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Ha pasado tiempo desde la última vez que vi a Cat Power en concierto. La última vez fue una noche lluviosa del 2009, en el Teatro Caupolicán.  Lo de esta vez fue otra cosa, una experiencia desmitificadora, de esas en las que te das cuenta de que tu cantante favorita no es sólo perfección, sino que en realidad no hay tanta distancia entre tú y ella, porque quien lo ha pasado mal, sabe que el dolor se siente igual en todos lados.

Cat, o Chan Marshall, cuenta con una voz privilegiada que no es tan usual en una escena musical donde otros géneros terminan imperando. Su voz rasposa siempre ha sido una de sus grandes virtudes y esta vez no fue la excepción. Luego de una espera amenizada por The Velvet Underground, comenzó a aparecer la banda que la acompaña. Mientras se instalaban con sus instrumentos, los asistentes rumoreaban que probablemente Cat Power usaría una peluca, pues es imposible dejar de lado la imagen dulce y retraída de esa Cat Power con su pelo y chasquilla siempre perfectos. No fue así, más bien, de toda esa imagen ya no había rastros. Sólo quedaba la voz que daba comienzo a esta nueva faceta de su carrera musical. Fue un acierto comenzar con una versión nueva de The greatest (2006), canción que da título a su séptimo disco, y que simplemente me hizo sentir una palmada de confianza en la espalda. Seguía siendo Cat Power. Gracias a la intimidad que caracterizan a las presentaciones que ha hecho en Chile, fue posible apreciar que algo no andaba bien. Claro, se encontraba resfriada, además de tener una leve cojera y por supuesto, un dolor que desde mi asiento, no pasó desapercibido.  Lo anterior, y mucho más allá de los problemas con ciertas sustancias que evidentemente no ha dejado de tener, hacen que uno como espectador se cuestione, pues el concierto se realizó con motivo de promocionar su último disco, Sun (2012), el que en apariencia se aleja de cierta oscuridad o melancolía que siempre ha marcado el estilo de la norteamericana. Lo interesante de eso, es que detrás de este cambio de estilo musical y radical cambio de look, uno se encuentra con la historia personal inherente a toda creación artística. En el caso de Cat, una ruptura sentimental de esas terribles, probablemente de las que nadie ha salido invicto alguna vez.  Cat está en un proceso de salvarse, y se nota. En palabras de Chan, este disco simboliza el retomar la propia existencia, sin mirar hacia el pasado, es decir, está impregnado con ese ánimo que te lleva a querer pararte y seguir adelante.

Personalmente, el aura de la presentación me hizo mucho sentido, no sólo por lo que ella desea expresar en el escenario, sino que inevitablemente me hace recordar la última vez que la vi. Podría decirse que casualmente en el 2009 y el 2013, hemos estado en los mismos procesos. No soy la misma que la vio en el Caupolicán ni ella es la misma que vi en la Cúpula. En este ciclo, tarde o temprano saldrá el sol.