Decíos que deseaba escribíos sería mentir desde el primer párrafo y no tengo intención de ello. Pensaréis, quizás, que mi obsesión con la mentira y la verdad es tan patológica como evidente, y tenéis razón en pensadle, he mentido tanto en mi vida, millares de veces haciéndolo, tantas en igualdad que verdades ocultas serían si os digo que miento al mentíos, pues vos habéis visto siempre lo que de mí habéis querido, y no lo que yo he deseado, mintiendo mis verdades que os esforzabais en cegar, cegando mis realidades que ansiaba yo observareis. Así que no os mentiré más, no me encuentro dispuesta a tomar el bagaje que me habéis dispuesto con esmero, construyéndole en mi niñez con apego a vuestras creencias, tendencias y ortodoxia en género sexual y sustantivo gramatical que hoy, en mí, significado alguno no encuentra más.
¿Y a que os llevó todo aquello?, ¿qué os ha conducido disciplinas estrictas en normas de urbanidad? Que en mi adolescencia, habéis perdido la oportunidad de estrecharnos en confidencias, dichas y lamentos que dejamos en compartir por cuerdas de violín entonadas en ciegos instantes donde vos no me observabais, mirándome aterrado por vuestra virilidad que sentíais en mí se perdía tras un cuerpo que negase por evolucionar en la forma que tanto deseabais. Pero no solo habéis perdido mi adolescencia, yo misma le he hecho, perdiéndome vuestras confidencias, dichas y lamentos que no se si hoy extraño, pues imposible es extrañar aquello que desconocido es. Ahora no importa más, mis dichas son vuestros lamentos y mis confidencias vuestras mentiras que nunca más observaréis. Mi bagaje no es el por vos dispuesto, sino el mío redescubierto, vuestras realidades tornáis de mis flagelos, y de vuestros anhelos mis fracasos profundos alimentáis.
No podría decíos el odio de un sentimiento falso por vos profeso, siempre os amé cual forma sutil que vos me habéis amado, más quizás producto de ésta indulgente monotonía áspera de cuatro paredes, en estallido ufano deseo gritaos lo que no podréis nunca el jamás escuchar. Vuestros oídos ciegos, vuestros ojos sordos, y de vuestra boca áspera en desierto por palabras faltas en ternura, aceptación o aún comprensión, nunca en sonidos por letras mis ojos leyeron por silencios de oídos mudos.
Se y acepto no ser quien vos deseáis, esa a quien vos reprimís y en millares de veces de vuestros ojos apartáis, finalmente en ella me he convertido, muy a vuestro pesar, muy a vuestro silencio que en mentiras deseabais ocultar. Soy ella, ella misma que en pubertad rebelde deseaba en confidencias, dichas y lamentos compartir en vos mi realidad, realidad misma que ambos, en formas y sentidos distintos, ocultamos en familia por serenidades malsanas. Finalmente, yo soy ella, finalmente puedo serle en libertad interior que jamás habéis podido esclavizar. Soy ella, malsana vuestra, profunda mía, de Dioses y por vos prohibida, de mares y por mí liberada, más no ello os reprocho, no podría el nunca hacedle, comprendo que vos confundido cual yo os encontrabais. Sin saber o conocer el rumbo desconocido, habéis optado por elegir el de sociedades y normas dictado, muy por pesar vuestro, muy por deterioro mío.
Y ahora, en éstas cuatro paredes, quizás por monotonía abrupta os escribo la carta que debiese habeos enviado, profesar en ella mis anhelos, mis realidades, mis consuelos; compartiendo en líneas lo por ambos prohibido, lo nunca expresado, lo que vos nunca escucharéis, lo que yo jamás de boca desierta os pronunciaré. Tarde es ya para el envío, no podré por ello el lamentarme, mi cobardía fue tanta como la vuestra, vos por no desear escuchar, y yo por acallar.
Ilustración: Dream, Giovanni Grauso