Al escribir este libro no quería fijar una imagen y tomar partido dentro de ella, tampoco evitar decir mis preocupaciones y, en consecuencia, mis dificultades, cultivadas, autoinfringidas pacientemente. Yo quería que ese mundo se plegara y rompiera en la escritura, dejando pasar a través suyo una insospechada posibilidad de habitar y que eso fuera mi vida. Entonces, ese algo por venir comenzó a trazarse en acciones, tensiones sobre las que se montaba una leve pausa y se veían reflejadas en el cuerpo, sus forcejeos por entrar o salir de la ciudad, o contra ella, invadido.

Entre el deseo, voluntad o impulso arbitrario y un orden amenazante, exterior a él, se funda el límite determina el paisaje de Voca: el muro, la escarpa enorme, el cerro; al mismo tiempo que señala su esperanza: el desborde que lo borre, lo haga innecesario, como liberación de todo -de uno mismo inclusive o, en el fondo, solamente de uno. Por otra parte, la forma en que la vida resiste en este paisaje, digamos, a diferencia de las villas transformadas, ya hace un par de décadas, en función de grandes centros comerciales, verdaderos monumentos a la pujanza neoliberal de este país: el cerro no cambia, no se amolda, no transa, no calza los planos del progreso que va sembrando edificios y estaciones de metro por las comunas, bajo el aplauso histérico de los dueños del negocio.

Y en cuanto a lo que permanece, Voca es -desde su dedicatoria- un poema de amor.

Estalla en mi rostro su nombre, signo de la quebradura en las cosas, esta guerra que las va trastocando y se las apropia y las abandona y advierte su fin: el mar sobrepasando las contenciones: el alud, el vendaval, el torrente.

Entremedio estamos aún.

 

Seis poemas de Voca

***

LO QUE REPITE NO ES CRIMEN sino nacimiento, repite lo
que muere para decir real o religión; si lo que se mueve no es
palabra sino movimiento puro
la frente esta detenida y de pie rotando, busca raíces
ese movimiento está en el secreto y tantea
para estirarse sobre las piedras
con un pulso de arenas que se ahogan habrá de decir una
sustancia, pero será un color o un objeto áspero, cortante
y la lengua que se asoma es una esfera inyectada de veneno

Por mientras está todo lo demás existiendo
vacíamente, meditando un sonido común para vertirse
un neuma semejante al arrastre de la respiración
en la garganta
cada huella del cuerpo sobre sí mismo
pregunta a un mismo tiempo
y la palabra es un cilindro por donde sopla el neuma
envase de madera y hojas
algo que debe morir

***

HAY UN MOVIMIENTO que la invita a salir, otro la invade y
ella piensa fugarse llevándose todo encima, como si no entrara en
ella el caudal, si las aguas no la llevasen fuera nublando y cada
ensamble los nudos

y si la corriente entera se desata y si la costilla caudal del surco
llevara y hambre del trazo presto a desaparecer

las plantas su color
deshojado, nervadura la fuente sobre la piel cincela los surcos,
filamentos incisos de luz y raíces sueltas las lenguas

no las luces; la hoja está rota y un sexo carnívoro apagado gime no

un sexo en mitad del pecho, una sangre de raíz adherida más
lejana que y el trazo más callado

la tibia corre desasimiento

la dirección del callado al arrecife

larva pies de mañana

quién te marcó tan de lejos
pie de caverna la cama al arrecife

larva pies de mañana, qué hueso
qué piedra cabe el musgo y gasta más abundante la caída

la cavidad fija cuando se queda

resuelta a no ceder ni un respiro

sopla un canto mayor

como aves sostenidas de sus alas

pero insisten

***

VOZ CALLE FRANCISCO SILVA

Encima está brillando; la he visto levantarse / el declive.
La noche de escarpa un poco azul y grisáceo porque está lleno
de casas y algunas sueltan la hierba que las sostiene.
Hay un horizonte más atrás -remontando encima la tarde-, te vi
caminar de la mano de un hijo, cuando aún no abría las grietas
su pobreza:
esta ciudad va a desaparecer, esta voca desierta
su triángulo de mundo va a desparecer / el paladar de su rostro
más atrás la lengua el cerro

II

Encima está brillando; la he visto levantarse como una aguja
sacudir los autos / su espalda resbala agua y piedras que suenan
de noche -siempre nos preguntamos de dónde y para qué-
la unión de dos vértebras bajo la carcasa,
los hilos nervados suspenden la tarde al cinto, una mano cuelga
frente al rostro y sus dedos casi tocan el suelo

III

La niebla ha escondido las cosas más allá de la ventana y queda
el lugar tibio donde vendrá la luz a borronearlo todo; un trozo
de concreto bajo la niebla tendrá que levantar su columna si es
azul o volver a golpes

***

Agarrándonos a la tabla de salvación de la
poesía, que es una gran máquina negra, / somos
los santos carajos y desocupados de aquella
irreligiosidad horrenda que da vergüenza
porque desapareció cuando desapareció el
último “dios” de la tierra, / y la nacionalidad
de la personalidad ilustre, se pudre de eminente
y de formidable como divino oro judío
Pablo de Rokha

La voca será el hogar de los hombres santos, iguálalo en
tu color no en la tarima del mercado, no en la feria de
los preceptores para los notables de la hora. La voca será
quebrada pero será la reina de su terciopelo, de su arrastre
con la caballería de los garzones tomándole el pico, con sus
cabezas indiferentes amarillean el horizonte. No, yo estoy
tras la vida contra la ciudad del lago, tú sabes que vinieron
a fundar la ciudad y les di con la puerta porque hay un muro
y es mi horizonte cambiando de postura y pobreza. Tú sabes
cómo miente, ciudad, que será la única y una tregua larga de
abundancia. No a nacer sino en la calzada oscura de lo liviano
que hurta a la guerra un papel gastado con que cubrirse el
calor. La voca será el reino, la alabanza, la disolución de los
cuerpos pequeños fluidos materiales navegarán el mismo surco
en un mismo golpe largo, Ave ciudad

***

Que el temporal largue la lengua que tenía guardada, que
asome el fusil al costado del santo lo apoye en ristre; él estaba
esperando que de la cumbre se desate por cruzar los muros de
escarpa y quede bien roto antes de parir

***

Que tiene que cruzar mi rostro para ser imparable. Que mi
rostro entero astille su imagen profana, que de las zanjas suene
la voz de una imagen imposible