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La araña suspendida

Como un viaje al espectro íntimo o como un grito parido en la madrugada. Estos poemas no van más allá de la explicación de sensaciones particulares y a veces confusas. La concepción de una poesía que desarticula la razón del lenguaje, permitiendo que actúe cada palabra en las vísceras de un lector que sentirá retorcerse en la desesperación. Es una serie sin forma y con la única estructura guía de la marginación y el tedio, es en ese sentido un afán por alejarse de luces con color definido, viaja en las sombras. Lejos de cualquier pretensión, los poemas de la serie nacen en un encuentro con seres desconocidos, artificios clandestinos de noches en vela y una evocación al desaliento. Son en sí mismos, un ser reconstruido, una reflexión innecesaria, una canción desafortunada.

I

“Los hombres conocen los hechos que ocurren al presente. Los futuros los conocen los dioses, plenos y únicos poseedores de todas las luces.”

Constantino Cavafis

He viajado con el objetivo claro de la desesperación,

he alcanzado, sin embargo, la lucidez del condenado.

Fallece cada instante con el recuerdo infinito de la nada y

en las mañanas la nada es más silenciosa.

La penumbra del recuerdo se levanta y absorbe mis manos,

cansado de maniobrar, abandono la encrucijada.

Cómo es que el tiempo ha acabado por materializarse:

fragilidad de la esperanza, disposición a la masacre.

Los días están contados para el transgresor,

agonizante, en su ley, sonríe con demencia.

Las ventanas no se cerrarán más,

no hay futuro para los insectos que atraviesan mis puertas.

Hay visiones que no entiendo pero el latir de las piedras lo explica,

incendios continuos nacen en la espesura de la hierba.

La energía cesa, el hambre es atroz,

del cielo caen miles de luces, vienen del infierno.

La caricia, la navaja en las manos del predicador.

La ausencia.

II

“Estas y otras cosas demuestran que la vida gira en torno a un eje podrido.”

Charles Bukowski

El alma de quienes hoy cantamos, la inexistencia del ritmo, la habilidad de los dedos. El trago amargo del humo inconcluso, de la bocanada cortada, de las palabras muertas, de los disparos de salva.

La coartada del criminal, su evasión natural. Las guerras, las balas, la frustración. En el universo quedan sólo las orbitas, ya no existen las partículas.

La colocación cotidiana: un pie sobre el otro pie hasta que no fluya sangre, sangre.

Los huesos rotos, las distancias del rechazo, percepción de gloria, sensación de dolor. El camino es una trocha.

Los personajes de ficción. Sorel condenado–Sorel asesinado. La cabeza está en alguna parte de esta habitación. La contradicción es sublime.

III

“Pero no siempre quiero ser feliz es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural…”

Pessoa

A esto que le llamamos ausencia, a la desolación, a la fragilidad del espacio, a las caricias incomprendidas, a los problemas irresueltos, a las mañanas de hastío colectivo, a la tierra en que por primera vez mentí.

Si se me pidiese tranquilidad, gritaría. Si huyera de los días, me sumergiría en ellos. El dolor es quien escribe porque nace a diario, como la palabra.

La exploración sin el abandono es falsa.

Si se me pidiese paz, empezaría a armar las bombas, si escapara de algo, estaría condenado. Trago la luz para sembrar oscuridad.

“Recordar que el día muere y que el poniente es bello y es bella la noche que queda.”

¿Sobreviviremos al letargo?

La araña suspendida

“Yo no sé de pájaros

no conozco la historia del fuego

pero creo que mi soledad debería tener alas”

A. Pizarnik

Sin razonar en el tiempo, inmóvil.

Como quién nada busca porque todo lo posee,

como la noche que siempre espera.

La araña se posa encima de mis libros,

no hay espacio para nada más, la araña lo es todo.

Estrellas de colores y fuego en medio de la niebla.

La ópera marchita de las aves,

la araña no se mueve.

En el suelo se percibe todo lo que no existe,

en el techo todas las esperanzas.

En estas cuatro paredes que me envuelven,

que no me dejan solo, canto.

Canto y a veces grito.

Los sonidos de la noche se hacen tenues,

en la calle deambula la pobreza hurgando la basura.

Las manos machacadas de quien produce

y la mente dañada de quien razona,

la esperanza es nula.

El calor que encierra la aglomeración,

el fuego que padecen los pueblos.

Alentando el tiempo en que vagábamos muchos más.

La costumbre de ser quiénes éramos,

es necesario destruir cuanto existe.

En los sueños la araña se consume,

no hay acción más próxima.

Agárrate fuerte del trapecio, no hay más destino que la caída.