En una loma silvestre de la Reina, Nicanor Parra llena cuadernos y cuadernos con nuevos Artefactos. Sus temas van desde el lenguaje periodístico especializado, paraísos fiscales, piratería informática, proxenetismo, neurobiología; hasta las elucubraciones sobre el conflicto mapuche y el Bicentenario. Ahí está la cosa. Todo lo demás, los grandes temas de antaño, como la ecología, las utopías políticas o los paradigmas de la física, son ahora para él «antiguallas del siglo XX».
Parra se ríe mientras baila en la cuerda floja y se acoge al método de la locura fingida como Hamlet, método gracias al cual afirma haber sobrevivido. Nicanor Parra (San fabián de Alico, 1914) siente que hay olor a cadáver en el aire y que la gente, entre ellos los periodistas, se acerca atraída por el olor. Quizás por eso le interesó el dato que surgió al calor de la conversación, según el cual la palabra cadáver, al igual que FMI, y otras siglas que está usando en sus últimos Artefactos, es un latinajo que resume la fórmula Caro Data Vermibus (carne para gusanos).
Como siempre con Nicanor Parra, hay que tener cuidado con las palabras. Vaya a saber uno lo que este chillanejo macuco querrá decir cuando habla de antiguallas. «Los huasos tiran las palabras con efecto» -advierte- manteniéndose siempre en el centro inmóvil de la contradicción. Como en aquella oportunidad en que una invitación a tomar el té con la esposa de Nixon le valió las iras de La Revolución, que no estaba para bromas. «La derecha y la izquierda unidas, jamás serán vencidas», respondió salomónicamente. Mientras que a Fidel Castro le mandaba lacónico recado con ritmo de maracas. «Fidel debiera confiar en mí, tal como yo confío en él. La historia me absolverá».
De todo esto, de lo que dice que le cobró a Pedro Carcuro para no ir al De Pé a Pá, de por qué es tan reacio a reeditar sus libros, y de muchas cosas más, conversamos con este antipoeta, candidato consuetudinario al Premio Nobel de Literatura, que agradece cada nuevo homenaje «con una lágrima en los anteojos».
Uno piensa que está yendo a visitar a Walt Whitman, porque de algún modo Nicanor Parra se las ha arreglado para vivir en Santiago, como un ermitaño en medio del bosque. Nos recibe en el living de su casa, atestado de libros, de recortes de prensa, de pequeñas bandejas con signos y dibujos. La sala es como el interior de un viejo violín, oscura con la temperatura exacta de la madera.
-Ha estado muy solicitado el último tiempo…
-Algo pasa, deben ser los funerales. Hay olor a cadáver, como se decía antes.
-Pero usted se ve bien
-Hasta aquí vamos bien dijo el gato, cuando venía cayendo del octavo piso y pasando por el segundo.
-¿Tiene listo el epitafio?
-Hay varios.
«Hola, no se preocupen
Estoy mejor que cuando estaba bien
Ánimo, descansen en paz».
Hay otro que puede llamarse epitafio, son los últimos versos de un poema que apareció en un libro mío que se llama Versos de Salón, el poema se titula «Lo que el difunto dijo de sí mismo», es un difunto muy retórico, energuménico, el poema termina así:
«No se rían delante de mi tumba
Porque puedo romper el ataúd
Y salir disparado por el cielo»
En Chillán, cuando era niño, vivía prácticamente en el cementerio, «al otro lado de la línea», en los suburbios. Por la puerta de la casa pasaban los cortejos. Estaba la estación de trenes, luego la feria de animales y después el cementerio.
¡Ayayai! Un sector muy movido.
-¿Por qué se refiere a sus Artefactos como a «antiguallas del siglo XX?»
-Yo encontré esta palabra por accidente. Tenía que dedicarle un libro a un médico -Pedro Vidal-, que el año pasado me operó de una oreja. Me dejó bien, y más encima no me quiso cobrar. Me dijo: «Como le voy a cobrar si usted escribió ese texto sobre mi tío abuelo (Vicente Huidobro)». El texto se llama Also Spracht Altazor (Así hablaba Altazor). Entonces, yo pensé, lo menos que puedo hacer es dedicarle un libro, pero qué le pongo: «Al doctor Pedro Vidal estas antiguallas del siglo XX, en represalia por haberme salvado la vida».
-¿Cuáles son las antiguallas, los Artefactos o los grandes temas a que aluden?
-Todo lo que ocurrió en el siglo veinte es una antigualla. Esta palabra me gusta porque es una palabra huasa también, y los huasos lanzan las palabras con efecto.
-¿Hay algún punto de comparación entre la muestra de Huidobro y la suya?
-No hay que confundir las dos exposiciones. Espero que no las confundan. La exposición de Huidobro es una exposición de la vida social. Ahí se va a pituquear. El no tiene nada que ver con las rayas ni con los monos.
-¿No cree que en general se toma poco en serio las incursiones en las artes visuales de poetas y literatos?
-Le voy a responder con una frase de Juan Antonio Ramírez, un crítico del diario El País que escribió una frase que es una bomba de hidrógeno: «El mayor arte revolucionario del siglo veinte». ¿Qué le parece a usted esta frase? ¿Qué tiene que ver con esta frase lo de Huidobro? Lo de Huidobro es una colección de objetos personales.
-¿Hay proyectos editoriales para los Artefactos?
– Estoy traumatizado con los editores, parece, porque yo no les dejo reeditar mis libros. Yo creo que tiene algo que ver con mis estudios shakesperianos. El no publicó ninguno de sus libros, los piratas se los robaban. Entonces, hay que parecerse en algo a Shakespeare.
-¿Tiene ofrecimientos concretos?
– Me ofrecen, pero me ofrecen muy poca plata. Por ejemplo, al Fonde de Cultura Económica le pedí un buen anticipo por las Obras Completas. Ustedes van a decir que fue muy poco lo que pedí, un millón de dolares. Con esa plata uno se compra un buen departamento en el Barrio Alto nomás. Y ahí está toda la vida de un hombre. Se asustaron y no volvieron nunca más. Y lo mismo pasó con Alfaguara. Yo no le trabajo gratis a nadie.
-¿Tiene discípulos?
-Un crítico ha dicho que desde Baudelaire en adelante todo es antipoesía. El curita Valente dice que prácticamente todo lo que ocurre en Chile en los últimos veinte años es antipoesía parriana.
-Pero hay una cantidad de poetas jóvenes, menores de treinta años, que parecen tener otras referencias…
-Esa es una pregunta para críticos. No me ponga palitos porque no los voy a pisar. Es muy fácil irse al chancho con esa pregunta. Puede parecer muy sobrado. Yo también podría decir que soy el único, pero ahí estamos nada más que jugando a los huasos chillanejos, a los huasos macucos.
MR: NOBODY
-¿Cómo nace este personaje, este corazón con patas, protagonista de sus Artefactos?
– Ahora en España le pusieron don Nadie. Esto empezó con Míster Nobody. Y antes de eso fue Ulises, y ahí tenemos que comenzar a hilar fino, porque eso es Homero. Cuando Ulises es sorprendido por Polifemo en la caverna, descansando junto a su tripulación, el cíclope lo pesca y le dice: tú me has caído bien y te voy a hacer una gauchada. La gauchada va a consistir en lo siguiente, a ti te voy a comer al último, pero me vas a tener que contestar una pregunta. ¿Quien éres tú? Y Ulises le contesta lo siguiente (y aquí Parra cita del original en griego con voz rotunda, gozando con cada sonido homérico), «te lo diré», pero pronuncia su nombre de una manera particular, porque su verdadero nombre significa Nadie. Esto es muy importante, porque cuando le entierra la estaca al gigante y éste sale corriendo y gritando, y los demás gigantes vienen a ayudarlo, le preguntan ¿qué te está molestando? La respuesta de Polifemo fue: Nadie Ah!, perfecto dijeron.
-Pero también está Míster Nadie de su obra teatral Hojas de Parra.
-El año setenta y ocho en una carpa se presentaba un circo pobre y simultáneamente se enchufaba otra obra que se llamaba Hojas de Parra. El personaje central de esta obra se llamaba Míster Nadie, y aquí llegamos al origen del nombre. Cuando Carter se presentó a una rueda de prensa un día antes de las elecciones, un periodista le hizo una pregunta y Carter no respondió, «paso» dijo. Esto se repitió por tres veces y la última vez el periodista tomó la palabra y le dijo: «señor Carter, hasta este momento usted era mi candidato, pero a mí me parece que un candidato debiera estar en condiciones de contestar cualquier pregunta de sus adherentes». Carter le respondió sonriente: «Nadie es capaz de responder todas las preguntas». El periodista dio un gran portazo y se retiró. Este desgraciado inició entonces una gran campaña llamando a votar por Nadie y recorrió Estados Unidos. Fue una cosa muy divertida con niñas en pelotas bailando, a la americana. Yo hice entonces aquí también la campaña de proclamación de Mister Nadie. Escribí un texto que se llamaba, Mister Nadie for President. El texto decía: ¿Quién resolverá todos nuestros problemas? Nadie, contestaba la muchedumbre. ¿Quién nos liberará del comunismo? Nadie.
NICANOR PARRA EN SERIO Y EN BROMA
Los artefactos, esa acumulación de objetos de toda calaña acompañados de sentencias tan escuetas como lapidarias, obedecen a un largo proceso de evolución que viene desde los antipoemas, y que a pesar de incorporar al texto el habla coloquial estarían todavía cargados de retórica. El objetivo de los Artefactos es más audaz aún. Tiene que ver con la anulación del concepto de autor, de originalidad. Parra recuerda que fue Borges quien dijo que no había que preocuparse por el plagio, que entre todos escribimos un gran libro. En los Artefactos, entonces, ya no quedaría nada de la impostación del poeta. Es el lenguaje mismo, en estado salvaje el que estalla ante nuestros ojos. Por eso en los Artefactos caben todos los hallazgos. Un crucifijo vacío con un cartelito pegado que dice «voy y vuelvo»; o el otro hecho de mimbre y con el Cristo en su lugar acompañado de la siguiente leyenda: «el que pierde gana». O una bacinica azul con una tapa de olla con el mensaje: AL PASO QUE VAMOS en el año 2000 comeremos KK. Dificulto que alcance para todos. O la cita proverbial «de boca cerrada no salen moscas». Nicanor Parra escudriña en lo que lo rodea buscando el chispazo que puede venir de un sesudo artículo de Le Monde Diplomatique sobre los paraísos fiscales, de un aviso en un tren en Estados Unidos, o por qué no, de algún olvidado poema cursilón ligeramente retocado.
-Se usa mucho la palabra «sarcasmo» para adjetivar los Artefactos. ¿De dónde surge esta especie de humor metodológico?
-La seriedad es una lata. Y la broma puede caer fácilmente en la vulgaridad. Hay que jugar en los dos planos.
-¿De dónde salió este método?
-La respuesta está en una historieta, algo que yo escuché cuando era muy niño, cuando alguien le preguntó a mi madre, Clara Sandoval, ¿cómo está el niño? La mamá contestó lo siguiente: «es un niño problemático. Para empezar, le cuesta respirar. Segundo, se lo pasa haciendo dibujos en el aire -Yo todavía me sorprendo haciendo eso-. Tercero, habla hasta por los codos. Pero lo más problemático del caso es que nunca se sabe si está hablando en serio o en broma».
Esto fue un problema en cierta forma para mí en una época, porque como yo hablaba en serio y en broma, nunca tomé muy en serio la revolución. Eso no podía ser. Había que comprometerse con ella ciento por ciento, de lo contrario uno se hacía acreedor a cinco balazos en la nuca. Si ustedes ven las referencias que hay a la revolución en los antipoemas, es una revolución en serio y en broma, por eso a mí me pasó lo que me pasó con la UP y con la izquierda chilena. Ahí está la famosa taza de té que yo tomé con la señora Nixon. Y esto tiene que ver con el método de los métodos que es la seducción. Yo encontré este método para sobrevivir. Si yo no hubiera tenido este método me habrían hecho desaparecer. Me incendiaron la carpa (donde presentaba una obra de teatro en 1978), me sometieron a dos interrogatorios y además me enviaron un mensaje muy feo, me decían: córtela con Mister Nadie porque sino uno de ustedes tres va a desaparecer.
-¿Quiénes eran estos tres?
-Manuel Salcedo, Jaime Vadell y yo. Leyendo a los críticos franceses resultó que la seducción es grito y plata en Francia. O sea, no hay que enfrentar al enemigo, hay que contarle un chiste.
-¿Qué función cumple el señor Nadie?
-Es un personaje equívoco. Por eso los antipoemas siguen funcionando. Tiene que ver con la seducción y con la deconstrucción. El antipoeta no es un predicador, dice todo lo que se puede decir y enseguida retira lo dicho. O sea, lo que cuenta es la configuración de palabras. Aquí no hay doctrina. A pesar de que ahora estoy medio doctrinario.
ANTIPROYECTO
-¿Doctrinario en qué sentido?
– A partir de un artículo publicado en Rocinante, por ejemplo, titulado «Las entrañas del desencanto» por primera vez me interesó y me incorporé en el tema que se llama conflicto mapuche. Es un tema al que le sacamos el cuerpo. ¿Cómo es posible que Neruda, que nació en Temuco y vivió rodeado de mapuches, no los vea. Los mapuches no aparecen en los poemas de Neruda. Tal vez esto responda a un tema de educación. Las referencias son las siguientes: la primera: flojo, ladrón y borracho. Enseguida nos dicen que eran caníbales, antropófagos. Pero yo tengo una posición frente al conflicto mapuche.
-¿Cuál sería?
-Yo no trato de rehabilitar a los mapuches, no, eso no es responsabilidad mía y además por ese lado se llega a una aproximación, por decirlo de alguna manera, romántica del problema.
De la Comisión del Bicentenario me empezaron a molestar por teléfono para que dijera algo sobre el tema de los doscientos años. Pero ¿qué puede decir uno si no es repetir los lugares comunes de los políticos y de los padres de la patria y de los milicos y de los poetas épicos? Felizmente encontré un planteamiento. Hay que formar el gobierno mapuche en el exilio. Vuelta a la Madre Patria, antes que los mapuches nos echen a patadas. Nos quedan nueve años para ver quiénes somos. ¿A dónde vamos y de dónde venimos? Españoles nacidos en Chile reza con todas sus letras el Diccionario Hispanoamericano, hijos pródigos que se fueron a dar la vuelta al mundo y se farrearon la herencia paterna. Fracaso total, los aborígenes no se dejaron cristobalizar y nosotros no nos supimos naturalizar. Aclaremos las cosas de una vez, este país les pertenece a ellos. Un poquitito de delicadeza, vuelta a la Madre Patria es la consigna, salvo que los mapuches se resignen a concedernos visa de inmigrantes, o por lo menos visa de turistas. Éxodo o lo que digan los caciques.
SU NUEVO AMOR
Así es Nicanor Parra, astuto, escurridizo, pero también sentencioso y lapidario. Lo dejamos sentado frente a una lámpara, garabateando sobre uno de sus numerosos cuadernos de croquis algún nuevo Artefacto. Un rato antes ha declamado extensos pasajes de Hamlet en inglés isabelino, ha hablado de La Odisea, de física cuántica, de las ecuaciones de Lorenz, con la cebellera blanca y revuelta en el mejor estilo de Einstein, o tal vez de Mark Twain. Ha hablado de logos, de los misterios del mapudungun. Y hablado de su nieta Josefa, de un año y medio. «Ella me hace señas con la mano -comenta con el rostro iluminado- se despide de mí».
«Mi nieta juega en el jardín
Y sin embargo yo estoy triste
Triste de tanta dicha
Porque la dicha tiene fin
Es la más linda de las flores
Como esta flor no hay otra flor
Que han sido mis otros amores
Comparados con este amor»
Nicanor Parra recita estos viejos versos, recuperados de un poema de María Monvel sin énfasis ni dramatismo. Es la flecha del tiempo diría él, el Cronos. Como sea, Parra y su nieta viven su historia de amor «porque los nietos a diferencia de los hijos no cargan consigo ningún complejo de Edipo».
Queda la impresión de que Parra tiene cuerda para rato. La muerte, después de todo, ha estado presente a lo largo de toda su obra, burlada a veces a punta de ingenio, como en esas historias del huaso y la Pelada que cuentan los antiguos. De hecho, llegado el caso, Parra tiene listos, no uno sino varios epitafios, por si las moscas.