Los autores
Jorge Luis Estrella nació en Zárate en 1944, vivió desde los 14 años en Villa Carlos Paz y desde 1973 reside en la ciudad de Buenos Aires. Es Licenciado en Literaturas Modernas. Como poeta compartió muchas antologías y en 2010 publicó el libro “Menú Ejecutivo”. Internet y los Cafés Literarios le han proporcionado una excelente forma de difundir sus textos. Perteneció a los grupos “Fundación Argentina para la Poesía”, “La luna que” y “Gente de Lunes”. Como dramaturgo estrenó “La pulga”, “Me sobreseyeron”, “Madremagnum” y “Te prohíbo llorar” en colaboración con Graciela Licciardi.
Máximo Ballester nació en San Fernando, Buenos Aires, en 1964. Vive en San Isidro. Participó en varias antologías y desde 2006 publica sus poemas en el blog Musas Extraviadas. Sus libros editados son: Disfraz al agua (1998), Musas Extraviadas (2008), En la orilla (2009) y Poemas de autoayuda y aforismos para morir mejor (2011).
Máximo Estrella por JLE
PUERTO DESPIERTO
A la hora en que las aves duermen
con la elegancia que las caracteriza
llegué a Puerto Despierto
y colgué en el aire algunos cuadros de Quinquela.
Los pescadores hablaban con los peces
advirtiéndoles de la terrible trampa que es el anzuelo
y me entretuve en mirar dos o tres recuerdos
que sobrevolaban la mente de un suicida.
Una anciana que estaba por ahí de picnic
me alcanzó un mate
pero yo le dije que no sabía jugar al ajedrez
y ella emitió una risa clara y buena.
Una villa miseria bailaba en la otra cuadra
por un sueño perdido
y una radio vomitaba partidos de fútbol
con goles que se ahogaban en el agua amarga.
Los borrachos y los pecadores iban y venían
dando tumbos de vicio y de lujuria.
La soledad paseaba desprevenida por el muelle.
De pronto, llegó la policía
y se llevó presa a una nube que amenazaba lluvia.
Yo me quedé mirando cómo las mariposas
tomaban sol en la rambla junto a las gaviotas.
LOSSAT
Cuando llegué a Lossat
los rascacielos palidecían
contra un cielo violeta.
Lo primero que vi fue una arteria
abierta hacia la nada.
Luego calles y calles
con nombres de asesinos
y algún semáforo siempre rojo
por la sangre de las víctimas.
En una esquina me detuve a mirar
una niña que meditaba
y me quedé a su lado
haciendo lo que ella hacía.
La madre de la niña
nos llevó adentro de la casa
y nos sirvió un té
acompañado de bizcochos con miel.
Me dijo que podía quedarme en Lossat
si me acostumbraba a la muerte
y a los simulacros.
Yo no soy lo que soy –dijo–
sino una metáfora de la espera
así como mi esposo
es la encarnación del miedo
y esta niña, hija del miedo y de la espera,
es sólo la cara hueca de la angustia
y aquella iglesia de esplendorosa nave
es el cuartel general de los ateos.
La interrumpí de pronto
y me encontré diciéndole:
¡Qué ricos están estos bizcochos!
No son bizcochos –agregó–
sólo veneno.
2
Anoto los datos de mi pasado remoto
en una memoria de papel secante,
ese que en la escuela siempre conseguía
que la tinta china de mis ilusiones
no se borroneara.
Anoto porotos de bingo y de nada,
me busco y me encuentro con cara de etrusco.
paseo mis versos con una correa,
recibo el correo y leo una carta
que llegó de Esparta,
me quedo mirando la niebla extendida
y sueño que soy un recién nacido.
Me gano la vida peinando recuerdos,
me gano la muerte peinando serpientes,
me pierdo y me encuentro con cara de afuera
pero estoy adentro.
Poeta soy.
Tengo una psiquis desternillada de risa
y un colibrí aleteando frente a una flor
pintada en acuarela.
10
Subo a las costillas de mis desencuentros
con una sonata flotando en mis labios.
Busco en la basura de ayer lo que he ganado
y sólo encuentro al tiempo que he perdido buscando.
Cuento por millares las penas ajenas
y, al final de cuentas, comprendo
que se hicieron propias.
Me pongo la ropa que me regaló un vecino
y las alas locas que me regaló un ángel ciego.
Tomo la sopa de la primavera
con la lengua que se me cayó en otoño.
Poeta soy
y arrastro un millón de esclavos.
“Son pocos” me dice una garrapata advenediza
mientras compro una oración barata
para el dios que acaba de doblar la esquina.
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Máximo Estrella por MB
TODOS LOS CUERVOS, MI CUERVO
Mi cuervo no es el de Poe.
Ni el de Raymond Carver, que decía que su cuervo
no era el de Ted Hughes ni el de Galway, Frost,
Pasternak y Lorca; ni ninguno de los cuervos de Homero.
Mi cuervo no se posa en una verde rama
y no hay ventanas por donde lo pueda ver. Él simplemente
transita las espigas del aire.
Mi cuervo trata de las cosas del más allá, se disuelve
en sombras, y carga con mi conciencia como con un cadáver.
Mi cuervo es el portero de la muerte dulce.
Mi cuervo es un señor de arena que chorrea melancolía.
EL HOMBRE ARTIFICIAL Y EL HOMBRE IMAGINARIO
A orillas de un lago artificial
hay un hombre artificial que mira peces artificiales.
Tiene una caña de pescar artificial
y un sombrero de cuero artificial que lo resguarda
del sol artificial del verano. El hombre artificial
pasa las horas artificiales con sus acontecimientos
artificiales en un clima artificial y sereno.
Una tarde artificial de enero, el hombre artificial
se encuentra con el hombre imaginario de Nicanor Parra,
que le dice que vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios, a la orilla de un río imaginario.
–Yo practico la pesca artificial –dijo el hombre artificial.
–Y yo la pesca imaginaria –dijo el hombre imaginario.
Luego de hablar de bueyes perdidos, artificiales e imaginarios,
los hombres entablan una conversación más profunda
aunque artificial e imaginaria. El hombre imaginario
le confiesa al hombre artificial que en las noches
de luna imaginaria sueña con una mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario y que aún sentía por ella
el mismo dolor y placer imaginarios.
–Eso es porque nunca tuvo usted una mujer artificial –dijo
el hombre artificial.
–No, pero me imagino –dijo el hombre imaginario.
Y en ese instante, el hombre imaginario y el hombre artificial
ven cómo baja por el camino de una ladera invisible
al hombre invisible de H.G. Wells.
–Debe ser mi imaginación –dijo el hombre artificial.
–Es lo más real que he visto en años –dijo el hombre imaginario.
RETRO / VINTAGE
Estoy viendo todas las películas
porno que me perdí de joven.
Secuencias lentas, todo el mundo
con esos peinados horribles.
Para ser justo, el color de aquella
época me resulta más excitante.
Eso sí, la gente era mucho más
peluda que ahora.
OTRO
Me vuelvo predecible
demasiado repetido
cansado de la misma voz
los mismos pantalones
ganas de ser otro
cualquier otra cosa
llamarme policarbonato por ejemplo
octaedro
mengano de tal
pertenecer a la familia
de las liliáceas
ser una aleación de níquel
y papel maché
o provenir de un incesto
Ganas de salir en bolas en el noticiero
de arrojarme de una mosca
de un noveno piso
de unas tetas
pintarme de mimo
y bien cargado
salir a la lluvia a borronearme
fumar un cigarrillo de
plátano hecho sopa
y que una muchacha
–como salida de un espasmo–
me pida fuego
un fuego