Hare Koninklijke Roodheid_bart-van-leeuwen

PRIMERA PARTE: HERR GASSMAN DE LA DEUTSCHE SCHULE

I

     Había días en los que deseaba de corazón que sus alumnos fuesen judíos (gitanos, comunistas, homosexuales y demás lacras enemigas del nacionalsocialismo) para poder así mandarlos a todos sin chistar a las cámaras de gas. Luego a los hornos. Para que sus problemas como profesor de secundaria se hicieran simples cenizas. Ésas que a puñadas se pueden tirar alegremente al viento.

Durante esta brevísima digresión recordó que nunca había sido tan feliz como en aquel remoto tiempo cuando mató a tantos de manera tan impune. Pero este buen sabor de boca le duró tan poco cuando por segunda vez, alguien de inconfundible voz femenina, requirió que escribiera eso en el pizarrón. Herr Gassmann exhaló molesto y reculando para garrapatear con una letra en Antiqua[1] sobre la superficie verde y laqueada del pizarrón de su aula: Konzentrationslager Auschwitz.

En seguida de garabatear con la tiza se sacudió el polvo de yeso que todavía le quedaba en las manos. Pronto regresó a eso que explicaba antes de haber sido interrumpido por un asunto banalmente ortográfico.

Se arregló la corbata de un color rojo o más bien ocre. Se alisó el chaleco azul cobalto a más de afincarse bien al cuerpo la pesada americana de un corduroy plomizo que usaba con obcecación a pesar de la perpetua canícula de San Salvador.

—Entonces… —dijo Herr Gassmann recapitulando—: Hablábamos aquí de Auschwitz II-Birkenau. No se confundan con Auschwitz I. El célebre es el segundo, claro —dijo con una suerte de displicencia—. Construido en octubre de 1941 para descongestionar el campamento principal. Aquí, y quiero decir el segundo; los vagones de esos muy especiales trenes de la Reichsbahn llegaban de todas partes de la Europa presuntamente ocupada. Y al correrse esas puertas los sonderkommandos; que eran judíos o criminales por tanto hay que aclararlo; luego de por supuesto, acostumbrarse al terrible hedor que les golpeaba las narices; comenzaban con la presunta selección. Los enviados a la derecha para trabajar: Arbeit Macht Frei como muy persuasivamente mandó rotular Rudolf Höss…

Arbeit Macht Frei durch den Schornstein —eso de que «el trabajo os hará libres a través de la chimenea» dijo interrumpiendo la misma voz femenina. Refiriéndose al sarcástico decir[2] que tenían algunos de los prisioneros del campo de exterminio. Y es que sólo devueltos al polvo serían nuevamente libres. Escapados en favila merced de atronadores crematorios.

La cara de Gassmann se puso del mismo color que su corbata. Tuvo la tentación de responderle pero en último momento decidió que lo mejor que podía hacer era seguir hablando.

—Los de la izquierda… bueno mucho se ha dicho sobre esto y yo repetiría las palabras de Jean-Marie Le Pen: «Las cámaras de gas no son más que meras notas a pie de página en la historia» —dijo Herr Gassmann pasándose la mano diestra sobre su cabellera corta y plateada. Arrugando el ceño y tensando los ojos—. Mucha propaganda aliada. Propaganda del victorioso, le llamo yo. Que la casita roja, que la casita blanca. ¡Nada de Azul de Prusia, señores! El ingeniero Fred Leuchter Junior[3] no lo encontró cuando fue a indagar a Auschwitz para redactar su ya famoso informe. Y si no me creen miren el documental de Errol Morris[4]. ¡Esto último sí que no lo dicen! Es el elefante en la habitación como es la estúpida expresión anglosajona. ¡Y qué pronto el mundo olvidó a esos pobres 100,000 o hasta 250,000 muertos en Dresde! Responsabilidad directa de la RAF —acusó—. ¡Ahí sí no dicen nada! ¡Como si los muertos judíos valieran más, por Dios! ¡Ya parecen gringos como dicen ustedes que sólo sus muertos valen algo! —dijo pronunciando la palabra «gringo» como si fuera una suerte de tabú: algo que no se ha de mencionar nunca—. ¡Por esta actitud tan arrogante lo de los avionazos contra las Torres Gemelas! Propaganda del victorioso —volvió a decir—. Y si todavía no me creen lean el excelente libro de David Irving[5], un inglés por cierto —recomendó de buena gana a sus alumnos.

—Deborah Lipstadt[6] —interrumpió nuevamente la inconfundible voz femenina y otra vez el rostro de Gassmann volvió al mismo tono que su corbata.

Aunque ora más bien no pudo tragarse ese nudo carnoso que lo sintió atorado en el pescuezo. Y es que intentó varias veces de zamparse la irritación pero el bulto incómodo persistió como una espina de pescado que no baja. Pero otra vez, hombre cauto que se decía ser, no dijo nada. Después de todo Felix Florian Gassmann[7] se enorgullecía de su propio estoicismo. De su prodigiosa sangre fría. De su audaz calma. De nunca jamás caer en discusiones baldías con estos mocosos que sencillamente no saben nada de nada. Así pues en lugar de reaccionar a esta nueva provocación se sentó mejor con brevedad frente a ese su escritorio de aluminio a hurgar dentro de los cajones y sacar de hecho la gragea rosa que su médico de cabecera y alemán, el Dr. Poppendick; no sólo le recetaba pero del mismo modo le enviaba por valija diplomática[8] y todo por sí las fliegen[9].

—¡Shht… ya cállense, Frigg, Freyja! —alguien en el salón las amonestó mientras el ancianito se tragaba la píldora rosa sin un vaso de agua.

—Los perdigones de Zyklon B se arrojaban desde un conducto en el techo del edificio. Era algo así como una chimenea, digamos —explicó a sus alumnos mientras se saboreaba ruidosamente la boca—. Quien los vertía, subido por escalera y usando una máscara de gas para no envenenarse accidentalmente, levantaba la tapadera del caño y los escanciaba «pa’ bajo…» —sonriendo dijo lo último en castellano—: y caían chocando como canicas juguetonas —continuó aclarando con detalle el procedimiento de las cámaras de gas—. Estos perdigones, al entrar en contacto con la crecida humedad que se desprendía de los cuerpos hacinados, desencadenaban grandes cantidades de ácido cianhídrico. Todo acababa en unos veinticinco minutos poco más o menos: puntos rojos y verdes sobre piel rosada y nada más. ¡Muy humano todo…! —aclaró Herr Gassmann de la Deutsche Schule.

 

 

II

—Oye, ¿y por qué no la invitas a bailar? —escuchó le preguntaron desde abajo.

—¡No! —dijo ligeramente asustado—. ¡Esa es capaz de matarme si le piso un pie por error! —agregó—. No sé bailar —confesó descorazonado.

—¡¿Tienes diecisiete años y no sabes bailar?!

—Tú porque eres de Berlín —respondió él—. En Hamelín no hay sitios para la danza —aseguró después.

—¡¿Cómo que no los hay?! —oyó que le preguntaron—. El que busca encuentra, ¿no es esto lo que dicen? —dijo—. Además, al compás de una flauta también se puede bailar, ¿o no?

—Únicamente tenemos las montañas de Weserbergland y las ratas como en el cuento de los Grimm —dijo el muchacho de la enorme sonrisa. Recordando por otra parte aquella placa en bronce en su lugar de nacimiento.

 

«Anno 1284 am dage Johannis et Pauli
war der 26. junii
Dorch einen piper mit allerlei farve bekledet
gewesen CXXX kinder verledet binnen Hamelen gebo[re]n
to calvarie bi den koppen verloren
[10]»

 

—Sólo se vive una vez —oyó le filosofaron—. ¡Atrévete de una buena vez, hombre! ¡Invítala a bailar por Dios! Yo sé que Irma no te va a rechazar —le auguró—. ¡¿Qué no miras que sólo le gustan los hombres jóvenes?!

—¡Bueno, bueno… fräulein Grese no es una anciana tampoco! —se atrevió a defenderla.

—«Schnell, schnell, schnell.» ¡Tiene la prisa en los labios esa mujer! —dijo—. ¿Me pregunto si tendrá esa misma prisa el día que le toque morirse?

—¡Ah, déjala en paz! —volvió a defenderla.

—No te ofendas, no te ofendas —oyó que se reía—. ¿Conque te gusta la tal fräulein Grese, no? No es de extrañar la verdad… Si es una mujerona «hecha y derecha» como diría mi tío Klaus[11]. Acabó aún más pícaro después de perder ambas piernas en Verdún. «Las guerras son un misterio» como se le oye decir a mi tía para excusarlo como la buena y sufrida esposa que es. Aunque yo digo que es priapismo lo que padece mi tío Klaus, pero bueno… —dijo—: No lo voy a negar. La fräulein Grese se mira que tiene mucha de esa hambre teutona si me entiendes lo que te digo —y volvió a oír la misma risa.

—No me gusta —dijo tartamudeando y rojo de la cara. Para su suerte su vergüenza no se notaba desde abajo—. La admiro —dijo después igual de tartamudo.

—¡Invítala entonces! —le insistieron—. ¿Cuál es el problema?

—¡Ya te dije que no sé bailar!

—¡Es que no hay necesidad de saber bailar para bailar! —oyó—. No te muevas, no te muevas —le pidieron de pronto—. Esta foto va a ser de premio —dijo enfocando esa Kine Exakta[12].

—¿Cuántos son? —oyó que entretanto otra voz le preguntaba.

—Ciento treinta —respondió.

—Tíralo ya —ordenó ésta misma voz.

Jawohl —contestó poniéndose la máscara de gas y vaciando el contenido del enorme bote cilíndrico sin chistar.

—Levanta el pote, hombre —le pidieron con ese obturador ya listo.

Y esa etiqueta que se fue enfocando: Zyklon B. Giftgas! Degesch.

Hier ist total tote Hose[13] —dijo bostezando.

—¡Ya bájate de ahí, Felix! —oyó que dijeron su nombre.

 

 

III

Mr. Sutcliffe escribió Wannsee en el pizarrón.

Alguien rompió el silencio somnoliento de la clase tosiendo con flema. Sutcliffe por su parte, al terminar de rematar esa última letra de la palabra que había escrito, tiró travieso el pedacito de yeso al aire que rebotó en el falso techo del aula y apenas pescándolo cuando caía con más fuerza de la que había subido.

A uno o a una le chillaron las tripas del hambre. Y una remolona risa colectiva estalló, no obstante ésta poco duró por la modorra casi ansiolítica que, inexorablemente trae a cuerpos adolescentes el fin de la mañana escolar y que claro, sólo empeora con la tarde.

—Wannsee —empezó a hablar Mr. Sutcliffe jugando con el pedazo de yeso—. Es un suburbio de Berlín. Donde el 20 de enero de 1942 se llevó a cabo una conferencia bastante particular —se acercó rápido al pizarrón escribiendo delante de la palabra Wannsee la palabra conferencia y subrayándolo todo de manera apresurada—. La Conferencia de Wannsee presidida por el SS-Obergruppenführer Reinhard Heydrich para tratar die Endlösung der Judenfrage —pronunció el inglés en un perfectísimo alemán—. O sea la Solución Final al Problema Judío. El plan detallado para el genocidio de toda una raza —explicó Mr. Sutcliffe con gran paciencia—. Los asistentes a esta conferencia fueron: —y regresó al pizarrón para escribir el infame catálogo de invitados—. Es una lista larga —les advirtió agazapando el yeso sobre el pizarrón—. Josef Bühler, Roland Freisler, Otto Hofmann, Gerhard Klopfer, Friedrich Wilhelm Kritzinger, Rudolf Lange, Georg Leibbrandt, Martin Franz Julius Luther, Alfred Meyer, Heinrich Müller, Erich Neumann, Karl Eberhard Schöngarth, Wilhelm Stuckart, Otto Adolf Eichmann —escribiendo los nombres de abajo hacia arriba—. Y como ya dije: Heydrich conduciendo la conferencia. Su hombre de confianza, su mano derecha: Eichmann, tomando las minutas —dijo sentándose con una holgura de lo más juvenil encima de un pupitre que del mismo modo le servía de escritorio.

Sutcliffe recordó a su abuelo materno[14].

Ninguno de sus alumnos alcanzó a notar este sutil cambio. Esta melancolía. La mayoría seguía copiando esa larga lista a sus cuadernos blancos de espiral.

 

Notas:

[1] Recordando bien ese Schrifterlass del 3 de enero de 1941 proscribiendo el gótico Fraktur por ser: Schwabacher Judenlettern. Un tipo de letra que fue muy utilizada durante la época del nazismo cuando, en un inicio la Fraktur es considerada como la verdadera escritura alemana. Sin embargo, en 1941, la Fraktur fue prohibida en un Schrifterlass o Edicto y, firmado por Martin Bormann que la llegó a llamar: Schwabacher Judenlettern o sea en una traducción a lo mejor bastante literal: Letras Judías de Schwabacher.

[2] Humor patibulario (de horca literalmente) o Galgenhumor como se dice en buen alemán.

[3] En cuanto a Fred A. Leuchter, Jr., es importante aclarar que un tribunal del estado de Massachusetts lo enjuició penalmente por ejercer pues que de ingeniero sin tener una licencia válida. Durante el sumario se echó de ver que no sólo Leuchter no tenía autorización para actuar como ingeniero, sino que no tenía ninguna formación incumbida con la ingeniería ni ninguna otra acreditación profesional, salvo por un Artium Baccalaureus en Historia, que supuestamente completó en 1964. Leuchter admitió además no tener ninguna formación ni experiencia en toxicología, en biología o en química. Se divulgó del mismo modo que, si bien tenía cierta usanza en sillas eléctricas y en inyecciones letales, no poseía discernimiento alguno sobre cámaras de gas, tal y como había afirmado antes en su famoso o infame informe.

[4] Mr. Death: The Rise and Fall of Fred A. Leuchter, Jr.

[5] La destrucción de Dresde (1963) ISBN 0-7057-0030-5

[6] Cuando un juez ventiló sentencia contra Irving (historiador negacionista), en cuanto a su demanda de difamación enfrentando a Penguin Books y Deborah Lipstadt, salió a colación un extracto del diario de Irving (fechado un 17 de septiembre de 1994) que hace alusión a unos versos que el historiador le dedica a su hija bebé cuando sentados en una banca de parque veían niños mestizos pasar frente a ellos: I am a Baby Aryan/ Not Jewish or Sectarian/ I have no plans to marry an/ Ape or Rastafarian. Soy una Bebé Aria/ Ni Judía o Sectaria/ No tengo planes de casarme con un/ Simio o Rastafari.

[7] Su segundo nombre asentado en honor a su supuesto ancestro el compositor Florian Leopold del mismo apellido. Profesor de composición del mismísimo Antonio Salieri.

[8] Mucha honra a la Convención de Viena.

[9] Moscas.

[10] En el año de 1284 en el día de Juan y Pablo

siendo el 26 de junio

por un flautista vestido con muchos colores,

fueron seducidos 130 niños nacidos en Hamelín

y se perdieron en el lugar del calvario, cerca de koppen.

[11] Paul Klaus Bruhns. Herido en combate el 2 de marzo de 1916. Día de la captura del pueblo de Douaumont por la infantería alemana.

[12] La Kine Exakta fue la primera cámara ‘réflex de un objetivo’ (SLR de 35 mm) de producción regular. Presentada por el fabricante alemán Ihagee Steenbergen GmbH de Dresde durante la Feria de primavera de Leipzig (Leipziger Frühjahrsmesse) en marzo de 1936.

[13] Una expresión del argot alemán para indicar un lugar aburrido.

[14] Eliezer Gershon. Nacido en 1928 y deportado a Auschwitz con toda su familia en mayo del 44 junto a los judíos del ghetto de la actual Sighetu Marmaţiei. Su abuelo se salvó quién sabe cómo del Bloque 11. El mismo donde murió en el 41 Maximilian Kolbe de un jeringazo de fenol pues luego de tres semanas de deshidratación y hambre el futuro santo no se quería morir a las buenas. Era una criatura extraña su abuelo. Jamás lo vio triste. Jamás lo oyó maldecir. Como si no sintiera odio o al menos resentimiento contra los nazis o los húngaros que permitieron su deportación. Era acaso el hombre más bueno sobre la Tierra.