Para los autores D. H. Lawrence y G. Greene, la representación de México, del paisaje, del indígena mexicano, visto a través de evidencia literaria, encontramos al mexicano perezoso, sucio, traicionero, cobarde, “montonero”. El mexicano que no alcanza a dimensionarse y sólo es reconocido a través de la visión extranjera, incluso en su fe y no en su religión.
En contraste, pareciera que a la mención de B. Traven, la sonrisa vuelve al rostro, pues se trata de una visión amable, de popular lectura, incluso obligada en la educación media. No obstante, para quien esto escribe no es del todo cierto. Pues bien, mucho se ha dicho que la lectura de “Canasta de cuentos mexicanos”, debe de ajustarse a un contexto social e histórico, este marco histórico tan conocido es el momento de la revolución, posterior a la revolución. El mexicano del campo, con un sentido del humor particular; el mismo que tres décadas de desigualdad bajo la dictadura y mal trato lo dejara en la miseria, doblemente: moral y social.
B. Traven, durante su recorrido en la elaboración de estos cuentos es parte de los mismos, es el extranjero blanco que va conociendo a un pueblo sometido y agredido de manera brutal por mucho tiempo. Aun así, B. Traven sigue viendo al mexicano, como “El otro”. En el cuento que utilizaremos como evidencia literaria, “Dos Burros”, observamos en ciernes la cultura del fraude, “la transa”, el argumento es sencillo: un mismo burro de carga es vendido al “gringo del pueblo”, más de tres veces sin que al final del día se aclare de manera honesta lo que está ocurriendo.
“Pronto empecé a sentirme humillado al ver que todos los campesinos indios montaban en burro cuando se dirigían a sus milpas, en tanto que yo, y según ellos, americano blanco y distinguido, caminaba a pie. Muchas veces me percaté de que los campesinos y sus familias se reían a mis espaldas cuando me veían pasar frente a sus jacales cargando al hombro pala, pico y machete. Finalmente, no pude soportar más que se me mirara como a miembro de una raza inferior, y decidí comprar un burro y vivir decentemente como los otros individuos de la comunidad.”[1]
Resulta clara la mención del autor, pronto comenzó a sentirse humillado, al ver que él, un americano blanco y distinguido caminaba a pie, frente a ellos, los campesinos indios. Interesante apreciación nuevamente de un extranjero, quien a juicio de otros estudios intenta aproximarse a la “realidad” del mexicano desposeído, maltratado, brutalmente agredido por una dictadura, a quien escribe esto le sigue pareciendo el discurso y la mirada colonial.
El cuento elegido, “Dos burros”, da cuento como se sabe del conocido refrán mexicano, “El que no transa, no avanza”, pues tras la compra una y otra vez del mismo animal de carga, pareciera que no termina de ser del extranjero quien se aprecia como noble y defensor de un pobre animal, tal vez llevando a la exageración, represente este burro que maltratado el pasado del mexicano, anterior a la revolución, lastimado y golpeado por su origen. El mismo que es “colonizado”, comprado por el extranjero una y otra vez, incluso en el afán de legalizarlo, ante la propia autoridad del pueblo, siendo parte de un fraude, pues la verdadera “dueña”, aparece para maltratarlo y con ello demostrar, a través del castigo, quién es “la que manda”.
La mirada humorística del autor, hace que el nombre del cuento sea “Dos burros”, el mismo asumiéndose como uno, el otro, la revolución que ha dejado ladrones, tramposos, “transas”, en aquél pueblo de Oaxaca. Y acá habrá que dar mérito al autor, quien con esta narración sin que sea jactanciosa o pretenciosa dilucida las prácticas sociales del mexicano, las cuales hasta la fecha causan vanagloria y son motivo de queja, no por ello menos practicables.
Encontramos sin duda, un mexicano posterior a la revolución, muy de cerca a lo que plantea Greene, un mexicano sinvergüenza, pero cuyo retrato nos agrada, pues se trata de una mirada del autor más cercana a la descripción sin un discurso de poder, pero no por eso, un mexicano real. Aquí valdría preguntarnos: ¿Cuál es el mexicano real, cuál el México real? Sin lugar a dudas es un poliedro, pues el mexicano es todo lo que dice Traven, pero más, es el burro y el otro burro también, el del cuento que no se cuenta, pero está en la tierra caminada por el personaje/autor; Y México es la tierra devastada y la tierra que en ese contexto se buscaba reconstruir. México no es muchos Méxicos, es por sí mismo un caleidoscopio y un nervio vivo, el del corazón, con arterias e infinitas formas, colores que laten y se yerguen. No es sólo la vileza ni la suma ingenuidad, es y no es, porque así de entrañable es la complejidad humana.
[1] TRAVEN, B. Canasta de cuentos mexicanos. Versión digital. “Dos burros”, p. 47