por Wilmer Skepsis
«Carne» (Cinosargo, 2011) sigue el derrotero experimental -para citar un término al uso- iniciado con «Gramma». Lenguaje que machaca y hiere exquisiteces, no es de fácil digestión, requiere apertura tanto mental como sensitiva, nos plantea el desafío de quitarnos el ropaje del lenguaje cotidiano e imbuirnos en el goce que supone la lectura de una poética visceral, sucia, atravesada por el veneno coprolálico. Lenguaje cruzado por una multiplicidad de discursos que van desde lo cinematográfico hasta lo cibernético; la escritura es fragmentaria hunde su hacha en una orgía de sensaciones visuales, plagada de sudores y gemidos, erotismo descarnado, goce sexual, sensualidad plena, con ligeras dosis de violencia, horror y sadismo, todo filtrado por la rabia que la existencia posmoderna engendra, un cierto desencanto que hace del libro una descarga de “Vomito… mucha rabia, carne y letras atropellándose».
La realidad trazada es dura y violenta (cercana al llamado Realismo sucio) que hasta el breve aleteo de la ficción se (des)humaniza en las referencias -algunas con dejo entrañable- a personajes y héroes de videojuegos, cómics, cine de terror (¡Tobe Hooper es Dios!), música punk, etc. La lectura de «Carne» fatiga, no permite respiro, es un bofetazo a la mandíbula del convencionalismo literario, por su ironía corrosiva, la invitación a lo grotesco, la exploración del lado perverso, pero que no deja de entremezclarse con elementos autobiográficos (como el recuerdo mordaz, del padre); por ello, el libro es un reto al lector, a quien corresponde (re)leerlo, (re)interpretarlo, y luego, tragarlo o escupirlo, según sea el caso. Por lo pronto, nos lo hemos tragado. Saludamos, con gesto ferviente, a Daniel Rojas Pachas, quien, con este poemario (eso creemos) ha alcanzado su propia voz, mediante la (re)creación de un genuino universo textual.
(WKL)