NADA COMO TOCAR I JUST CALLED TO SAY I LOVE YOU
en el supermercado un sábado en la mañana,
yo y mi teclado, Stevie Wonder fluyendo por los pasillos
relucientes y atestados de esas mujeres que sostienen el país.
Esas que son mi chica de rojo también, algunas noches,
mis mineras, mi veta maldita.
A VECES, CUANDO VOY A MISA, ME SIENTO UN PEQUEÑO JUDÍO
que de ser llamado a leer la Biblia
no dudaría en sacarse lentamente los anteojos,
probar con un pequeño golpecito el micrófono
y cantar The Future de Leonard Cohen.
HOY, MIENTRAS HACÍA LA COLA POR UN HELADO,
una pendeja con audífonos me pidió al llegar mi turno
que la dejara comprar primero.
Tenía la altivez de la niña que se sabe cerca de la adolescencia
y que pronto tendrá la capacidad de herir.
Sí, le dije, ningún problema, y me puse nervioso
cuando se quedó mirando la portada del libro que cargaba:
Picnic sobre el hielo, de Andrei Kurkov.
PÓNGANME LEJOS DE MUJERES QUE BAILAN ENTRE ELLAS,
que no conocieron el bar Honolulu,
que pagan calculadamente la mitad, que prefieren rosas
antes que calcetines blancos con corazones rojos,
Titanic antes que Bitter Moon
y no gritan a todo lo que da los fa de Psycho Killers.
Pónganme lejos de las que discuten Yendo De La Cama Al Living
o no te hacen un bailecito gratis
si suena de fondo Eye In The Sky.
SI MILES DAVIES HUBIESE DICHO AL PÚBLICO DE MONTREUX
que subiría al escenario a tocar Time After Time de Cindy Lauper,
con el mismo señorío con que tocaba So What,
muchos le habrían dicho: mal, horror, no.
Y SI ALGÚN ERROR COMETIMOS
fue enamorarnos de los días grises,
de perros abandonados
que no podíamos adoptar
y gatos que no sé si nos cuidan
o vigilan.
Por supuesto comernos toda la comida
aunque no tengamos hambre,
apartar las aceitunas
o quedarnos varios días en casa
sin extrañar a nadie en lo más mínimo.
Y creer toda una semana
que Hiding Tonight de Alex Turner
es la mejor canción del mundo.