamán es un personaje con poder espiritual adquirido mediante su experiencia visionaria o transes místicos, por lo que está habilitado para curar. Los Wayúu invocan al dios Mareigua al compás del tambor, le rezan al amanecer entre redobles para que ahuyenten las pestes y envíe agua. Se puede decir que son monoteístas y creen en un paraíso eterno, de este pueblo viene el relato: La Tejedora.

Kanas era una niña pobre que fue recogida por el hijo de un cacique rico para protegerla, cada vez que el regresaba a casa se encontraba con algo maravilloso tejido como una hamaca, una manta o una faja. El joven decidió averiguar quién le dejaba estos regalos y decidió llegar temprano a casa una noche y observó maravillado a una joven muy agraciada que le daba las espaldas y notó que de su boca brotaban hilos que utilizaba para tejer. Atraído por la belleza de esta muchacha trató de abrazarla, ella se asustó y se convirtió en la niña que él había recogido. Él le pidió que se quedara como la muchacha que había visto y que les enseñe a sus hermanas a tejer. Se casó con ella y sus hermanas aprendieron a tejer, conocimiento que se transmitió de generación en generación. Kanas en Wayúu o Guajiro significa araña.

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1. Araña. Familia Araneidae. (Orden Araneae). 2. Araña de jardín-Argiopetrifasciata .Familia Araneidae (Orden Araneae).

 

Investigación y Texto: Juan Manuel Guevara

juanmanuelguevara05@yahoo.com

Fotografías de Insectos: Valeria Granda

Fotografía de pintores contemporáneos: Juan Manuel Guevara y Valeria Granda.

Fotografías de piezas arqueológicas y pinturas coloniales: Mayte Leguísamo