Desde hace un tiempo que suelo dormirme en los cines. No importa si la película es buena, mala, entretenida, asfixiante. Siempre me duermo. A veces es al principio, casi siempre es a la mitad, y si es muy aburrida, al último. Un par de ocasiones decidí partir a la mitad del film, pero el sueño fue más grande y terminé durmiendo hasta los créditos. No sé muy bien por qué ocurre esto, no siempre fue así, pero de un tiempo a esta parte, tiende a ser la norma. No son grandes siestas, unos minutos aquí, otro minuto allá. A veces pierdo partes cruciales del argumento, las más no afecta en nada o casi nada en mi experiencia de espectador.
Este fin de semana vi Joven y Alocada con una audiencia no menor para un domingo en la noche. La película ha tenido en general buena crítica y ha ganado un par de premios por ahí. Hay tantos premios en estos días que es difícil reconocer a simple vista cuál importa y cuál no. En fin, el film trata la vida de una joven en el último año de liceo que vive con su familia ultra evangélica y que está tan caliente como toda persona de 17 años. El guión se construyó a partir de un blog y es precisamente ahí donde se encuentran las líneas más frescas del guión. Hasta ahí todo bien, la introducción la historia está muy bien hecha, se presentan los personajes principales, los secundarios, los buenos, los no tan buenos y los malos. Los problemas comienzan al desarrollar la historia, es aquí donde el relato comienza a perder peso, un triángulo amoroso, lesbianismo, experimentación propia de la edad, y un desenlace pobre y mal construido. La historia nunca nos lleva donde nos prometió en los minutos iníciales. Una sensación de pérdida de tiempo me lleva a dormirme hacia el final, solo para despertar con un funeral que recuerda esos cuentos escritos por adolescentes donde siempre muere el protagonista.
Generalizar es siempre riesgoso, pero creo ver aquí una de las carencias más notorias del cine nacional de los últimos años, un guión que desarrolle una historia que atrape, que genere complicidad entre el espectador y lo narrado, tanto en el guión como en la forma de filmar. Los personajes que construyen una historia pueden ser ordinarios, extraordinarios, creíbles, inverosímiles. Para el resultado final da un poco lo mismo. Lo que resulta crucial en una película es lo que ocurre con esos personajes, que situación enfrentan, como la enfrentan y como la resuelven. Es justamente aquí donde Joven y Alocada reprueba su examen. El ritmo del film nunca cambia, el clímax es blando y largamente anticipado, no hay desarrollo de los personajes ni arco dramático. Nada de lo que ocurre resulta relevante, ni para los personajes, ni para la historia y menos para el espectador.
A pesar de todo esto, Joven y Alocada no es un mal film, es de hecho un buen comienzo en la carrera cinematográfica de Marialy Rivas, su directora, y Alicia Rodríguez quien da vida a Daniela, la protagonista. Un tropiezo para Pedro Periano y María José Viera-Gallo quienes junto a Camila Gutiérrez (en cuya vida se basa la historia), fueron incapaces de contar una historia que interese a alguien más que al selecto grupo de narcisistas adolescentes que se ven reflejados en el film.