…No puedo ser partícipe de la complicidad; vuestro Dios muy distinto al mío no lo es, mas nombres y principios difieren. Nuestras leyes divinas se entrelazan y distan también, dicótomas, al igual que vos y yo. Me niego a creer que la divinidad omnipresente se encuentre entre las letras de libros por milenios recolectadas, que sea Allah, Jehová, Cristo o quien deseéis nombrar quien las guerras dicte en su nombre entablar. Ha sido vuestro Dios quien os prometió esta tierra, y no el mío que infiel os convierte. Y decidme ¿Cuál es el derecho que habrá de prevalecer por esta tierra poseer, si el vuestro que en divinidad establecéis, o el mío que en esa divinidad la vuestra niega? Llamadme terrorista o incrédula, qué más me da, pues me niego a creer en la concupiscencia de una fe que hace de la pobreza la dignidad de un infante que en la penuria muere, al igual que me niego a creer en los favores de Dioses que convierten la opulencia en gracia benigna. Infiel le soy, sí, reconocerlo debo, la miseria y la inmundicia me han hecho le fe perder, el hambre que al estómago carcome blasfemar me han hecho.
Desprovista de carne, esta piel que a los huesos se aferra me hacer perder cualquier credibilidad del ente divino que salvadme pueda, y me aterra pensar tan sólo que he de morir en este idílico vacío, recordando mis olvidos en el olvido mismo. La muerte sentada me aguarda. Estoica, con sus ojos me observa y en su voz mi nombre murmura: ¿quién a ella invoca y a sus labios besa? Somos amantes cansadas que caminar no más podemos. La muerte sentada aguarda a la espera de que en mi embozo, a ella para besar con el delirio del hachís me acerque, intoxicándome del delirio de una fe falta que en despóticos argumentos ingrata e infiel a mi convirtieren. Los Dioses, todos y cada uno de ellos cualesquiera su fe sea me han abandonado, o quizás he sido yo quien les desahuciare, afirmar cual la verdad sea no puedo, y si sincera debo seos, tampoco a mí importa; la mezquindad de esta inmundicia prevalece aun en los estigmas de la falsedad de frases pre hechas y adornadas: “Dios me ama y guía, Temed a su furia y gozad de su bondad infinita”.
No deseo un Dios iracundo, capaz de enfrentadme a mis más duras adversidades, tampoco deseo la bondad de un amor que insatisfecha en la miseria la fútil esperanza nacer pueda. No deseo un Dios que mis pasos guíen, coartando la libertad que enjaulada cual gorrión el trino ahogue. No deseo la esclavitud de las palabras ufanas que se pronuncian en la adversidad ajena, tampoco aquellas que el consuelo jamás alcanzan. No deseo Dioses guerreros ni aquellos pacificadores que temed o gozar me hagan. Si esclava o sumisa he de ser que fuere ello por convicción mía, y no por el temor del Dios iracundo. Si gozar debo, fuere ello por mis delicias, y no por las ajenas adoptadas… No chico, temerosa de Dios no le estoy, temo más a mis angustias y desconsuelos, a mis desdichas y pudores, a los tabúes enmarcados en el ámbito prevalente de aquellos que os juzgan en la palabra de una inconciencia por ellos desapercibida; temo a mi olvido, al vuestro y al ajeno, a mi tumba que enrarecida el polvo cubra, a esta muerte potrea que a mis hombros cargo, a la desventura de la miseria que remulle una y otra vez la mezquindad misma con la que somos divinamente juzgadas….
Ilustración: Molar Migration, 2012, de Amy Cutler