Antes de que este mundo existiera, en la secreta vida de los años ochenta, el rol de teatro, la iglesia, los mimeógrafos y la fotografía, resonaron para dar testimonio y ofrecer protección a quienes se manifestaban contra el orden y su ejercicio de poder. 30 años después el fotógrafo Claudio Pérez conversa con dos disparos una tarde de septiembre con olor a pasto recién regado y una copa de vino.

¿Cuáles han sido tus móviles en el continuo de tu trabajo?

Los móviles son siempre sociales, políticos para mi debe haber un discurso político detrás de todo esto, si no, no sirve de nada, el arte la manifestación artística no sirve sino en su condición de manifiesto político, y toda la trayectoria, el movimiento surge de eso y tiene un punto de vista humano en una palabra es decir basta, y yo me inicio en la fotografía así.

¿Podrías describirme la imagen de tu iniciación con la fotografía?

Yo estaba viviendo en Brasil y empiezan las protestas el 11 de mayo del 83 y asesinan a un niño de 11 ó 13 años en la rotonda Rodrigo de Araya cerca de la casa de mis papás y uno desde Brasil veía las noticias los journales Globo veía las portadas foto de Chile en blanco y negro, de la plaza Italia y empiezas a reconocer todos estos lugares que no veías hace tiempo, empiezas a buscar gente conocida a ver si reconocías a alguien. Ese año en mayo del 83 yo decido volver a mi país, sintiendo que no podía estar echado en el sofá mirando la tv en un living.

En esa época una de las herramientas para luchar contra la dictadura era la denuncia y mi arma fue la fotografía, como elemento testimonial, gráfico. Recordando una costumbre y curiosidad que desde niño tuve con la fotografía viajaba mirando sus imágenes, diría que la fotografía en sí es un viaje. Nunca estudié fotografía en realidad. Entonces cuando vuelvo a Chile llego con una cámara fotográfica.

Empecé a salir a la calle con una credencial  que me dieron en el edificio Diego Portales donde está la dirección nacional de telecomunicaciones presentando una carta falsa con un timbre hecho de papa. Así me inicié en la fotografía en el acto de cargar una cámara, en ese periodo en este país, en ese momento histórico.

 

¿Cuál fue la primera foto que tomas en ese contexto?

A mí no me conocía nadie y no sabía cómo contactarme. No era tan fácil. Yo me había ido el 79 y en esa época había mucho miedo, si no eras alguién del circuito era muy difícil entrar. Bueno, ese día salgo, me cuelgo la credencial, algo se sabía de una manifestación, y estaba ahí parado en medio en el centro y entre sacar la cámara poner el lente apuntar, un paco le pega a un tipo, llega la ambulancia, se lo llevan y yo hago una foto. Por supuesto salió un banco del paseo Ahumada pelada. Primera experiencia: así no había que operar. Primer ejercicio visual: así no. La fotografía periodística en ese momento tenía que ser rápida, instantánea, gatillar, la composición , zona áurea en el punto de fuga, olvídate, esto no es arte, esto es testimonio y es este el momento y no existe otro más.

 

¿Cambia el ángulo desde la fotografía denuncia en dictadura?

En esos momentos uno tomaba partido, casi no existe distancia entre  las cosas. A diferencia con lo que pasa hoy, uno estaba siempre del lado de los cabros, al lado de los estudiantes o de los pobladores, haciendo las fotos desde ese punto de vista, de toma, desde ese lugar. Ni siquiera existía la posibilidad de estar del lado de la policía. Hoy en día hay una mirada mucho más macro, quizá porque ya no te sientes protegido por la gente.

 

En algún momento tu fotografía cambia. ¿Cuál fue el disparo que gatilló ese giro?

Hay dos momentos, podríamos decir que hay dos disparos; uno tiene que ver con los episodios de muerte, recuerdo los asesinatos de Natino, Guerrero y del fotógrafo Rodrigo Rojas, la muerte y su perversión; el otro fue la indolencia y la pérdida de asombro. Un día en medio de una protesta frente a tribunales, el Movimiento Sebastián Acevedo Contra la Tortura realizó una ocupación momentánea, sentados en el suelo rezando. Y no pasó nada. Ni un paco. Ni un apaleado, sin escándalo. Lo encontré fome. Ese día, horrorizado de mi mismo, tomé todas mis cosas y me fui al Titicaca. Fui a Copacabana, Bolivia, me metí en las fiestas, no podía estar esperando que balearan a alguien para hacer una buena fotografía. Ese hecho para mí generó un cambio y volví dispuesto a fotografiar más allá del dolor, comencé a cuestionarme cosas y volver a la humanidad.

Recuerdo una fotografía en el libro que hiciste de Andacollo, un hombre nortino en su dormitorio riendo, en una situación de intimidad entre tú y él muy inusual, ¿cómo logras ese vínculo? Sobre todo pensando en los pueblos del norte, que son más cerrados.

No existe ninguna fórmula, yo de niño fui muy tímido, pasé años sufriendo, pero en Brasil me saqué todos lo bichos; es verdad, en mí se da una facilidad de abrir puertas, el norte me reconoció en la confianza del chucheta, de la verdad, recuerda que yo venía de vuelta de todo, ahí me encuentro con el norte, con la fiesta y con la muerte. Con ellos compartí y nos reconocimos en el código de la no pleitesía. A propósito de esa historia que se abre, te voy  a contar una muy importante para mí, porque estoy trabajando con ellos hace 6 ó 7 años, con una comunidad Quechua del norte de Calama hacia la frontera con Bolivia. Hay dos comunidades Quechuas en Chile una de ellas es San Pedro de Estación, ¿por qué se llaman San Pedro de Estación? Porque viven en una estación de trenes.

Ellos fueron expulsados de sus tierras, la laguna de los Ojos de San Pedro , antiguamente ahí tenían sus costumbres y sus cosas, su vida ocurría  alrededor de la laguna, animalitos de agua dulce, huevos de avestruz y de flamencos, pero en los años años 60 los dueños de Chiquicamata, antes de ser Codelco Chile, secaron toda la laguna , los viejitos me cuentan que de un día para otro la laguna se dió vuelta. Hoy ves pasar enormes tuberías.

En ese tiempo ellos ocupaban de vez en cuando una casita en una estación de trenes abandonada, cuando los expulsaron de Los Ojos de San Pedro se vieron obligados a armar su pueblo alrededor de esta estación, ahí entierran sus muertos y hoy ya fueron reconocidos como pueblo, se han ganado proyectos y todo; son una comunidad  muy potente.

El año 2004 viajé y nos encontramos , un amigo me contó de una fiesta que el había asistido en Río grande, la fiesta de los cuartos… un baile que realizan con el animal sacrificado, bailan con él todo el día y cuando las piernas del animal se parten, ahí terminan de bailar… estos son Kunza Atacameños, no son quechuas.

Cuando me contó supe que debía ir, que debía registrar la vida de estos pueblos, idea que ya me andaba dando vueltas hace por lo menos cinco años atrás. Y me fui, desde Calama llamé por teléfono al presidente de la comunidad de San Pedro Estación, hoy día mi hermano y mi amigo Alex  Cruz Ramos y le cuento de este proyecto que quiero  hacer un registro de estas comunidades, me dice que me pasa a buscar al día siguiente y ahí estaba yo,  al otro día  a las siete  de la mañana en la periferia, cagado de frío, de repente se acerca una señora, me pregunta  si soy Claudio y se sube a  la camioneta, esta señora hoy día es mi mami, mi «mami dos», Miguelina Ramos.

Llegué  a presentarme con el jefe político de la comunidad; un tipo profundo, serio,  un tipo clarísimo. Hablamos. Partimos tres horas después, íbamos con Mario Mamani Ramos, hoy mi segundo hermano, hablamos, hablamos, hablamos una hora después ya estabamos haciendo ceremonia… tres horas después llegamos a la casa, yo arriba del techo ayudando, bajando cosas, a las siete de la tarde ya era de la familia, y todos  me decan Claudio pa’ allá Claudio pa’ acá y yo ya le empecé a decir mami… y al otro día diciéndole, mami me puede hacer sopaipillas ja ja ja ja, rato después haciendo sopaipillas con la mami, y tomando fotos… de repente, oye gueón, deja de hacer fotos y ven a ayudar, así que ahí carneando a un animal… Cinco días después ya había sido nacido y criado ahí. Cómo se abre, no sé, pero se abre.

Hoy soy padrino de la hija de Mamani Ramos, yo soy padrino de Constanza Mamani Mamani, padrino de corte de pelo, tradición Aymara, ahora tengo tía, hermano, mami y soy padrino. Además soy padrino de la iglesia Católica, hoy aparezco en los registros de Calama.

Tengo un proyecto en mente de hacer con ellos un libro, con la historia de este drama de tener que abandonar sus tierra, hoy ese lugar es un arenal (la Laguna Los Ojos de San Pedro), tengo fotos antiguas, cuando hacían los rituales alrededor de la laguna en blanco y negro.

Finalmente, Claudio, ¿con qué te quedas?

Con la ocurrencia, en cómo  suceden las cosas… con la muerte, con mi propia experiencia de muerte cuando tuve cáncer, con la inpermanencia, con la siesta,  con el disparo.