Los tiranos en la Grecia antigua no tenían una carga negativa a sus espaldas. Clístenes y Pisístrato no solo fueron tiranos, sino que muy buenos gobernantes. El primero es considerado uno de los padres de la democracia y el segundo es considerado uno de los siete sabios de Grecia. Los tiranos “respondían a contextos sociales particulares y cada gobierno tiránico tenía su propia idiosincrasia” (Sierra, 2014:60-61). No cabe duda de que muchas tiranías ocuparon la violencia, pero otras más, obviaron la idea de un demos inmaduro y confiaron en los valores civiles que proyectaba la polis arcaica.
No digo que debamos seguir a los griegos como modelos o que seamos sus herederos o alguna barbaridad similar, pero sí quiero llamar la atención respecto a los términos que usamos hoy día –y a través de la Historia- y cómo éstos representan a nuestros líderes políticos.
En Chile hemos tenido varios gobiernos tiránicos y no han respondido precisamente a contextos sociales muy particulares, ni tampoco han perpetuado a líderes que hayan aportado glorias para la ciudadanía –ni menos sabiduría-. La mayoría de ellos ha utilizado una violencia desmedida en contra de su propio pueblo, la mayoría han sido militares que han abusado de su posición y la mayoría ha sido indolente en relación a los afectados por ese “contexto particular”.
El problema es, como dice Julio Pinto (2000) que en la experiencia de la modernidad –o postmodernidad- algunos disfrutan los beneficios y otros simplemente los sostienen. Y ahí está la gran diferencia del tirano antiguo con el tirano chileno: el abuso de poder sin control y la obsolescencia del sentido de comunidad. No hay polis porque el mercado la absorbió.
Lo anterior puede ser resultado de la perpetuación de la desigualdad –heredada desde la Colonia- y las diferencias socioeconómicas, pero también del protagonismo que históricamente han tenido las elites en este país. Ello provocó que el único gobierno socialista elegido democráticamente fuera derrocado por el espanto elitista de perder sus privilegios. El resultado de ello, fue la imposición de 4 pilares que hasta la actualidad sostienen el modelo neoliberal y con ello el rol del Estado:
– Reforma educacional (que pone fin a la gratuidad universitaria)
– Reforma previsional (que instala las AFP)
– Reforma de la administración de la salud (que instala las Isapres)
– Reforma laboral (que felxibiliza, terciariza y precariza el trabajo)
Este sistema perfeccionado y consolidado por los gobiernos posteriores perpetuó una estructura socioeconómica que estruja a la ciudadanía y disuelve a la comunidad, explota el bien común, se ampara en la desigualdad y se solventa en la inmadurez del demos. Duele más la pérdida de mercancía que una bala en la pierna o el ojo. La mercancía ahora es lo común.
Por eso no podemos seguir a los griegos como modelos, porque no tiene sentido sostener las premisas –impuestas- republicanas del siglo XIX, porque debemos descolonizar nuestros pensamientos y prácticas culturales y porque los anacronismos no pueden ser parte de la apreciación histórica. Ahora, no seguirlos como modelo, no implica no poder releerlos para sacar lecciones; en consecuencia, no olvidemos de que poco después que Clístenes liberara a los esclavos por deuda, se desató la stasis que enfrentó la concepción de igualdad del pueblo (isegoría), ante la concepción de igualdad aristocrática (isonomía) y tras ese conflicto se cristalizó la demokratia. No olvidemos entonces, que la base del sistema de gobierno más relevante del mundo es la lucha de dos concepciones diferentes de igualdad, es la lucha entre un pueblo consciente de su origen y una aristocracia indolente y cerrada; y en sus bases no solo se encuentra la idea de comunidad, de reciprocidad y de bien común, sino que de una polis como una entidad comunitaria situada por encima de sus miembros (Gallego, 2013).
Podemos recordar también que en la Grecia antigua existía la responsabilidad política, y cada gobernante no solo debía rendir cuentas ante el Senado y la Asamblea sino que debía ofrecer de sus arcas personales ofrendas para el bien de la comunidad –como financiar los festivales de teatro-. ¿Será que los gobiernos de hoy son más bien despóticos e inconscientes? ¿Será que la responsabilidad política se traspapeló en el presupuesto para comprar municiones?
En la Grecia antigua, los medios de expresión y comunicación social eran varios y no eran censurados –al menos no en democracia-. La gente mayor era quien cristalizaba la valentía y la sabiduría, la participación política era un requisito ciudadano –más allá de que cuestionemos quienes son considerados como tal- y el diálogo era esencial en la construcción política y social. En nuestra historia, nos han censurado, violado, matado, torturado, violentado sistemáticamente y todo ello dentro de un régimen democrático. En nuestra historia, los jóvenes son los que alzaron la voz por todes –sobre todo por la gente mayor que no puede luchar-, la participación ciudadana ha despertado y se está manifestando pública y masivamente y el diálogo ha sido inexistente. El gobierno y su sordera han negado el conflicto que ellos mismos provocaron, han mentido descaradamente, han manipulado los discursos y han abusado de su poder ¿podrá ser tiránico?
Ana Francisca Viveros
Doctora en Estudios Americanos con mención en Pensamiento y Cultura
Master en Cultura y Pensamiento europeo y su proyección.
Profesora de la Universidad de Santiago Usach.
Interesante comentario que expone el verdadero sentido del concepto de tirania acuñado por los griegos y que en nuestros tiempos dictadores manejados por la oligarquía de turno transformaron en un ejercicio de brutalidad.