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GEMELOS

En ese tiempo éramos gemelos.

Andábamos los dos en bicicleta,

siempre ibas escondido detrás mío

como una especie de segundo nombre.

 

Teníamos las uñas comidas

y las mandíbulas demasiado juntas,

los bolsillos llenos de bolitas

y nadie para practicar el egoísmo.

 

Cuando viajábamos a la playa,

rodábamos por la misma duna

nos picaba la misma medusa

y en un bote de arena entrábamos al mar.

 

En ese tiempo pasabas la mayor

parte del día dibujando con spray

tu nombre en las paredes de adobe,

en la estatua de mármol en la plaza.

 

Cuando cumpliéramos dieciocho años

uno de los dos tenía que irse,

las lágrimas se secan más rápido

en las mejillas de los más jóvenes.

 

 

BUS AL NORTE

Cae la noche y cae mi cabeza

directo en tu hombro izquierdo, así

tratamos de dormir en el bus

y ambos acostados formamos

 

un valle con poquísima agricultura:

olivos y almácigos de cebolla

como manos verdes en el patio

de una casa donde ya no vive nadie.

 

Cierras los ojos, estiras la trompa,

y me dices que estás aburrida.

Afuera hay viñedos secos y una luna

que nos espera para congelarnos.

 

Yo pongo una mano en tu pecho,

justo delante de la división

entre lo que voy a recordar de ti

y lo que voy a tener que olvidar.

 

 

PLAYAS

Hay música dentro de los tubos,

los viajes son cortos pero agotadores,

siempre a la misma playa,

siempre con el mismo objetivo.

 

Las uñas redondas de tus pulgares

redondas como el anillo de un planeta,

el ruido que hay en un cubo de hielo

el ruido que hay en un grano de arena.

 

Un barco cosido a mano entra

siempre a la misma playa

siempre con el mismo objetivo,

la tetera hierve y a nadie le importa.

 

La arena gris avanza lento

por filas y filas de casas blancas,

cada una tiene una ventana

para mirar solamente una estrella.

 

Ilustración: Another Earth, de Ignacia Hofmann