I – ORIGEN
En esta tierra sin raíz de tiempo, soy semilla de lo amorfo y la palabra es mi guarida. Mi lengua es de viento. Los ojos me crecen en desorden al ritmo de sonidos ancianos. Nací sin tregua.
¿En dónde empieza el trazo que me gesta?
II – ESTANCIAS
Vacía de dioses, espero la noche para volverme polvo. Trémulo escondite, no puedo irme de tus ojos. Me cubren los párpados de tu ira. Silente y apagada, habito tus ranuras, repaso mi encierro en tus fronteras. Fuera de ti, el viento cercena mis dedos, devora mis palabras y la luz se vuelve ceniza. Fuera de ti soy transparente, liviana y minúscula.
En tu piel otoño. Luna seca me desmorono entre tus piernas. Tú fecundas punto a punto mi garganta. Me brotas. Mi lengua se despeña en tu espalda. En mi pecho acuno tu rostro, arrullo la tumba que palpita en mi vientre. Nos abrazamos a una sola muerte.
III – LA REVELACIÒN
Me asomé a tus ojos. Vi los recuerdos opacos que te transitaban. Yo vi. Vi como de tanto andar agrietaron tu pecho. Tu corazón se desvaneció en ríos. Agua turbia, agua necia, agua mala. Vi tu alma escurrida de pasado, la inquietud de tus venas ¿cuántas verticalidades te agobian? Vi tu llanto estancado, vi amordazado a tu asombro. Vi que es suficiente la piedra de tu rostro para esculpir el infierno. Habité la sequía de tus manos, la ceguera de tu tacto, me vistieron tus rasguños en el viento. Vi que en tu piel la noche se hace muro. Relampagueó tu lengua, se desmoronó tu pensamiento, piedras de locura. Vi mi tumba en tus palabras y en tu memoria, regados mis restos. Vi a tu silencio ahorcando mi nombre.
Yo vi, lloví…
IV – EL INVIERNO
El frío esculpe grietas en mis huesos. El frío me nace y me desintegra al mismo tiempo. Miro mis pies, desandados, solos, nunca más arropados por tu boca, nunca más su hoguera, nunca más pretexto para hacernos nudo. La tarde suena a cosas rotas, todo se fragmenta en la humedad que no reposa.
V – ÚLTIMA VOLUNTAD
Auséntate.
Camino por una tierra de hubieras donde intento revivirte. Tu cuerpo es la agonía que me habita. En vano la plegaria a tu memoria.
Auséntame.
En mi piel crecen desiertos, en mi pecho yacen tus ojos y en mi cintura se descompone la sombra de tus manos. Mi hedor es de dolor ajeno.
Auséntate. Auséntame. Auséntanos. Respeta la memoria de lo cierto y vete donde este aguijón de lenguas no pueda alcanzarte, llévate mi cama de astillas para que atestigüe el insomnio, déjame como promesa el silencio. A ambos nos sentenciará la misma noche, nos despojará de la ceguera y nos quemaremos al vernos tan lejanos pero reales, fracturados, cínicamente distintos, recíprocamente distantes, necesariamente ajenos, desconocidos…
Ilustración: Sam Wolfe Conelly