Un amigo mío trabajaba en la Plaza de Armas de Santiago pintando. Un día mientras tomábamos cola de mono cerca de ahí me explicaba lo destructiva que la plaza resulta ser. Aquí tienes que lidiar con lo más bajo de la sociedad, ladrones, cafiches, putas, vagabundos. Todo el día los ves pasar, en ese camino de destrucción que sólo ellos conocen. Mi amigo es bien dramático y su vida siempre está mas cerca de Wagner que ninguna otra cosa. Pero en fin, la plaza está llena de lo que él mencionaba y mucho más, por eso me gusta, me asusta pero me gusta, como decía Ana Bárbara. Entonces iba pasando por ahí y me encontré con este peluquero, quién estaba cortando el pelo por la módica suma de mil pesos. Hasta ahí, nada del otro mundo. Lo extraño era que todo el proceso no tomaba mas de unos segundos. Había que tener el pelo largo y las suficientes agallas para hacerlo. Lo más chistoso es que cuando terminaba un corte se promocionaba diciendo que no había tenido estudios de ningún tipo.