Estación espacial GAIN, 14 de Enero 2060
Una frenética actividad de construcción espacial ha duplicado el volumen de la estación GAIN en menos de un mes. La mitad de las nuevas secciones están dedicadas al negocio inmobiliario y su venta permite financiar la construcción de las instalaciones previstas para el inminente inicio de operaciones del ascensor espacial. El centro de gravedad de la titánica estructura coincide con la posición de la estación, que rodea el segmento más ancho del cable. Las paredes exteriores del tubo se adelgazan hacia arriba y hacia abajo, manteniendo una sección central constante.
Freja Sjoberg contempla extasiada los reflejos del amanecer en la piel tornasolada de la hipermolécula de carbono. El cable cósmico parece divinamente suspendido entre sus extremos invisibles, que están a punto de unir el cielo y la tierra. Ella ignora las insistentes y cada vez más amenazadoras llamadas de Tadel Erdogan, presidente de Heavyoils y uno de sus más importantes socios. Sigue pegada a la ventana de una de sus oficinas hasta que el sol termina de aparecer sobre el horizonte curvo y azul. Hace su rutina matinal de ejercicio y conecta su holocomunicador al salir de la ducha, apenas envuelta en una toalla.
Erdogan aparece en medio de la habitación gritando como un energúmeno, la ve y pierde el hilo de su alegato. Cuando intenta volver a gritar, Freja le da la espalda, se desprende de su toalla y se viste en cinco segundos de negro ajustado y reluciente. Escobilla su largo pelo casi blanco en una coreografía que multiplica la silueta de sus brazos, dándole el aspecto de un perfecto y letal arácnido. Los cierra terminando una rápida trenza, encara al holograma e inicia la comunicación verbal.
–Buenos días, Tadel. ¿Qué deseas?
–Que cumplas tu contrato. Tengo un ejército de carísimos exoesqueletos, aislados en kilómetros de selva y sin apoyo aéreo.
–¿Queda algo de selva todavía?
–Están hundidos en ceniza, sus articulaciones mecánicas no funcionan y tus mercenarios los están abandonando.
–Son tuyos ahora, Tadel, los exigiste en nuestra última negociación. Y sinceramente no los culpo. ¿Qué pretendías lograr quemando millones de hectáreas de selva tropical?
–Quiero a mis máquinas de vuelta, Freja, tú las llevaste y tú las traerás.
–AAH no es una aerolínea, querido. Sólo hicimos de intermediario con el prestador del servicio. Por favor dirígete a ellos para cualquier reclamo.
–¿A un prestador que ya no existe?
–¿Y qué esperabas de una empresa que ofrece servicios ilegales de transporte a un ejército de mercenarios? Deberías elegir mejor a tus socios, Tadel.
–Me necesitas, Freja. Sin mi ejército para contenerlos América te aplastará.
–Que vengan. Y no creo que estar asociada a un grupo de incapaces que no pueden controlar a sus propios mercenarios me facilite evitar una confrontación.
–Esto no terminará así.
–No para nosotros, pero Heavyoils está acabado. Adiós, Tadel, fue un placer hacer negocios contigo.
Freja corta la comunicación y contacta a Rabindranath Naik, que aparece en el espacio visual recién desocupado.
–Acabo de mandar al demonio a Erdogan. ¿Estás listo Rab?
–Sólo esperaba tu orden. Apenas empiecen el contraataque financiero hundiremos a Heavyoils. Después de esta operación casi habremos terminado de deshacernos de nuestro portafolio basura.
–Perfecto, mantenme informada.
La imagen de Naik se desvanece, dejando ver a un primate de un metro veinte de altura, vestido de etiqueta y en actitud de servil espera. Es un transhomínido diseñado por recombinación genética, tan inteligente como un humano pero con alteraciones sinápticas y hormonales que impiden la agresividad. Aunque su rostro y cabeza se parecen a los de sus creadores, su cuerpo es más parecido al de un chimpancé, con pies prensiles que facilitan el desplazamiento en ingravidez. Sus sistemas circulatorio y óseo también están adaptados a las condiciones de vida en el espacio. Son obreros baratos, de crecimiento rápido, fáciles de entrenar y prescindibles al terminar su corta vida útil. AAH los ha desarrollado en el espacio, en paralelo al tratamiento de longevidad, aprovechando la revolución del control genético de la última década y adaptándolos a la ingravidez. Es un secreto mejor guardado que el proyecto Ambrosía, discretamente apoyado por las altas esferas del poder, porque es una violación indefendible al código biotecnología de las Naciones Unidas. Ahora está fuera de su alcance y no hay razón para seguir ocultándolos. Nueve de cada diez obreros de la estación espacial son esclavos transhomínidos. Y el décimo sólo está ahí para vigilarlos.
Freja le ordena traer un café y los informes que lee cada mañana, impresos en carísimo papel de seda. Aprovecha la breve espera para llamar al general Hawkins, cuyo avatar aparece con cara de intensa angustia.
–¿Malas noticias?
–Acabamos de entrar en alerta máxima, Freja. Norteamérica dio la orden de despliegue. Todos sus navíos en el Atlántico y el Índico están tomando rumbo a África.
–Vaya, parece que Erdogan todavía tiene algo de influencia. Fríelos, Dex.
–Imposible, los protocolos de lanzamiento nuclear están bloqueados.
–Con una decena de bombas de hidrógeno cayendo de órbita bastará para asustarlos. Calcula las trayectorias y pon un par de transhomínidos en cada una para que las guíen manualmente. No necesitamos demasiada precisión, apunta a la mitad de cada océano cuando las flotas se hayan concentrado.
–¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?
–¡No te lo estoy pidiendo, es una orden!
Freja Sjoberg corta la comunicación, indignada. Todavía no puede encontrar un reemplazante adecuado para Hawkins. Nada es peor que trabajar con un ex-militar anticuado y sentimental.
Su esclavo ha traído el pedido con tanta discreción que no ha notado su peluda presencia. Le ordena ponerse cascabeles y se sirve una taza de café mientras revisa la síntesis de actualidad, inversiones y avance de obras que le ha preparado una tropa de asesores durante la noche. El caos se agrava en todo el mundo y sus negocios van de maravilla. Hasta los más reacios inversionistas ahora suplican por una minúscula operación en órbita. Apenas termina su lectura, Alderman llama a la puerta. Freja abre, lo toma del brazo y lo arrastra hacia uno de sus jardines, de excelente humor.
–Puntual como siempre, Einar. Tenemos mucho que discutir. ¿Dónde quieres desayunar hoy?
Sin esperar respuesta, Freja sigue hablando mientras lo lleva a su terraza favorita. Bastante elevada sobre el fondo de un disco parque, tiene una vista estupenda sobre el magnífico jardín artificial, las estrellas y el globo azul brillante de la Tierra. Pero lo que más disfruta es recostarse en suaves cojines en la gravedad reducida. Sorbiendo un jugo de dulces naranjas, cuando Alderman ya se ha relajado un poco, vuelve al único tema que la inquieta desde que se deshizo de Allahwala.
–¿Has logrado avances con la IA, Einar?
–Me sigue eludiendo. E insisto, no puedes pensar en Eso como algo artificial. No la hemos creado, es una inteligencia fotónica de generación espontánea.
–Como quieras, una IF. ¿Qué podemos hacer para que deje de evitarnos?
–Ganar su confianza, pero no vamos bien en eso. El caos que AAH promueve en la Tierra no le gusta. Ponemos en riesgo su infohábitat.
–Entonces tendremos que ofrecerle algo mejor.
Intuye que su joven genio necesita motivación adicional, sobre todo para prepararlo a lo que viene. La guerra que está a punto de desencadenar será un duro golpe a los esfuerzos que él ha hecho para acercarse a la IF. Pero ya habrá tiempo para reconquistarla. Se acerca a Einar, que está mucho más guapo desde que lo convenció de seguir una dieta sana y un programa regular de ejercicio. Con aire de revelar un gran secreto empieza a susurrarle un plan al oído. Él se entusiasma por las posibilidades y por el contacto de los senos que envuelven su hombro. Ella empieza a intercalar suaves mordiscos entre las frases y luego juguetones besos húmedos en su cuello. Eso lo paraliza de excitación. Le abre el pantalón, lo besa en la boca y baja hasta su entrepierna. Él resiste menos de treinta segundos y balbucea, rojo de vergüenza.
–Perdón, no pude…
Freja le cierra los labios con su índice y sonríe.
–Relájate, tenemos toda la mañana.
En realidad tiene todo el tiempo del universo y nada mejor para disfrutarlo que el entusiasmo inocente de un adolescente.