Juan Calzadilla, el poeta, el artista plástico, el crítico de arte y, por sobre todo, el hombre rebelde que transita por lo que existe y por su existencia, desde la naturaleza hasta la ciudad, haciendo frente a múltiples realidades y apariencias que lo han transportado por distintas etapas creativas, evidenciándose en toda su obra poética (hasta ahora más de una veintena de libros publicados) y plástica. Oriundo de Altagracia de Orituco. Perteneció al grupo poético venezolano Viernes y también a El techo de la Ballena. Todavía corren los tiempos en que Juan Calzadilla sigue inspeccionando la imagen, explorando la palabra, reconociéndose de todo aquello en derredor.
A continuación una conversación acontecida en noviembre de 2012 en los espacios de la nueva sede de la Galería de Arte Nacional en Caracas, con motivo de un acercamiento a poetas venezolanos propuesto por el poeta José Javier Sánchez y el grupo Luneático.
A de B: ¿Cuándo se interesó por la escritura?
J.C: Pienso que fue en 1951, cuando estudiaba en el Instituto Pedagógico de Caracas en la carrera de Letras, Castellano y Literatura. Estimulado allí por un profesor de apellido Vanegas comencé a escribir, a partir de la lectura de literatura española, sobre todo la del renacimiento.
A de B: ¿De qué parte su construcción poética?
J.C: Bueno, la construcción poética en mi caso nace de dos fuentes principalmente. Primero, de la lectura: por supuesto, el que va a escribir tiene que tener un bagaje en materia de lectura, no sólo como información sino para el manejo del lenguaje adecuadamente. Luego pues, la observación, porque al mezclarse la observación de la vida diaria, de lo que sucede en la realidad, con la lectura, aparece la reflexión. La reflexión es determinante porque es la que hace que lo que se escribe, se dice y observa de la realidad aparezca formalmente construido desde el punto de vista literario.
A de B: ¿Poetas influyentes?
J.C: La influencia más determinante -en los tiempos que estudiaba en el pedagógico y luego en la cárcel, pues estuve un tiempo recluido por haber participado en manifestaciones políticas contra el gobierno de Pérez Jiménez, hice muchas lecturas-, fue fundamentalmente la prosa, la que me sirvió de base. Puedo decir que entre las lecturas más importantes que hice fue Dostoievski, el gran novelista ruso, y Shakespeare. Eso hace que mis primeros trabajos tengan mucho de la influencia del sistema métrico castellano, la poesía rimada y medida, y es lo que está sustentando mi primer libro que se llama Primeros poemas, te estoy hablando de 1952 aproximadamente, en la época en que yo acababa de egresar Instituto Pedagógico sin haber terminado los estudios.
A de B: ¿Con cuáles escritores se reunía?
J.C: El primer escritor con que me reunía era Arnaldo Acosta Bello. Lo conocí en la urbanización Delgado Chalbaud, era vecino, entonces nos reuníamos frecuentemente. Por otra parte también tenía cierto contacto con otro poeta de la misma generación y militaba conjuntamente con nosotros en una célula de la juventud comunista, era Guédez, el poeta Guédez, el barinés. Esos fueron los primeros contactos en materia literaria durante veinte, veintiún años, en el sitio donde vivía en Caracas, en El Valle.
A de B: El Grupo Viernes y El techo de la Ballena
J.C: El Grupo Viernes se fundó en los años 40, es bastante anterior a El Techo de la ballena, pero ahí surgieron unas personalidades en la poesía que fueron muy importantes y una de ellas Vicente Gerbasi fue muy determinante para la generación que apareció en el `58. Gerbasi fue el poeta más leído de la época, en el que se apoyó la nueva generación para elaborar un lenguaje en verso libre que atacaba directamente el problema de la imagen y su relación pues con lo que estaba pasando en el país, con una poesía nueva que no encajaba entre los moldes de la poesía tradicional. Las generaciones poéticas anteriores a los años 60 eran muy poco afectas a la lectura de los poetas venezolanos, existía poca comprensión de lo que había pasado antes en materia de poesía y prácticamente el único poeta que tenía lectores, que era seguido, que era leído, era Vicente Gerbasi, por eso Vicente Gerbasi tuvo mucha influencia en poetas como Ramón Palomares, Luis Alberto Crespo, como el mismo Pérez Perdomo. Si hacemos abstracción de la que ha sido la figura máxima para los poetas, por ser el del lenguaje más original, es Ramos Sucre, pero Ramos Sucre era más conocido por la leyenda que por el hecho de que fuera leído, de verdad no era un poeta de fácil lectura, requería como una especie de entrenamiento, de sintonizar pues con un lenguaje que exigía una reflexión y un bagaje de conocimiento de la poesía dado a que escribía en un lenguaje sumamente hermético, por eso Gerbasi era mucho más popular que Ramos Sucre que vino a ser descubierto en 1955, 1956.
A de B: ¿Ramos Sucre era un surrealista?
J.C: Hay quienes señalan a Ramos Sucre como surrealista y para ser surrealista necesitas haber militado en el movimiento surrealista y haber pues también participado de ciertas premisas de actuación en la vida, de la ética, las posiciones tomadas sobre la realidad, sobre las cosas. Y nada de eso existía en el caso de Ramos Sucre, un poeta puro. Hay quien diga que tiene que ver un tanto con la esquizofrenia, tanto así que se suicida. No es un poeta normal evidentemente, es un caso anómalo. También su obra es estudiada desde el punto de vista de la psiquiatría. Gran parte de la poesía de Ramos Sucre está escrita automáticamente, evidentemente que él, cuando escribía un poema, sabe como comienza pero no sabe a dónde va. Fue muy importante, tuvo una influencia muy decisiva tanto en la plástica como en la escritura, escribía cuentos y poesía, sigue siendo un desconocido.
A de B: ¿Juan Calzadilla poeta de la ciudad?
J.C: Lo que pasa es que he sido calificado como un poeta urbano, algunos dicen que soy para estas generaciones como un precursor de este movimiento actual que tiende a fijar mucho su objetivo en las cosas que suceden en la ciudad. Yo creo que esa corriente que podríamos llamar urbana en la poesía, tal como se encuentra en algunos poetas del Viernes, que luego es retomado por poetas de la generación del `58, como el mismo Rafael Cadenas, de cierta manera también Pérez Perdomo. Pero se refleja más lo urbano en la poesía desde el punto de vista de una temática nueva bajo cierto cejo irreverente, a veces dramático desde el punto de vista argumental, como es mi caso. Aparece con El techo de la Ballena, con las publicaciones de 1962 de Caupolicán Ovalles, del propio Pérez Perdomo y dos libros míos que se encuentran en el inicio de ese movimiento, en ese acercamiento inamistoso, casi conflictivo con la ciudad que se llama Dictado por la jauría y Malos modales. La nota característica es estar en la ciudad pero al mismo tiempo encontrarse en conflicto con ella, de esto resulta una paradoja que se resuelve a través de la irreverencia.
A de B: ¿Las artes plásticas y la expresión literaria se entrelazan?
J.C: Una cosa interesante que es la aparición en el campo del espectro literario de un elemento nuevo que es la plástica. Eso no se había visto en la literatura venezolana hasta que aparece la generación del `58, aparece lo textual en la manifestación plástica pero también en la expresión literaria a través de lo que se llamó automatismo, que procede pues del surrealismo. Ese encuentro entre la plástica y la escritura es muy importante porque le da cuerpo al lenguaje literario y lo hace más objetivo a tiempo que enriquezca la imagen. Es posible que haya por esa época como tú lo puedes ver, en poetas como Silvio Estrada, que hay una tendencia de hacer de las palabras cosas, a tratar a las palabras como si fueran objetos, el poema tiende a independizarse de la función lógica del lenguaje y uno lo ve como si fuera un objeto plástico, las palabras empiezan a significar otras cosas y no lo que deberían decir en el contexto gramatical. Y pienso que toda la poesía contemporánea está marcada por esa tendencia. Hay mucha crítica que se hicieron desde que aparecen las primeras manifestaciones del surrealismo en Venezuela, como el grupo Apocalipsis en Maracaibo, luego El techo de la Ballena, también La Gaveta Ilustrada de la Universidad Simón Bolívar, donde se juzgaba pues que esa poesía en la que entraba un elemento automático y que proponía una visión absurda de la realidad, desarticulada, desencajada de todos los sentidos lógicos, anacrónico, que no tenía que ver con nuestra realidad y que era una cosa tomada de la poesía francesa. Pero creo que no fue así porque el surrealismo tuvo mucha influencia en la poesía venezolana y la sigue teniendo.
A de B: ¿Poesía venezolana: vanguardia?
J.C: Bueno fíjate, el problema de la poesía venezolana a mí me parece que es también el mismo de la novela o el relato breve, que es que no ha tenido suficiente proyección exterior. La proyección exterior de una literatura como pasa con la chilena, la peruana o la colombiana se revierte y entonces genera internamente un desarrollo, una estima, un despertar, creo que eso no ha pasado acá, no sé porque razón el venezolano es poco dado a proyectarse internacionalmente, a punto de que la poesía venezolana que debería ser mejor conocida y divulgada, permanece encerrada en las fronteras. Evidentemente eso no quiere decir que no sea una poesía que se pueda poner a la altura, por lo menos en estos momentos, de la poética de otros países, como es evidente que hemos tenido buenos poetas. En Venezuela tenemos un movimiento poético que a mí me parece fuerte y que luce desconocido para nosotros mismos. Pero sí tenemos una ventaja, que es que ahora leemos más lo que escribimos acá, para los poetas jóvenes por ejemplo los poetas de la generación del `58, del 60, poetas que lograron una obra personal sólida, coherente, constituyen lectura obligada, cosa que no pasaba con mi generación que no teníamos absolutamente ningún apego por los poetas venezolanos que habían escrito antes de nosotros, los que veíamos con mucha desconfianza y un sentido muy selectivo, un poeta y de ese poeta cierta parte de su obra. Ahora no, ahora me parece que se lee mucho más a los poetas venezolanos que a los poetas extranjeros, cosa que no pasaba con nosotros que leíamos más a los extranjeros que a los venezolanos. Eso creo que ha sido importante porque se están formando buenos poetas, muchos poetas que hay por ahí que incluso pudieran estar a la altura de los poetas del `58 y que no han sido identificados, descubiertos. El movimiento poético es muy grande pero está encerrado entre los que practican la poesía, entonces, cómo sacar a la poesía de esa esfera. El poeta que perdura es el que no traiciona su vocación, el que va más allá del primer libro e incluso el que no ha publicado un libro pero sigue escribiendo; ese es el drama que nosotros tenemos, que es la circunstancia para que un poeta proyecte más allá de una primera etapa su vocación y logre pues una formación sólida, que permita que cada libro sea una superación del anterior, aquí pasa lo contrario, los segundos y terceros libros son inferiores al primero y eso es muy capcioso porque te dice que el poeta continúa siendo por el hecho de que se formó la idea de que era un poeta y está como comprometido a justificarlo porque publicó un primer libro interesante.
A de B: ¿Qué opina de los talleres de poesía?
J.C: Los talleres de poesía son una de las causas de que la carrera de poeta sea tan corta y que a veces no pase del taller mismo. Cuando se termina el taller se termina también la intención de ser poeta, porque los talleres no tienen metodología ni son sistemáticos, aparte de que los talleres de poesía en sus comienzos debe ser general y no poética, no debería estar dirigido a la poesía sino a todos los géneros, porque el poeta no sale, hoy día, de la poesía, sale también de la prosa, de la realidad de la observación, de los conocimientos. Ningún tallerista, por más vocación que sienta por la poesía, puede estar seguro de que realmente es la poesía donde se puede desarrollar su talento. El trabajo diario con el estudiante es lo que va a determinar para qué sirve cada uno y cuál es su verdadera vocación.
A de B: ¿Qué es la poesía para Juan Calzadilla?
J.C: En sí misma es indefinible, como no sea a través de la reflexión, del hecho de asumir una actitud poética permanentemente de la realidad. La poesía es una rama de la gramática que en ciertas ocasiones florece. No eres poeta cuando escribes, eres poeta en todas las ocasiones, es una condición que es muy inherente a tu concepción de la vida. La gente cree que puede ser poeta a las ocho de la mañana y después científico al medio día. Es algo envolvente y estructural, integra toda la personalidad.
A de B: ¿Caracas es una ciudad alienante?
J.C: Yo pensaba antes así y gran parte de lo que yo escribí, que puede considerarse como poesía urbana, se planteaba la ciudad como un monstruo. Había como una cierta incompatibilidad entre la sensibilidad poética del que viene de la provincia, como era mi caso que vivía prácticamente en el campo, y te encuentras de pronto una ciudad donde se hace muy difícil tu relación con la gente con todo. Pero creo que eso es una situación subjetiva. La realidad puede ser perfectamente conviviente. No necesariamente tienes que ver la ciudad como un enemigo, una muralla que se opone al paso tuyo. Pero de allí sale el impulso, de ese conflicto, para gran parte de la poesía venezolana contemporánea.
A de B: ¿El poeta es un rebelde?
J.C: Yo creo que estamos, para los poetas, en una fase muy importante, que es: cómo expresar todos estos contenidos nuevos y, qué proporciona lo que antes se buscaba a través de la poesía o, qué dan respuesta al sentimiento de protesta que el poeta tiene, es decir, cómo ser rebelde, tal como pensaba el poeta Vallejo, cuando las causas que lo hacían rebelde se han abolido y entonces entra en una sociedad en donde el poeta puede llenar una función que deja de ser contestataria, o protestataria, que debe asimilarse a una situación nueva donde hay unas condiciones dadas que son favorables a que se cumplan las utopías que están explícitas en la rebeldía. Entonces hay que adaptarse a esas cosas y encontrar que el poeta puede seguir siendo rebelde en una sociedad actual, en una sociedad nueva. Y eso también pasa con la novela. Vallejo dice que el poeta no es revolucionario, es rebelde. Hay que seguir siendo rebelde.
Fotografía: Guillermo Colmenares