Perfección del dolor

Qué reales somos con una piedra en la mano,

pareciera que espíritu y aire son tan perfectos

como esa rosa hastiada de contemplación.

 

Así sangran los ojos de la mujer que llama,

entre las olas, a su amigo desaparecido

y espera a que baje la marea

de ese océano fértil

que es la muerte.

 

La presa, aún viva, se relaja

en las fauces de su captor.

 

No es entonces el pequeño bote

destrozado por la grandeza del iceberg

o El espejo de agua que inunda

de náufragos la tormenta.

 

En una noche sin luna,

un anciano frota, en su piel, tus aceites,

y el mejor de tus hombres 

devuelve el rostro de los dioses 

a la arcilla.

 

Lo que tomas de la oscuridad

es la sombra inacabada de su belleza,

facultad humana de hacer de la desgracia

su perfecta composición.

Grados de oscuridad 

Especular sobre la luz.

Pintar en el lienzo una jaula

para que el canto de las aves,

allí cautivas, refresque tu corazón.

 

De esto se trata el oficio contra las sombras.

Sabes que el cuadro no tiene vida

y que en la fuente de tu pintura

no nadan peces.

 

El antiguo ejercicio de la restauración

no es más que el arte de maquillar cadáveres

o tocar las manos desaparecidas

desde una vieja porcelana.

Estatura de la sal

Antes del arpón o la ballesta,

de los pesados aparejos de la masculinidad,

hubo una mujer como el remanso de un río,

un árbol alto que dejó caer sus frutos

aún no madurados

para un estómago

pequeño.

 

A ella debemos la homilía de las manos,

la huella ciudadana que se abre paso

frente a un frágil cuadro marcial.

 

Las grandes losas públicas tiemblan como grietas

y una épica monstruosa, de lo mínimo por sobre lo perdurable,

lanza el cadáver del poema entre hombres ordinarios.

 

Es el héroe quien lleva a cuesta sus abismos,

el que pone su oído en la pared de la montaña,

para comprobar que, en su interior,

aún respira el barro del origen.

 

Un ser diminuto, como el que les habla,

apenas sabe de agujeros y escondrijos.

La soledad del héroe no cabe en este canto.

Su pisada tiene la estatura de la sal.

 

 

Las sagas

Ya no es tiempo de construir moradas,

sino ciudades,

   desdibujar los límites

de las naciones alrededor nuestro,

para incitar al toro a salir de su laberinto

y enfrentarnos con el pretexto

de la huida o de la hoguera.

 

Ya es tiempo de tomar otra vez las armas

y entrar como un rebelde en la filosofía del acero.

 

El gladiador traiciona al monarca derrotado.

Da el golpe de gracia con su tridente.

Se marcha sobre el carro que, junto al sol

o la tempestad, lo aleja

      de la arena de juegos

donde una vez creyó oír su nombre

entre las multitudes.

 

Son estas quienes le deben la educación de sus hijos,

que jugaban a imitar los destinos de la guerra.

 

Ya es tiempo de tomar otra vez las armas,

comprender que nuestro espíritu pesa más

que el rotundo acero.

 

Y entre los escombros de una ciudad

que no fue nuestra, derrocar al ídolo

refugiado en su espejismo.

La roca 

Frente a lo imposible de una barca hecha de piedras,

de un rostro recobrado en el espejo de las cosas,

la tierra ofrece:

no un país,

porque este fácilmente se destruye.

No una ciudad,

porque suele quedar en ruinas

 

Del pasado emergen las estatuas derrotadas

y ese frío vaivén de cunas que es la muerte,

hace temblar al fuego, a los árboles,

las plumas de los pájaros.

 

La eternidad quita entonces una clavija

al andamio de la roca que sostiene al mundo,

para que la meseta vuelva otra vez al búfalo

y un hombre desvalido nazca en su páramo.

 

Eso que fuiste, tentativa de polvo y tiempo,

de sombras que se besan o se matan

al son de la ceniza fría, yace

fecundada por sepulcros.

Ilustración: Over the fence, por Victoria Borges

César Cabello

César Cabello

César Cabello (Santiago de Chile, 1976). Ha publicado Las edades del laberinto (Santiago,
Piedra de Sol Ediciones, 2008), Industrias CHILE S.A. (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2011), El País Nocturno y Enemigo (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2013), Lumpen
(Santiago, Tacto Editorial, 2016), Nometulafken, al otro lado del mar (Santiago, Lom Ediciones, 2017). Ha sido incluido en las antologías La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea (Málaga, Cedma, 2008); Los cantos ocultos. Antología de la
poesía indígena latinoamericana (Santiago, Lom, 2009); Memoria poética. Reescrituras de La Araucana (Santiago, Cuarto Propio, 2010); Escribir en la muralla. Poesía política mapuche (Buenos Aires, DLG Ediciones, 2011). En 2006 obtuvo el Premio Eduardo Anguita
y en 2020 el Premio Nueva York Poetry Press.

En 2007, 2012, 2016 y 2019, recibió la Beca de Creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. En 2010 y 2012 se le concedió el Premio Mejores Obras Literarias de Autores Nacionales, por los libros Industrias CHILE S.A.
y El País Nocturno y Enemigo.