Camino a los suburbios

Yaxquin Melchy

 

 

Mamá

¿por qué vivimos tan lejos de mis recuerdos?

 

Creo que recuerdo una película que me proyectaron de la muerte:

ahí hay una chica somnolienta que llevan a enloquecer.

 

 

 

El cinéfilo

Sławomir Mrożek

 

 

 

Fui al cine a ver una película histórica. En principio, salvo las de romanos —salen chicas en pelotas—, no me gustan las películas históricas, sin embargo, en el cartel había una guillotina y a mí eso de las herramientas afiladas en acción me atrae. Lo que más me gusta es cuando cortan a la gente con una sierra, sobre todo si es mecánica, aunque también una guillotina tiene lo suyo.

 

El título era Luis XVI. Luis, un nombre normal, mi primo se llama Luis, pero ¿y ese apellido? Yo qué sé. El tal Luis seguro que era analfabeto y firmaba así.

 

La peli no empezó nada mal. Mucha lanza, bayoneta y sable, pero yo esperaba la guillotina. Y ya estaban a punto de cortarle la cabeza a un rey, cuando un tipo se sienta delante y me tapa la pantalla.

 

—Oye, tú, mueve la cabeza a la derecha o a la izquierda, que no veo nada —le dije.

 

Y, en vez de moverla, el tipo se la agarró de las orejas, tiró hacia arriba, se la quitó del cuello y se la puso en las rodillas. De nuevo tenía buena visibilidad, pero ya de qué me servía, si la escena de la guillotina se me había pasado. Me perdí el mejor momento de toda la peli, y todo por culpa de ese imbécil.

 

Yo, a gente como ésa, no la dejaría pisar el cine.

 
Help me

Viviana Geeregat

 

 

Cruzamos la ciudad que se aleja de nosotros

de nuestro miedo inscrito en la frente

El espejo grita sobre una imagen que no resiste

la profundidad de las arcadas

en una anatomía incomprendida

 

Sabes que pronto gobernará tu instinto

y apartas todo gesto que pueda dañarme

Esta noche horrenda, mutante

nada sabrá de mariposas,

sino de hombres-moscas

sobrevivientes a la desintegración molecular

al tiempo inexistente

la inconsciencia del espacio;

experimentos encriptados  en un lenguaje de insectos.

 

Tus miedos arman la telaraña

Rompes el aire con un grito desconsolado,

ese auxilio perdido en la insignificancia

Help me, please!

pero es tarde para eludir cualquiera de los destinos.


John Locke ha muerto

Aciro Luménics

La primavera nunca llegará hasta mí

En esta frontera remota, es

el segundo mes y no hay flores en la ciudad

ni en las colinas.

Ou Yang Hsiu

 

Entonces el mayor escollo

resultó sencillo.

Una múltiple verdad, inabarcable,

encarada al tiempo que no existe.

 

Una mano extiende al horizonte,

y no da vueltas

no gira

no regresa

más allá de un pequeño vuelco y salto.

 

Entre angostos pasadizos

y evidencias del ensueño,

o del futuro, una imagen insaciable,

doble cuerpo

entre la selva de pilares y retratos

de una civilización perdida.

 

Ya marchamos, cabizbajos,

rumbo al muelle.

 

El hombre sin edad se vuelve y se despide

entre lamentos y paréntesis

de una vil sonrisa inconvincente.

 

No sabemos nuestro orden, ni regreso.

Nuestro código de embarque.

Nuestra recepción, más allá de aquel umbral

que nos separa siempre.

 

Número y secuencia. Estación primera. Hielo eterno.

La escotilla lejos. La explosión. El cielo oscuro…

 

La rueda no ha girado desde entonces.

 


La sonámbula

Martín Cinzano


 
 

El mundo es una sucesión de imágenes ininterrumpidas

soñadas por el fantasma de una mujer.

 

El fin del mundo

no es cuando un meteorito impacta con algo llamado Planeta Tierra

ni un tsunami

ni una explosión atómica ni la guerra nuclear

 

El fin del mundo

es cuando esa mujer despierta.

 

 

Ternura punk

Rebeca Yanke

 

 

A mi madre le gustaba tanto Bowie que, dicen, se cortó el pelo como él, ella joven, yo inerte. Me lo contaron después. Pero jamás vi una foto de ella

Con el pelo corto, y mi madre era fotógrafo. O fotógrafa según la consideración lingüística actual de la feminidad. Mi madre era fotógrafo y lo eran también sus tías, que aún viven, ellas sí.
Sin embargo, tengo una foto de una foto de David Bowie que, presumiblemente, hizo mi madre. Qué viaje extraño. De una reconciliación
Tras muerte siempre se recibe una caja con fotos.
Entre algunas de mi madre, de mi madre y mi padre, de nosotros, estaba Bowie, en blanco y negro punk. ¿Llevaría cresta mi madre? No tengo ni idea de qué echo de menos. Guardo las imágenes, recupero fragmentos y después decido perderlos.
Bowie salió de la caja para que lo abandonara en Salamanca, intentaba llegar, como hice yo, de Bilbao a Madrid. Pero no hice todo mal, le di la foto de Bowie a un amigo que es fan de este hombre inquietante que me recuerda que alguna vez fui nadie pero estaba a punto de ser alguien.

 

 

Stalker

Juan Manuel Silva Barandica

 

 

Sigues al sol como al hombre que dice

oír notas: el brillo en la corola de una rosa.

Cae el silencio, gota a gota la humedad

por los  leves tallos de hierba.

Pisas sin pisar y es grande la espalda

del guía.

El canto del álamo, del trébol y la menta

se alzan con la serena timidez del agua.

Cimbran las nubes el tigre del cielo,

y la Zona a la que entras

sin distinguir siquiera la entrada

no es el templo ni el palacio

que un rey en el exilio hubiese abandonado.

Callas para oír cómo oye quien

dijo saber el sonido que emiten

las cosas al desaparecer.

 

Has olvidado tu lengua,

extranjero de ti

abre la lluvia tu boca

y los  soles que eleva la flor

dejan salir

todo lo que ha quedado afuera.

Canta la música del agua que riega el universo.

Cantas.

Observas cómo las líneas de tu rostro

se dibujan en el rostro de tu guía,

sus manos en las tuyas

a través el espejo.

 

 

El vagón de agua

Óscar Saavedra Villarroel

 

 

La ciudad de la luz está a ochocientos kilómetros de distancia.

Estoy sentado mirando, junto a La niña lisiada,

una sociedad propensa a desaparecer

como esos castillos en el aire y esas murallas de nubes albinas.

La primera estación está a quince minutos. El vagón de agua tiende

a decir a los pasajeros que el pensamiento es una lluvia de nieve

y que como los peldaños son de cristal, al primer descuido,

cuando subes, te caes,

y la subida es una bajada metafórica o una hipérbole de la gravedad.

Vi caer a un hombre vestido de diálogo, junto a una maleta que le

hablaba en una dialecto irreconocible.

Mi compañera, que tiene unos labios color noche, me explicó la

conversación de la maleta con el hombre,

es que a veces puede hablar en el lenguaje de las estrellas,

otras veces puede traducir los distintos paisajes o escenas que hemos

visto a través de este travelling,

-conoce las lenguas, como quien conoce una piel descrita en Arameo-.

La niña lisiada me explica que cerca de la primera estación hay un cementerio.

Me detendré ahí, le digo, para entablar un diálogo

con los fantasmas de la  memoria,

puede que descubra la oscuridad más hermosa de la lengua, o simplemente

me caiga como el silencio de estar perdido dentro de un túnel de arena.

La niña lisiada me dice que su padre murió hace quinientos años.

Murió joven, prosigue-: parecía un maniquí recién instalado en la realidad.

Llegamos a la primera Estación que nos sorprende por las cascadas

de espejos que la rodean, porque esas cascadas pueden reflejar el aire como

el firmamento y que debo cambiarme los ojos

para ver mejor esa realidad, me dice

la niña, observando los castillos en el cielo, y la manera en que las cascadas

se tornan: un teatro de nosotros que ahora somos agua, o su reflejo.

 

 

 

Saga Burbúrica *

Soledad Chávez Fajardo

 

 

La noche de las narices frías sí que surtió efecto.
Cruella de Vil

I. Planteamiento

 

Cual esperpento pronto a partir
Impuestos lenguas adosados rastros
Dálmata a dejar se asoma
Surcos y sesos secos:

 

 

II. Objeto a lo Mampato

 

Cual cucalón calado de claves
Romanista dentro de arcaísmos
[de los que no se oyen]
Cinto agarro
[ora espacio temporal, ora racional]
Y sigo rastro dalmático…

 

 

III. Udina Burbur

 

La clave está en superar la constante espacio-tiempo
Oído atento
Dalmacia desesperada
Procura dejar rastro en tradición
Huella en surco abierto
Por sustrato, lengua feneciendo
Habrá que batallar con la oralidad
¿Acaso alguien vio a Udina Burbur?

 

 

IV. Llanto de Udina Burbur

 

Do la huella donde dominar
A la amada ajada
Lengua lánguida lacerada
Madre magna non supo amamantarla
A la abandonada adormecida
Te la entrego tiniebla tanática
A un asilo abatida.

 

 

 

 

*  “Y por península ahora olvidado, / yo busqué una lengua feneciente / hablada por un vetusto valiente, / expresión que nadie ha mencionado. / Pero más tarde habiendo llegado, / destino no fue con él indulgente / y la muerte hízose ya presente / con nuestro glosario ya iniciado. / Qué lástima por la lengua postrera, / nunca pensó que llegaría el día / y de una boca tan poco severa / Dálmata hermana nuestra moría / y hablando ahora en esta ribera / un discurso que no acabaría. Soneto encontrado en uno de los diarios de viaje de Matteo Bartoli, cosa que: «(…) comprobaría que los neogramáticos tendrían esa tendencia científico-creativa que generalmente se niega de manera tan poco objetiva, (…). Aún inmiscuyéndonos en algo tan privado como es el diario de vida de uno de ellos.» En Alia Solitudine: Sobre sonetos, octavas y décimas en científicos del siglo XIX, s.f, pp. 56-57.