Por los cristales de la puerta se ve a un hombre y una mujer sentados en la plataforma de lectura, agotados y cubiertos de sudor bajo sus trajes metálicos. Sólo una herida cenicienta en la malla del guardián delata la huida y un escape apenas logrado. -“Gracias por ayudarme”- murmuró la mujer. El hombre no responde, en cambio quiere apoyar la cabeza en el hombro de su vecina, pero no lo intenta y, vacilante y preocupado, reflexiona: “¿y qué pasará, qué pasará entonces con nuestro futuro cuando nosotros, los guardianes de este mundo, necesitemos protección, deseemos ser los protegidos?”.