San Antonio, 13 de Agosto 2014
La tarde de sábado pasa como el viento en la calle poeta Jonás de El Tabo, levantando los letreros plásticos de la peluquería de Doña Silvana, que luce las ofertas para el teñido de pelo de las damas y el tradicional regular corto para los varones. Todos los negocios se preparan para la temporada de vacaciones de invierno, periodo en que el litoral se repleta de capitalinos. De la peluquería sale una mujer alta, morena, pelo ondulado hasta los hombros, blusa con estampado de flores muy bien ajustada a su cuerpo y unos jeans pitillos que estilizan sus largas piernas. La joven mujer deja babeando a los chicos agrupados en la esquina, quienes la piropean con sus mejores versos, ella sonriendo taconea sus pasos junto al ritmo pausado de este pueblo y el viento se arremolina feliz de colarse entre sus cabellos. Estoy sentado junto a don Manuel en la mesa que mira a la calle, aquí en la fuente de soda “Nachito”. Observar nos genera el placer de saber cómo transcurren estos instantes, mientras damos un sorbo a nuestro pichuncho en este bar de pescadores y ex marinos sin academia, gente de verdad y amplios conocimientos de la mar, sus profundidades y lejanías más extremas. Hombres de muchas horas de viaje y travesías. Solitarios, vaga-mundos y enamorados que junto a la barra del bar continúan esperando que un beso de labios pintados se cuelguen como jaibas en la redes de su aliento. Hombres como los que usted don Manuel, tan bien conoce y de los que me ha prometido más de una historia. Manuel haciéndome un guiño, me dice- es hora entonces pues hijo, y se larga: – Ocurrió hace varios años, fue un día parecido a este, pero con la diferencia que no había nadie, estuve casi toda la tarde solo sentado en esta mesa, hasta que se acercó un tipo alto, maceteado, a quien no había visto antes por aquí, – ¿me puedo sentar junto a usted caballero?-preguntó. Y continuó -Soy Héctor, no hace mucho que llegué a vivir a El Tabo. En la segunda botella de tinto ya me estaba contando su vida, – resulta que se había criado en el norte, en Iquique, sus padres murieron en un feroz accidente que tuvo un bus en la ruta 5, cuando él estaba terminando sus estudios básicos, tenía 14 años y quedó al cuidado de una mujer llamada Andrea, cocinera de un buque de pesca de corvina, tenía dos hijas, Lorena de veintitrés, y Beatriz de la misma edad que Héctor. Al cabo de un año Beatriz y él se metieron a la cama y no se levantaron más, entiendes? Héctor trabajaba de aseador y fue ascendiendo hasta convertirse en jefe de cubierta. Todo el dinero que ganó lo fue invirtiendo en la construcción de un segundo piso en la misma casa de Andrea, a la que venían cada uno o dos meses dependiendo como estuviera la pesca. Al cabo de un tiempo el segundo piso estaba concluido, Hector y Beatríz vivieron ahí como tres años.
En una oportunidad en que celebraban el cumpleaños número 18 de Héctor y cuando ya todos se habían ido a dormir, Andrea le dijo-tengo un regalo para ti, espérame un poco, perdiéndose por el pasillo hacia su dormitorio. Al volver, venía envuelta en su habitual bata de levantar, este es tu regalo le dijo a Héctor, abriéndose la bata y dejando ver su cuerpo desnudo. Héctor no podía creer lo que estaba pasando y solo atinó a decir- pero señora Andrea ¿qué está haciendo?, soy la pareja de su hija, estamos muy enamorados y nos proyectamos juntos, usted ha visto todo el empeño que le hemos puesto para tener un piso independiente donde vivir. ¿Por qué hace esto? Sí- dijo ella, pero es que tú eres idéntico a tu padre y yo te quiero tener aquí conmigo al igual como lo tuve a él. Héctor quedó pasmado e incrédulo – ¿pero que dice usted señora? ¿Cómo puede inventar tanta cosa? -No es mentira ni nada, yo tuve una relación con tu padre que se mantuvo oculta desde que él se tuvo que casar con tu madre, producto que ella quedó embarazada de ti. Yo también lo estaba, Beatriz es hija de tu padre. Héctor no sabía qué hacer, la dejó hablando sola y salió a la calle, se alojó en casa de unos amigos y no volvió más. Se comunicó con Beatriz, conversó con ella, le contó toda la verdad, después de mucho llorar juntos, decidieron salir de Iquique. No sabían dónde ir, no existían muchas alternativas. Tomaron un bus y viajaron toda la noche hasta Santiago, ahí arrendaron un cuarto en las cercanías del terminal de buses. Héctor encontró trabajo como cargador en Lo Valledor, Beatriz como empelada domestica en una casa particular. Así estuvieron dos años, hasta que ella quedó embarazada, tuvieron una niña sana y fuerte a la que llamaron Camila, eso ya hace 20 años. Se vinieron todos a vivir a El Tabo y Camila es la chica bonita que hace un rato salió de la peluquería de Doña Silvana y que los cabros de la esquina piropearon con sus mejores versos – remató Don Manuel.
Nombre | Don Manuel |
Edad | 71 años. |
Actividad | Escritor |
Lugar de Nacimiento | San Antonio |
Ilustración: Jehan Choo