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¿Qué propone –o no propone– Xavier Velasco a la literatura mexicana? Es la pregunta esencial que nos ocupa. Con un estilo espontáneo, transgresor, no únicamente de las formas verbales, las cuales moldea y plastiliza, sino también de los espacios sociales, culturales y psicológicos. Xavier Velasco, en nuestra perspectiva, propone y renueva formas literarias utilizadas desde la literatura XVI, en la novela picaresca “Lazarillo de Tormes”. Asimismo, específicamente en la novela “Diablo Guardián”, las intervenciones de la protagonista “Violetta” están construidas sobre un tipo de estructura narrativa tradicional, el relato confesional.

El escritor nacido en noviembre de 1964, calificado como escritor subterráneo hasta antes de la obtención del premio Alfaguara 2003, por su novela «Diablo Guardián»,  fue participante activo de los periódicos Unomásuno (en Sábado, suplemento cultural fundado por Fernando Benítez), Novedades, El Universal, El Nacional, La Crónica, Milenio, Reforma y El País. Este dato sería irrelevante si no fuera porque el escritor nacido en la ciudad de México, se ha caracterizado por su pericia verbal, catalogada como experimental y osada, y fue justamente en el suplemento “Sábado” donde fluyera con mayor alcance estos matices y otros como la irreverencia y la intensidad.

El estilo lingüístico de Velasco recobra alcances novedosos que se observan en la utilización de la adjetivización y manejo del lenguaje, en este punto es importante detenernos y precisar cierto tinte neobarroco, con la mezcla de español e inglés. Ejemplo de ello podemos observar en el siguiente fragmento:

“Ave María Purísima: me acuso de ser yo por todas partes. O sea de querer siempre ser otra. Y hasta peor: conseguirlo, ¿ajá? Me acuso de bitchear, witchear y rascuachear, de ser barata como vino en tetrapak, y al mismo tiempo cara, como cualquier coatlicue traicionera. Me acuso de haber robado, no una ni dos veces, sino a toda hora y en todo lugar, como chingado pacman cocainómano. Me acuso de acusar al confesor por mis pecados, y de haberlo nombrado Demonio de Mi Guarda sin siquiera explicarle la clase de alimaña que estaba contrayendo. Porque a mujeres como yo no las conoces; las contraes. Como los matrimonios y las enfermedades y las deudas. Ay, mi Diablo Guardián: Dios te lo pague.”[2]

El manejo irreverente del lenguaje utilizado por el autor, como señalamos, permite explorar posibilidades lingüísticas. En este caso, Velasco utiliza el idioma inglés como en el pasado la lengua en latín, he aquí un matiz neobarroco. Puede observarse inmediatamente que la articulación del mexicano utiliza como motor estilístico el ingenio, punta de lanza de su manejo lingüístico.

Aun con todo lo mencionado, la novela “Diablo Guardián”, no sólo es un manejo estilístico renovado del lenguaje, en la cual es notable la pericia, la transgresión, la irreverencia, el sentido del humor y el manejo de la ironía como elemento de ruptura e inicio de una nueva narrativa, también se encuentra el planteamiento de su narrativa, el modo en que crea la historia y ficcionaliza sin intermediaciones. Al respecto el propio autor ha señalado:

Toda ficción comienza cuando, deseosos de extender los límites de la realidad, y eventualmente digerirla mejor, nos desviamos de la carretera, y así nos preguntamos ya no tanto por lo que pasa, como por todo lo que podría pasar: un cosmos infinito en el que acaso preferiríamos perdernos, antes que continuar rodando por aquel despropósito asfaltado. [3]

El escritor mexicano, acude a la narrativa creando una ficción perfecta, en contraposición con la imperfecta realidad, recreando un inmenso anecdotario que se mezcla con sus propias vivencias; convive y hace convivir, entonces, fragmentos de su propia experiencia con la ficción. No es posible desenredar la enorme maraña entre “La Novela” (forma utilizada por Velasco en el uso de altas y bajas al escribir la palabra) y su propia historia. Ambos espacios temporales donde la obscenidad y la seducción se controvierten. La ficción seduce porque muestra lo obsceno, la realidad, estos espacios la matizan, pero no la entretejen. Al respecto de este tema y, en particular, sobre el personaje “Violetta”, Xavier Velasco menciona:

A veces, el poder de convencimiento de una ficción se mide por la seguridad que ostenta su autor al desvelarla. En mi caso, tengo sólo un par de sólidas certezas: una es que no soy yo, sino ella, quien sabe toda la verdad (y nada más que tal) de esta historia escurridiza; la otra es que ella, la mujer a la que he seguido como un beato, está tan cerca de entregarme sus secretos como estoy yo de abandonarla a un lado de la carretera. [4]

Hasta aquí, la respuesta motivo de estas líneas puede quedar implícita, no hay pecado entonces en descubrirla: Xavier Velasco, renueva el colorido en la narrativa mexicana, des-cubre la moral en la que ha transitado la novela en México, dejando atrás el formalismo intelectual de los autores del movimiento del Crack, pero develando ante los ojos del lector un personaje femenino (Violetta) que, con mérito propio, se adhiere a la narrativa mexicana como un personaje memorable y de necesaria referencia.

Siguiendo esta línea, recordemos que “Hamon define al personaje, desde el punto de vista semiológico, como un morfema de doble articulación, migratorio, manifestado por un significante discontinuo (constituido por un determinado número de marcas) que remiten a un significado discontinuo (el «sentido» o el «valor» de un personaje): será definido, por tanto, por un haz de relaciones de semejanza, de oposición, de jerarquía y de ordenación (su distribución), relaciones que contrae en el plano del significante y del significado, sucesiva y/o simultáneamente, con los otros personajes y elementos de la obra, ya sea en un contexto próximo (con los otros personajes de la misma novela, de la misma obra) o en contexto lejano (in absentia: con los personajes del mismo tipo).”[5]

Este es el caso del trabajo estructural de Velasco, un personaje como morfema de doble articulación, un personaje que siendo marginal es desafiante y retador de la sociedad a la que no pertenece, un personaje que a cada línea se convierte en entrañable y que lejos de reconocerlo como la medida dúplice entre ella y su otra voz –el propio Diablo Guardián- cómplice de la misma y a quien confiesa sus “pecados”, crece hasta convertirse en el tono de la novela.

Esta novela, “Diablo Guardián”, narrada a dos voces nos acerca cada vez más a media voz al lector, declarando, inquietando, asombrando, divirtiendo, subrayando la vida “pública”, a través de aquellas acciones recurrentes de los personajes (negociar, comerciar, estafar, saltar), pero nos conmueve con las acciones determinantes que permiten la caracteriología de dos voces más allá de lo literario, creando y recreando un mundo que rasga la ficción literaria y rompe con la realidad convencional.

Con palabras del propio autor podemos señalar que la historia de Violetta, para el lector como “…particularmente para quien la narra, (…) persigue los vestigios de una historia que se le está cerrando en la jeta, como a otros se les cierran las puertas en los dedos.”[6] Esos otros no mencionados ni en la novela ni en la propia crónica de Velasco de la creación de la misma, son a nuestro juicio igual que “Violetta” y “Pig”, autores de «La Novela», urgidos, necesitados por el belong, ese deseo de pertenencia a una sociedad que los ha escupido, masticado, pisado y que desde la basura se alzan para volver a saltar, cual impulso temerario en esta suma de Velasco a la literatura: el ingenio de la inventiva. 

 

 


[1] El maestro Carlos Fuentes elogió a Xavier Velasco citándolo como el futuro de la narrativa mexicana, recién obtuviera el premio Alfaguara en el 2003. En el mismo sentido se pronunció el escritor Arturo Pérez- Reverte.

[2] VELASCO, Xavier (2003). Diablo Guardián. México: Alfaguara, p. 14

[3] http://www.clubdebrian.com/v2/xvelasco.htm

[4] http://www.clubdebrian.com/v2/xvelasco.htm

[5] http://vanityfea.blogspot.mx/2011/05/semiologia-del-personaje-literario.html

[6] http://www.clubdebrian.com/v2/xvelasco.htm