A propósito de la exposición “El último viaje de Ximena Rivera”, montada por el fotógrafo Raúl Goycoolea
Un álbum de fotos es un pequeño registro, conforma el archivo íntimo de muchas familias; es parte de una práctica cada vez menos recurrente en este país, el acto de conformar una biblioteca. Está bien, si entendemos que la lectura ha sido extirpada quirúrgicamente del ideario colectivo, no debería asombrarnos que no existan casi bibliotecas caseras.
Un álbum de fotos es, en la práctica, la conformación de un territorio del recuerdo: Los amigos emborrachándose en un bar, el casamiento de un tío, su funeral, la mascota muerta y enterrada en el jardín.
La exposición El último viaje de Ximena Rivera, montada por el fotógrafo Raúl Goycoolea, hace este necesario túnel entre la intimidad y la memoria, entre la casualidad y la búsqueda.
La historia es algo así. En Valpo, plaza Echaurren, la mejor poeta del puerto pone a calentar bolsas de té con canela en una olla chica de cerámica. La habitación es pequeña, ordenada, silenciosa. Viven ella y su compañero que ha estado muy enfermo últimamente. Ella escribe, conoce el oficio. A veces miente y dice que lee poco, o que hace años que no piensa en poesía.
Un día Ximena llega a la pensión y Raúl está en el cuarto con una cámara fotográfica. Conoce sus poemas y algo de su historia. Se hacen amigos.
Van dos años desde entonces, han pasado algunas cosas muy tristes y en la pensión de plaza Echaurren ya no vive nadie. Digamos que Ximena y su compañero están muertos, el edificio fue comprado y en la puerta hay guardias que impiden entrar.
Sobre la poesía de Ximena no me detendré en este texto. Solo señalaré de la forma más objetiva posible, que su trabajo corresponde a uno de los más importantes realizados en la última década en Chile (1), y que su obra completa fue rescatada también en una publicación de Editorial Inubicalistas ( Obra Reunida, Valparaíso: Ed. Inubicalistas, 2014)
Para entender un poco el trabajo que presenta el fotógrafo Raúl Goycoolea, es necesario seguir hablando de la coincidencia y de la memoria. Los últimos meses de Ximena Rivera fueron retratados desde la intimidad y la ternura. Encontramos fotografías que corresponden a los pequeños actos cotidianos que terminan sumando la vida. Ese inevitable reflejo que hay entre un habitante y el espacio que ocupa, en esta historia en particular, ese mismo espacio era ocupado también por la muerte.
Hay dos fotografías dentro de la presentación que me parecen claves. La primera es un pequeño espejo de pared que no está reflejando nada. Hace mucho sentido al abordar el universo poético de Ximena, donde continuamente encontramos referencias a presencias y voces que habitan un espacio. Es un tema recurrente la imagen de una casa habitada por fantasmas en Ximena, voces que solo pueden ser abarcadas desde la escritura.
Ya que escuchar voces
y saber lo que significa escucharlas es saber que estoy aquí
como dicen las piedras
en mi real figura.
Yo escucho voces
y sé lo que significa escucharlas
ya que a grandes rasgos significa
sentir una especie de vergüenza pero nunca sé
muy bien por qué.
La segunda es una fotografía donde Ximena se encuentra mirando por una ventana, en un edificio, hacia el exterior. Esta imagen, del sujeto vigía, aquel que contempla el ir y venir de la historia desde un exilio terrenal o interior, lo vemos también retratado en la poesía de Ximena, donde constantemente hace alusión a un encierro vital desde el que intenta, desde una posición en donde existe notoriamente el dolor, comprender el mundo.
se me cobrarán las
burlas, las ironías. Se me cobrarán los favores recibidos.
Se me cobrará la cuenta tal cual es; es decir, se
me cobrará una cuenta alta. Y yo trataré de pagar a mis acreedores, trataré de
pagar la cuenta completa; pero tengo claro hoy que no pagaré,
o mejor dicho, jamás volveré a pagar con poesía.
Hay túneles entre un álbum de fotos, de personas solas o familias y la memoria de un país, que terminan por señalar aciertos y verdades acerca de la historia. El rescate de la subjetividad de las personas no nos llevarán a conocerlas, pero permiten interpretar el tipo de sociedad en que vivimos.
Llegados hasta acá, no podemos hacer otra cosa que citar a W. Benjamin:
“Son las imágenes que nos seducen cotidianamente, aquellas que constituyen nuestra propia memoria y, más radicalmente, nuestra propia subjetividad”
Ahora que Ximena Rivera ha muerto (debido a negligencias médicas) y los cerros de Valparaíso terminaron por quemarse, (debido a negligencias políticas) nos damos cuenta que las negligencias culturales y políticas suelen terminar en un incendio. Pienso en todos los álbumes familiares quemados, esos libritos Kodak/Canon / Oloquesea; llenos de fotos análogas o impresas, las fotografías 11×18 pegadas a un espejo, sobre un escritorio. Rollos de 38 fotos reveladas en un tiempo en que los retratados aún eran jóvenes o estaban vivos.
Ahora hay olor a ceniza y barricada, muchas latas arrugadas tapando las quebradas.
Tierra quemada, partir de cero, pero la memoria es un faro en el temporal.
Exposición: http://elultimoviajedeximenarivera.com/
Notas:
1.- Es importante mencionar también que el hecho de que la obra de Ximena haya pasado desapercibida, corresponde a que vivimos en un país centralizado de mierda, tanto política como culturalmente.
Fotografía portada: Emiliano valenzuela,
Fotografías del cuerpo: Raúl Goycoolea