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Recientemente he descubierto que la calle San Diego es más antigua que la propia ciudad de Santiago. En efecto, cuando Pedro de Valdivia “fundó” la ciudad dio cuenta de la existencia de un camino antiguo, incaico, que conectaba el valle de Santiago con las tierras más allá del río Maipo. Ese camino recibía el nombre del “El camino de los promaucaes” y estaba construido a la usanza del imperio quechua. Era la continuación natural del Camino del Inca. Uno de los puntos importantes en su recorrido era el Pucará de Chena (que según investigadores actuales correspondería a un centro ceremonial), pero seguía aún más al sur adentrándose incluso hasta el Maule.

¿Porqué se le denominó así?, ¿quiénes eran los promaucaes?. Realicé nuevas indagaciones. Resultado: es el nombre con el que se designó al conjunto de tribus no mapuches que se enfrentaron a los incas y los vencieron, estableciendo como frontera natural el río Maule. A pesar de ello, en términos efectivos, el imperio inca solo llegaba hasta el Maipo. El “camino de los promaucaes” permitía internarse en ese territorio salvaje. Promaucae significa “salvaje y rebelde”·en lengua quechua. Posteriormente el nombre de la calle fue cambiado por los españoles, pero sin alterar en demasía su sentido original de tal manera que hasta mediados del siglo XVIII se le conoció como “El Camino de la Frontera”. Es en el siglo XVIII cuando adquiere el nombre actual, debido a la iglesia que se construyó en la esquina de San Diego con Alameda. Era, obviamente, una iglesia consagrada a San Diego, el de Alcalá. Esa iglesia se quemó en un incendio, siendo reconstruida en la esquina de Alameda con la actual Arturo Prat, de tal forma que esa calle (Arturo Prat) se le conoció en su inicio como Calle de la Nueva San Diego. Digo en su inicio, porque la construcción de la nueva iglesia la hizo nacer; antes era parte del patio de la iglesia.

El trazado original del “camino de los promaucaes” correspondía totalmente al actual. Pedro de Valdivia no lo modificó. Por lo tanto, empezaba en San Diego con Alameda, llegaba a Franklin, seguía por Gran Avenida hasta seguir más allá de San Bernardo hasta la rivera del Maipo. En ese contexto, Plaza Almagro era una explanada vacía donde acampaban las expediciones que se internarían en territorio mapuche. Era, por lo tanto, una calle para salir de la ciudad, aunque ninguna norma impedía usarla para entrar, hasta que llegó la era de los transportes motorizados y se optó solo por el sentido de norte a sur. Así fue hasta mediados de los 80’s, época en que algún alcalde pinochetista (muy probablemente Carlos Bombal) le cambia el sentido y la convierte en una calle “para entrar a la ciudad”. Es cuando, según muchos urbanistas, empieza la decadencia del sector. No he logrado averiguar el motivo de porqué se le cambió el sentido a la calle, pero es muy probable que tuviera que ver con el aumento de parque automotriz. Se requerían vías de ingreso adicionales al centro de Santiago.

En suma, San Diego es más antigua que la ciudad. ¿Cuánto más? Probablemente unos 50 o 70 años más antigua, que es la fecha de la probable llegada del imperio inca a este sector de Chile. Pero debo agregar algunos datos adicionales, datos surgidos en Chile, pero que no tuvieron ni la más mínima cobertura de prensa acá. De hecho, la noticia y los datos los leí en un diario chino. Es lo siguiente: antes de la llegada de los españoles existía toda una ciudad, no solo la calle San Diego. Más aun, los investigadores están convencidos que era un análogo de la ciudad del Cuzco, con gobernadores inca, monumentos funerarios subterráneos, obras de regadío, plantaciones, etc. El principio de la destrucción fue la llegada de Almagro. El amigo de Pizarro compartía completamente sus métodos y mandó a matar al gobernador local como una de las primeras medidas. Cuando llega Pedro de Valdivia, ocho años después, encuentra la ciudad sumida en una guerra civil. Por lo tanto, Valdivia no fundó Santiago, lo que hizo fue tomarla y poblarla. Digamos que estaba “toda la pega hecha”. Es raro que esta noticia no haya sido publicada en un medio chileno, sobre todo porque sí se publica sobre ciudades perdidas de otras latitudes. Incluso para esta clase de cosas practicamos “el pago de Chile”.

 

Ilustración: Jamie Meyer