Todo principio es un precipicio.
Trazar movimientos.
Escoger las armas.
Con inocente pretensión se suplanta la épica
-agenda en blanco-
el correcto doblez de la muñeca
un músculo extasiado
y la distancia precisa entre el objeto
ante el mecanismo destinado al simulacro.
Todos los mapas mienten al fijar la emoción
como una navaja
condenada a untar la mantequilla
la mentira comparte la misma marca
que ella en su rostro.
Para muchos
-la tarea- se resume
en apilar cuerpos sobre la repisa.
Así como el que corta el poema
y decide
cuándo corren las prensas
el sujeto ensaya viejas estrategias de sumirse ante el fuego y la katana.
Al igual que la señora
barriendo los trasnochados pasajes…
algo de vida resta
en esa resaca de polvo y plástico.
Repetir el doblez de un músculo
es pretender la historia.
Simular una ficción
tan solo esconde
la escritura bajo la materia.
Acta de destrucción
Reconocer en aduanas
bajo el teclear de funcionarios y las voces en contrabando
cómo
el agua de un vaso que tiembla
signa la inminencia de los monstruos de niñez.
Ella
enseña a su hermano
cómo leer
usando carteles de retail y cola.
Una tía arranca hojas de tarea
mal hecha
para arrojarlas al mismo papelero de la burocracia.
Podría recitar
cual lector de mecanismos a prueba
las ecuaciones que tiene el viejo por venganza,
-los salmos de guerra –
y las estructuras de buses.
Planos del subsuelo condenados al olvido,
cual apatía colgando de orejas,
nuestro olvido y apatía son patrones de vuelo
-mapas invisibles en las dunas-
la agenda en blanco
y el ecosistema de frases a medio acabar
-ella, la tía, el fiscal y los aduaneros- en diálogo con el desierto.
Hoscos patrones de tarjeta migratoria,
el examen de ingreso a la escuela, el proemio y los epílogos
-caligrafía en las nubes- trazada a dedo.
Bajo el teclear de un alfabeto oculto,
el secreto lenguaje prescribe la extinción de una especie.
El texto
esotra reiteración del error.
…vengada a dientes
Escribimos para perpetuar el miedo
vengar silencios
a los que jamás hubo acceso.
Como el hombre ante los guardianes de la ley
nos sacrificaron en favor de la historia y su margen.
Heredades de una lengua, mutismos del ADN
-en la puerta del horno se quema el pan- dice Vallejo
y Lucho Hernández
quizá hubiese sido un viejo che su mare,
viviendo al final de mi pasaje.
Pobres palpitaciones.
La nostalgia tras aprender a memorizar la tabla del nueve
tristes noches de televisión por cable
¿a dónde fueron a parar
todos esos rostros? / voces que nunca quisiste conocer en aquellos años universitarios
¿a dónde fueron a parar?
esas series de sábado a las seis de la tarde.
El obrero baila al compás de los ramones, desubicado, pues no es la música que acostumbra.
Violentar la fuente de soda con ciertas estridencias
como un poema
lleno de rimas caducas
y una cadencia deplorable.
¿Es gratuito su llanto?
¿por qué buscar la enfermedad en un cuerpo que pide a gritos ser amado?
Son las delicadezas tras una sopa fría
y el recuerdo doloroso
de una madre trabajando junto a su vieja radio
hasta que claree.
Tanta humanidad sacrificada
en pos
de unas imágenes
y la crudeza de la metonimia.
Su sociedad es secreta en lo que toca a mi familia
Escribimos para vengar el cuerpo y la materia
unidos en la fosa
irreparabilísima del tiempo.
Nos prometimos
cobijados por algo similar al amor materno
jamás volver a escribiren primera persona
a riesgo de
traicionar la realidad y hacer superficial los eufemismos.
Cuán sencillo es abrazar
un relato fallido
y
dejarnos cautivar
por el silencio de nuestras muertes en bandeja,
a ojos del público -sin tregua-
sin ese guión
que nos fascinaba y pretendimos a tientas…
Fronterizo
Todos mis amigos
editan sus comentarios,
ante la menor sospecha de pose
-sin importar –
el dejar truncadas conversas
-cercenan su voz, los argumentos airados, el verbo que se destripa-
revisan la sintaxis y semas
como cirujanos
arremeten ante la feroz percepción de lo que anida
al otro lado de la pantalla.
Y fuera de ella
no hay simulacro que falte
y es que
en su insignificancia,
cuándo te regala -esa facultad para editar-
poner en pausa la emoción del lector
exiliarlo en un descontexto
-penas de extrañamiento, solares del extranjero –
diré
si es que me acompaña la poesía.
Algunos
preferimos capturar el momento,
regodearnos
si es posible
ante la falta máxima de pulcritud,
una ausencia de control obscena
y
la primera respuesta
orgásmica,
delata la falla del sistema.
La burla,
Una sangrante mofa
la burlacomo un primer descubrimiento del cuerpo
como una invitación en primera fila
a la delicada seducción del fracaso
fracasar
otra vez
fracasar
mejor.
Las colinas tienen ojos
Un amigo dice
-Llegué a tu ciudad,
pero no me atreví a dejar el terminal.
Sentí que algo enrarecido habitaba el ambiente.
Fuerza bruta y violencia agazapada-
Al lanzar digresiones para una fiesta de té,
pienso en el epígrafe
-la sentencia en la mirada del colega-
esa colina sin voz
mas
todas las colinas esconden miradas -de qué hablas-
la estrella roja partiendo el cielo
los cerros conectados por pasajes invisibles / morlocks bajo los puentes / ladrones de grasa a la vuelta de la esquina / un odio reverberante y manos sucias.
no hay banda
no hay música
pies en barro
no hay banda
no hay música
sólo un disparo que se eterniza a través del desierto.
Al igual que un spaghetti western
la supervivencia a escala,
un rostro sin formapara reiterar el llanto
adjetivos
tan comunes
sentencias
como
estrellarse contra un saco de monedas,
y el sol, golpeando el bajo cráneo
de quien arrastra a su hermano por entre las dunas rumbo al despeñadero.
Inmerso en su cruzada fraticida,
Jagidesaparece ante el volumen de su carga.
Pueblos quemados, y la carne dispuesta al abrojo
un amigo dice –
veo a una docena de inmigrantes subir desesperados a una furgoneta rumbo al valle.
Hay viajes sin retorno hermano,
hay escalas que no merecen ser marcadas en cualquier itinerario…
El arte secreto de la cartografía
incluye -retornar a la propia violencia –
reiteraciones que acentúan la pericia del observador
Ilustraciones: Drawing a Blank, de Mitch Frey; Mengemas, de Roby Dwi Antono