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Siete años después (1960)

Estafeta de Correos, Pucallpa, Perú, 10 de junio de 1960

Querido Bill:
Todavía estoy en Pucallpa; di con un tipo bajo y gordo. Ramón P…, que fue amigo aquí de Robert Frank (fotógrafo de nuestra película) aproximadamente en 1946. Ramón me llevó a su curandero, en el que tiene mucha fe y acerca de cuyos poderes de curación sobrenaturales habla a montones, demasiado, el Maestro, como lo llaman, un individuo de unos treinta y ocho años, de aspecto pacífico y simple, que noches atrás nos preparó una bebida para nosotros tres; anoche asistí a una sesión habitual del curandero durante la cual se bebe la noche íntegra con unos treinta hombres y mujeres en una choza en las afueras selváticas de Pucallpa, detrás del terreno de la usina de gas.

La primera vez —mucho más fuerte que la bebida tomada en Lima— la ayahuasca puede embotellarse para el transporte y conserva su fuerza, con tal de que no fermente —se necesita una botella bien tapada. Tomé una taza, un líquido un poco viejo, preparado hacía varios días y por consiguiente algo fermentado; me acosté y al cabo de una hora (en una choza de bambú afuera de su cabaña, donde cocina), empecé a ver o sentir lo que me pareció el Gran Ser, o algún sentido de Eso, que se aproximaba a mi mente con una gran vagina húmeda, me acosté en ella durante un rato, la única imagen que puedo identificar es la de un gran agujero negro de la Nariz-Dios a través del cual yo atisbaba un misterio, y el agujero negro rodeado por toda la creación, en especial, serpientes de colores, todo real.

Su sentido era de tal manera real que me pareció ser de algún modo lo que esa imagen representaba. El ojo es una imagen imaginaria, que da vida al cuadro. También una gran sensación de bienestar en mi cuerpo, nada de náuseas. Se prolongó en distintas fases unas dos horas, los efectos pasaron al cabo de tres horas, la fantasía misma duró desde tres cuartos de horas después de haber bebido hasta dos horas y media más tarde aproximadamente.

Regresé y hablé con el Maestro, le di treinta y cinco soles (un dólar y medio) por sus servicios y hablé con él sobre el peyote y el LSD —había oído hablar del peyote. Es un mestizo que estudió en San Martín (arriba en el territorio de Huallaga), me dio muestras de la mezcla, emplea plantas tiernas de ayahuasca cultivada en su huerta y la mezcla en cantidades iguales con un catalizador conocido bajo el nombre de mescla, que es otra hoja que en la lengua india chama se llama cáhua (pronunciado coura) y que es llamada por él en Pucallpa chacruna. Me dijo que me conseguiría más muestras para que llevara al Museo de Historia Natural de Lima para que la estudien. Cocina la mezcla todo un día y cuela el caldo, y hace cocer por segunda vez las hojas ya cocidas. En todo caso la preparación no es excesivamente secreta; creo que Schulter vio y conocía la preparación. Suelen añadir también hojas de otras plantas, no conozco esas combinaciones para probarlas, parecía interesarse por las drogas en general, serio y nada mercenario, buen tipo, tiene muchos adeptos aquí, realiza curaciones físicas, su especialidad.

En todo caso, para abreviar, volví a una reunión formal de grupo anoche en sus chozas; esta vez el líquido estaba recién preparado y fue ofrecido con toda ceremonia; el maestro entonó una tierna letanía (y sopló humo de cigarrillo o de pipa sobre el borde de la taza) durante unos minutos antes, (una taza de hierro esmaltado, recuerdo tu taza de plástico), luego yo encendí un cigarrillo y eché una bocanada de humo sobre la taza y bebí. Vi una estrella fugaz —aerolito— antes de «irme» y una luna llena, y él me sirvió primero y luego me acosté esperando Dios sabe qué otras visiones placenteras y luego empecé a «elevarme» y luego todo el maldito Cosmos enloqueció a mi alrededor, creo que lo más fuerte y lo peor que haya tenido (todavía reservo las experiencias de Harlem, siendo Naturales, en suspenso. El LSD era la Perfección pero no me llegó tan profundamente ni tan horriblemente adentro). Primero comencé a comprender que mi preocupación por los mosquitos y los vómitos era una tontería ya que existía la gran cuestión de la vida y la Muerte. Me sentí frente a la Muerte, mi cráneo en mi barba sobre el jergón sobre el porche moviéndose de un lado a otro y deteniéndose finalmente como en una reproducción del último movimiento físico que hiciera antes de quedar inmóvil en la verdadera muerte… tuve náuseas, salí corriendo y empecé a vomitar, todo cubierto de serpientes, como un Serafín Sierpe, con serpientes de colores en una aureola alrededor de mi cuerpo, me sentía como una serpiente vomitando el universo o un jíbaro con tocado de colmillos que vomitara al comprender el Asesinato del Universo, mi muerte próxima, la muerte próxima de todos, todos sin preparar, yo sin preparar, todo a mi alrededor en los árboles el ruido de esos animales espectrales y los otros que habían bebido vomitando (parte normal de las sesiones de Cura) en la noche en su horrible soledad dentro del universo, vomitando su voluntad de vivir, de ser conservados en este cuerpo, casi… Volví y me recosté, se acercó Ramón muy tierno y solícito (no había bebido, actúa como una especie de ayudante para auxiliar a los pacientes) y me preguntó si estaba OK y «bien mareado» (¿bien y mareado?) Dije «Bastante» y volví a escuchar al espectro que se estaba aproximando a mi mente… La choza íntegra parecía rayada de presencias espectrales todas ellas sufriendo transfiguraciones al contacto de una Cosa Única misteriosa que era nuestro destino y que tarde o temprano habría de matarnos —mientras el curandero entonaba una letanía, manteniendo un canto muy simple suave, repetido y luego cambiante, especie de consuelo, Dios sabe que significaba— parecía significar algún punto de referencia con el que yo era incapaz aún de entrar en contacto… Yo estaba asustado y simplemente estaba tirado con oleadas tras oleadas que pasaban sobre mí de temor a la muerte, terror, hasta que apenas lo podía soportar, no quería buscar refugio rechazándolo como una ilusión, porque era demasiado real y familiar, en especial como ensayo del Último Minuto de la Muerte, la cabeza moviéndose de un lado al otro sobre la manta y finalmente deteniéndose en la última posición de inmovilidad y resignación sin esperanza de Dios sabe qué Destino, para mi ser, sentí el alma completamente perdida, extraviada, fuera del contacto con alguna Cosa que parecía estar presente; finalmente tuve la sensación de que podría hacer frente a la Cuestión allí mismo en ese momento, y elegir entender y morir, a abandonar mi cuerpo para que lo encontraran por la mañana —supongo que para congoja general— no podía soportar dejar a Peter y a papá tan solos —con miedo de morir sin embargo entonces— y así no aproveché la Oportunidad (si es que había una Oportunidad, tal vez la hubiera en alguna forma) —también como si todo el mundo en la sesión estuviera en contacto radio telepático central con el mismo problema, el Gran Ser en nuestro interior… Volví de vomitar vi a un hombre con las rodillas sobre el pecho pensé que veía como rayos X su cráneo comprendí que estaba acurrucado ahí como en una mortaja (una toalla sobre la cara como protección contra los mosquitos), que sufría la misma prueba y escisión… Pensé en gente, vi sus imágenes con claridad, tú —misterioso, sabes al parecer más que lo que yo ahora sé y ¿por qué no comunicas o no puedes o yo lo he ignorado?… Simón como un ángel en su aniquilación de la vanidad y originando nueva vida en sus hijos. «Si llega alguna noticia interplanetaria», dijo, «yo seré el primero en trasmitirla por los alambres de modo tal que no la estropeen». Francine su mujer, una especie de Serafín Mujer, todas las mujeres (como todos los hombres) lo mismo, criaturas espectrales puestas aquí misteriosamente para vivir, para ser los Dioses vivientes y sufrir la crucifixión de la Muerte como Cristo, pero que se pierden o mueren en su alma o entran en Contacto y originan nuevo nacimiento para la continuación del Proceso del Ser (aunque ellos mismos mueran, ¿o no?) —y yo perdido y el pobre Peter que depende de mí para algún Cielo que no tengo, perdido— y sigo rechazando las mujeres que acuden a cuidarme —decidí tener hijos de algún modo, una revolución en la Alucinación— pero el sufrimiento era casi cuanto podía soportar y el pensamiento de más sufrimiento todavía más profundo por venir me hizo desesperar… me sentí, me sigo sintiendo, como alma perdida rodeada por ángeles custodios (Ramón, el Maestro, tú, todo el Mundo Corriente de los Mortales)— y mi pobre madre que murió Dios sabe en qué estado de sufrimiento, no lo puedo soportar… vomité de nuevo (Ramón se había acercado y me indicó que vomitara fuera de la galería en que me hallaba tirado, si tenía que hacerlo de nuevo, una situación amable muy cuidadosa). Quiero decir, es éste un buen grupo —recuerdo que tú decías cuida de quién es la visión que tienes— pero Dios sabe que no sé a quién dirigirme finalmente cuando espiritualmente las Fichas se hayan terminado y tenga que depender de mi propia memoria de Serpiente de las Alegres Visiones de Blake, o no depender de nada y entrar como nuevo —¿pero entrar dónde? ¿la Muerte?, y en ese momento, todavía vomitando, sintiéndome como una Gran serpiente-Serafín perdida que vomita con conciencia de la Transfiguración que había de venir, con el sentido Radiotelepático de un Ser cuya presencia yo no había todavía percibido completamente, demasiado horrible para mí, todavía, para aceptar el hecho de la comunicación total con digamos todo el mundo, un serafín eterno macho y hembra a la vez, y yo un alma perdida en busca de ayuda… muy lentamente la intensidad comenzó a amenguar, yo incapaz de moverme en ninguna dirección espiritualmente, no sabiendo a quien buscar, o qué buscar, sin suficiente confianza en él para preguntar al Maestro —aunque en la visión de la escena era él quien lógicamente era el Espíritu Oficiante local en quien se debía confiar, si en alguien se debía —me acerqué y me senté junto a él (como lo sugirió amablemente Ramón) para ser «soplado»— es decir él entona una canción para curar tu alma y sopla humo hacia ti, una presencia más bien consoladora, aunque para ese entonces el miedo agudo había pasado… cuando eso pasó me levanté y cogí el pedazo de tela que había llevado contra los mosquitos y me fui a casa a la luz de la luna con el gordo Ramón, quien dijo cuanto más uno se satura con ayahuasca más hondo se llega, se visita la luna, se ve a los muertos, a Dios, se ve a los Espíritus de los Árboles, etc.

Casi no me animo a volver, temeroso de alguna locura real, un Universo Cambiado permanentemente cambiado, aunque creo que tendrá que cambiar para mí algún día, mucho menos como antes fue planeado, ir río arriba seis horas para beber con una tribu india, supongo que iré, entre tanto aguardaré aquí otra semana en Pucallpa y tomaré algunas veces más con el mismo grupo… desearía saber si hay alguien con quien trabajar que sepa, si alguien sabe, quien soy o qué soy. Desearía recibir noticias tuyas. Creo que estaré aquí lo bastante como para que me llegue una carta, escribe.

Allen Ginsberg
P.S. En las últimas horas, esta mañana en una librería donde compré esta pluma escuché el viejo y nostálgico disco de Nelson Eddy «Maytime» que solía tocar en mi niñez y fue como un recuerdo de la Muerte, tan triste, «¿me querrás siempre?»
Atracción extra suplementaria: algunos fragmentos de las notas para Ether que tomé hace dos semanas en Lima, en tono menor.

The ringing sound in all the senses
of everything that has ever been Created
all the combinations recurring over and
over again as before —
Every possible Combination of Being — all
the old ones: — all the old Hindú.
Sabahadabadie-pluralic universos
ringing in Grandiloquent
Bearded Juxtaposition
with all their minarets and moonlit
towers enlaced with iron
or porcelain embroidery,
all have existed —
and the Sages with
white hair who sat crosslegged on
a female couch —
hearkening to whatever music came
from out the wood or street,
whatever bird that whistled in the marketplace
whatever note the clock struck to say
Time —
whatever drug, or aire, they breathed
to make them think so deep
or hear so simply what
hat passed
like a car passing in the 1960 street
beside the Governmental Palace
in Perú, this Lima,
in the year I write —
A Buddha as of old, with the sirens of
whatever machinery making ringing noises in
the street.
And streetlight reflected in the RR station
front facade window in a
dinky port in Backwash
of the murky forgotten
fabulous whatever
Civilisation of
Eternity; —
with the RR station clock ring midnighat,
as of now,
and waiting for the 6 th,
to write a word,
and end on the last chime — remember
this one twelve was struck
before
and never again; both.
and I turn back from the balcony where I stood
looking at the Cross (afraid)
and stars
thinking of the BONG of midnight
Sages of Asia, or the white beards in Persia,
Scribbling on the margins of their scrolls
in delicate ink
remembering with tears the ancient clockbells of their
cities
and the cities that had been — and
Affirm with laughing eyes —
the world is as we see it,
male and female, passing
as it passes through the years,
as has before and will, perhaps
with all its countless pearls And all the bloody noses of Eternity —
and all the old mistakes —
including,
this old consciousness, which has seen
itself before — (thus the locust-whistle
of antiquity’s nightwatch in my eardrum)
I am scribbling
nothigs,
page upon page of profoundest
nothing
as scribed the Ancient Hebe, when
he wrote Adonoi or One —
all to amuse or make money or deceive
O BELL TIME, RING THY
MIDNIGHT FOR THE BILLIONTH.
SOUNDY TIME,
I HEAR AGAIN!