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Füchse von Llafenko indaga en las repercusiones de la II Guerra Mundial al interior de las colonias alemanas; los nexos, adhesiones y rechazos al nacionalsocialismo imperantes en Alemania, en la voz de distintos hablantes que reflexionan sobre estos y otros asuntos, como el mestizaje y la aculturación, teniendo la oscura y mojada geografía del sur de Chile como un gran fantasma que envolvió y condicionó la vida de aquellos anónimos inmigrantes.

Gloria Dünkler

Las tierras de Llafenko jamás fueron un edén como se nos dijo. Las huellas yacían pobladas de espinas; lluvias y vientos resultaban devastadores, antojadizos y el páramo cerraba sus entrañas a la siembra. Frutos silvestres y ovejas ramoneando los prados se negaban a dejar su cautiverio; el bosque no consentía derribarse y los ríos se abrían paso con más furia. Las tierras de Llafenko fueron un laberinto de secretos, un enjambre de preguntas sin respuestas.

 

Poemas

Fantasmas de la escuela

“La juventud escolar ya saluda del todo espontáneamente con el ‘Heil Hitler!’. Y como algo completamente natural resuena en el estadio de Temuco el himno Horst-Wessel. La sangre ha vencido y el espíritu de la juventud de nuestro gran pueblo ha arrastrado en su resurrección también a nuestra juventud chileno-alemana”.

Citado en Los nazis en Chile, de Víctor Farías

*
Tuve compañeros que soñaban con ser agentes del SS
o enfermeras de campaña.
Karl poseía una colección de soldaditos
que eran la envidia de la escuela
y hasta los cholos de las reducciones
morían por jugar con nosotros.
Tras oír lecciones sobre la historia de las razas
lo dibujábamos pronunciando su discurso en los balcones,
condecorando niños valientes y madres esforzadas.
“Ustedes algún día también serán
el orgullo de sus padres”
nos repetía ese profesor emocionado
y era nuestro objetivo a lograr,
pero mis calificaciones fueron las peores.

*
Allí nos encendían
el honor que significaba, para nosotros,
formar parte del Landesgruppe Chile,
engrosar las filas en pueblos y metrópolis,
servir a la causa como fervientes multiplicadores
de la germanofilia.
Mi padre no vio dudas en la madre de Karl
que dio un paso al frente.
Él las tuvo y me obligaron a desertar de su amistad
por oscuras diferencias familiares, política,
la cuestión era estar con la patria,
asuntos que dos niños no comprenden,
que nada les importa.
La valentía de ir en contra fue para mí un accidente.

Mi padre conoció el desarraigo.

 

El paso de los años

Unrein

No despiertes estos demonios
que respiran bajo mi sangre,
desaparecidos guerreros que acuñaron pasión y muerte;
no te burles, no pronuncies los viejos juramentos,
el beso que muerde,
las plegarias de mis ancestros por las noches
antes de amarse.
No los obligues, no me sometas, no te ensañes.
No me vendes los ojos, no descanses en mi selva
y te permitas nadar en mis ríos pedregosos.
No me empujes al abismo esta noche.

*
Un cobarde para mi nación,
remiso al decir de mi abuela,
inútil para mis amigos.
Fui débil
como un anciano agonizando
en la cama de un hospital
y asustadizo
como un muchachito en su primer día de escuela.
¿Cuántos otros morirían en mi nombre?
Bien lo sabía, pero más valió un plato de lentejas
y un camastro bajo la luna menguante.
Entonces el corazón me saltó por la boca
y se hundió en la traición
cuando, frente a todos,
dije no a las Juventudes NS.

Nuestros caminos se abrieron dolorosamente.

 

Misivas de Karl desde el frente

“Cerca suena una descarga
¿va por ti o va por mí?
y a mis pies cayó herido
el amigo más querido
y en su faz la muerte vi…”

De la canción “Ich hatt’ einen Kameraden”.

Gib mir

Bella Kameradin: lo nuestro jamás será escrito y nunca sabrán que la vida se nos fue en ello: los muertos, la furia de una bomba, la navaja buscando los hígados.

Kameradin de siempre, invocamos guerreros y videntes que dormían, el pacto blanco de tribus adversarias. Fuimos vándalos con el martillo clavado en el sol, nos batimos en duelo a besos limpios y al fuerte humillamos robando el vino de sus tinajas.

Mientras las balas silbaban atravesando la noche, sostuvimos nuestra guerra prohibida amándonos en la tragedia.

Witwe des süden

Los dedos bailan surcando tus cabellos, apartando la flor de la tiniebla, la brasa de la carne. ¡Si pudieras calmar este dolor que mana de mis heridas –ahogándome-, que en sueños recogieras mis pedazos, que me amaras como una fiel valkiria!

Desde el suelo puedo oír el canto de los hermanos que tienen un lugar para mí. Sus cuerpos cercenados en el monte, cabezas divorciadas de los cuerpos, manos apartadas de los brazos –aplaudiéndome-, a mi abuela sonreír entre la humareda y los tanques.

Mutter, Mutter, sterbe. Hitler: weil sie mit Vergnügen Sterben.

El ocaso

*
En Llafenko jamás nos prometimos riquezas más que labrar los huertos y amaneceres con tinajas vacías. Éramos libres, aprendimos a dar la cara y en la kermesse brindamos por lo nuestro, amándonos contra indios y alemanes –me volví contra mi propia sangre-, criando desertores de la patria, tarados mentales, mestizos deformes al decir de mis vecinos en esta esquina del planeta. Más tarde comprenderían que yo sólo buscaba fundir aquellos destinos.

 

*
Provengo de un tronco de longevas raíces: no soy Schmied “el herrero” o Müller “el que trabaja en el molino”; somos náufragos de un bello secreto, una boca de afilados colmillos que se clavan en la carne y en la memoria hasta que vengas a relevarme, a tomar lo que forjaron tus mayores con el hierro y la obediencia. Que sacrificas al cordero, que ultrajas la tierra virgen, que olvidaste tu familia y cruzaste los mares con destino a América; esto y aquello dirán de ti y de tu árbol, pero te mantendrás firme y has de proteger tu vida en la leyenda. Que digan lo que quieran, menos que fuimos cobardes.

 

*
A veces me preguntaba si, quizá, mi amigo tenía razón en abrazar con locura su causa patriota y era mejor encontrar la muerte con un poco de dignidad. Jamás en los asilos, orinado como un niño, tragando la papilla, esperando a la enfermera por un cambio de pañal. Ayer, hoy o mañana daban lo mismo, pues siempre vendría otra guerra y aquello nunca pararía, como bien lo señalan las historias épicas. Esto era como una fiesta: solo cambiarían las canciones de moda, los cortejos a la bella y los pasos de los nuevos bailarines. A veces me preguntaba qué habría sido lo correcto: quedarme en estas tierras o partir. Ahora sé que moriré con la duda.

 

*
Llafenko era un puma que seguía respirando oculto en la sierra, lamiéndose la herida y rompiendo su silencio un día bajó a tomar agua. Yo también seguía aquí, resistiendo, negándome al turismo y sus carreteras, a la locura, al asilo, a la dictadura del abandono, al olvido de las almas perdidas en cualquier infierno. Como un tractor oxidándome bajo la lluvia, como tejas pudriéndose, como ratones meando en los graneros, seguíamos aquí esperando el juicio final.

 

Füchse von Llafenko, Gloria Dünkler, Ediciones Tácitas, 2009