(Sobre Las tortugas bastardas del ahora. Antología Poniista. Mantra Edixxxiones, Ciudad de México, 2017, 117 páginas).

¿Cómo pensaré mañana?

G. Grosz

Nueva entrega de la desenfrenada Mantra Edixxxiones con aditamento especial. Las tortugas bastardas del ahora reúne manifiestos y diversos materiales de un entramado al que sin miedo ni asco a meter una vez más la pata podríamos llamar la estética poniista. ¿Qué es eso? Hay tantas respuestas como poniistas posibles, pero digamos: un programa de 31 Minutos con Juanín (¿o Bodoque?, ¿o Guaripolo?) como amo y señor del set; la reunión de iggypopistas aparentemente melancólicos pero a los que si se les rasca un poquito se erizan al toque (“ABUSADOS: tenemos de artillería a la magia”); habitantes premodernos del tianguis ciberespacial de las vanidades o máquinas (aún) deseantes perdidas en el Estado fallido. La mejor respuesta, la más contundente declaración, sin embargo, se encuentra en el Penúltimo Manifiesto Pony adjudicado a un ideólogo sudaca (Liborio Tinajeros) mediante un despliegue versátil, muy ágil, muy presuntuoso, muy kitsch, del músculo pony. El manifiesto como poema en prosa política. La política como poema en prosa manifiesto. La ridiculez de lanzar ahora una arenga como notificación rencorosa hacia quienes no la oirán jamás: “CREEMOS EN EL SUICIDIO”.

Pero como escribir reseñas también es harto ridículo, se dirá, echándole ganas, que este libro marca algo así como un hito, dada su potencia irregular, dada su escéptica ingenuidad, dada su Dadá. Porque, como suele ocurrir —sobre todo con movimientos internacionalistas, y tal es el caso—, al parecer cada poniista tiene su versión del asunto, su estado de ánimo o de ánima, desde el pornofísico serrano —acosado por ONG’s— hasta aspirantes a ser o vislumbrar (la) nada, nacidos en ella, herraduras al cuello, bolígrafos en ristre, sopletes apuntando hacia la falla tectónica de la zona de alta tensión Tláhuac/Iztapalaba/Edomex. (Así ocurría un poco con el Almanaque Dadá editado por Huelsenbeck en 1922: susurrar, mediante la aglomeración y el vaciamiento de una palabra vacía, en plena guerra, que el movimiento en realidad no existe, que es más bien una pulsión, y que si se lo despierta, cuidado, porque: “su risa tiene futuro”). Aquí el poniismo exhibe, además de manifiestos, el candente grosor de su pelaje artístico en poetas como Cecilia Juárez, Manuel Illanes y Selene Chávez –Luna–; y la evanescencia animal de sus ojos anaranjados en la obra gráfica de dibujantes, bricoleurs, aplanacalles y joyeros, tanto en portada, contraportada, página rota y demás interiores —dándole a “interiores” la mayor acepción intestinal posible.

Libro perdido en un autobús pirata surcando algún punto entre Puebla y Oaxaca, Las tortugas bastardas del ahora lanza también una advertencia antipolítica (mas no apolítica) desde la generación multigeneracional fogueada en la desconfianza, la precariedad laboral, el mon-ice, el feminicidio y la desaparición forzada, aunque sin dejar de coquetear con la feria de explanada y cierto exhibicionismo redentor. No hay heroicidad marginal aquí, eso nunca, pero sí mucho aguante, sí mucha insistencia y riesgo si se repara en que esta bola de engendros… en que esta bola de gremlins está completamente puesta para no sabemos qué, pero (a)puesta al fin y al cabo, afirmando cosas contradictorias y afirmando la contradicción en el hipódromo de la locura. Y PARA SEGUIR HACIENDO EL RIDÍCULO, la esperanza: ojalá se arme un mínimo borlote a raíz de esta antología, cosa difícil, cosa casi imposible considerando este circuito tan hierático de no me jodas y no te jodo al que el poniismo ni su reseñista se sustraen, ambientillo cagón de viejas cascadas glorias veneradas y venéreas donde la puerca quesque revoltosa tuerce el rabo tiro por viaje. Pero quizá en otro año de infamia electoral, esta cabalgata pony pueda ser, al menos, la coartada perfecta para corromperse todavía un poco más.

Ilustración: Just Walking, de Evelin Suarez