Es el segundo sábado de marzo y voy a reunirme a tomar café y discutir algunos puntos literarios y basquetbolísticos con un amigo. Pienso que sería una buena idea llevar la cámara para ver que pasa en la ciudad, al menos en la parte que más frecuento, el triángulo de santiago, ñuñoa y providencia. El día es caluroso, pero un par de nubes cubren a ratos el sol. Abochornado diría mi abuela.
En el bustamante, casi frente al parque de skates (que antes fue una fuente de agua), un gato ha trepado a lo alto y no sabe como bajar. Siempre muestran esto en las películas o monitos gringos, pero nunca lo había visto en vivo. El árbol está al interior del edificio — cerca de las ventanas, pero demasiado lejos para intentar un salto. Un tipo se asoma desde el segundo piso y observa al gato con indiferencia. Abajo está un niña de abundantes carnes y pelo rojo. Mira al gato, hace una mueca con el rostro y finalmente no dice nada. El más activo es otro, un tipo joven que le da precisas instrucciones al gato, más a izquierda, a la rama que está más abajo, no no vuelve a tu derecha dos pasos…
No pude determinar si la cara de desconcierto mayor era en el gato o en la chica del pelo rojo.
En plaza italia hay barristas de colo-colo, pero no juegan hoy. No quiero saber donde van. En el parque forestal hay poca gente, un par de parejas y solitarios dedicados a la contemplación y el camino. Llego a plaza de armas. veo a un amigo haciendo un retrato de una gorda. Estoy frente a una pileta circular con un radio de cuatro metros. Al interior dos niñas giran. el agua se alza a ambos costados y la luz entrega un reflejo en la piedra.
Otro gato, otro árbol. La distancia es quizá un poco más alta. Este gato es en cambio mucho más pequeño. La gente lo mira, comenta y luego se va. en un momento todos se van y solo queda el maullido del gato y palomas que lo miran extrañadas.
En el teléfono leo que hay una cicletada de empelotados a esa misma hora saliendo desde el mac. llegó allá y están partiendo. Un tipo desnudo habla. Lleva en el pecho pegados unos papeles con mensajes impresos.
Subo otra vez a mi bici y comienzo a seguirlos, a grabarlos. No son muchos. Solo uno está completamente desnudo. Un hombre lleva un tatuaje de un ángel en la espalda. otro escribe en la espalda de su amiga: solo 1,5 mts –>.
Nos acercamos a la moneda y la policía se agita. No es necesario tener un permiso para reunirse y andar en bici, pero no está permitido andar desnudo. el grupo dobla por bandera, en dirección a plaza de armas.
Otra vez la plaza. La gente se ríe al vernos pasar. se gritan consignas, reivindicaciones a los derechos del ciclista. Se escuchan un par de obscenidades, un esquizofrénico corre al lado de la caravana. varios reporteros gráficos caminan también junto a las bicicletas.
Vamos llegando al museo. Hay aplausos y bicis en el aire. la gente se viste y se va.
Al volver a casa vi más barristas de colo-colo caminando en la misma dirección. Aún no sé adonde iban.