En el nombre de la duda, humano gesto de nobleza, honestidad, la senda o curso de aquel río, si pudiéramos llamarlo así, bosque o árido blanquecino, como un desierto yermo, páramos sin luces, sin señales que permitan direccionar el rumbo. Se deshace acá entre el grito silencioso, la noche… una cualquiera noche, que se esconde de sí misma, porque no se atreve, porque seguido el acto, pide nuevamente perdón. Un camino de contrariedad, de tensión extrema y, sin embargo, suave, amable en su expresión. Creemos a nuestro pesar. La pregunta es el límite. Un camino cuya berma es la pregunta. Más allá no existe nada; más allá existe nada. El recuerdo, la familia, la luz-oscuridad, la existencia, la divinidad, la duda y la pregunta, el pudor, el temor, la nostalgia, el perdón, el silencio… Para en el destino encontrar, nuevamente aquel incierto origen que motivó al periplo, al peregrino andante, al creyente indeciso, perplejo; al lenguaje como arma de defensa y ataque. Tanto caminar para llegar al principio, diría el vate calvo. Tanto caminar, con la duda a cuestas, con la pregunta, con la interpelación, con la no creencia… Tanto caminar para llegar, con idéntica fortaleza a plantear la misma duda, aunque ahora en precaria forma de certeza.
carlos almonte
Poemas
Quien no puede ser yo, del que no puedo hablar,
del que debo hablar.
Samuel Beckett
¿Hasta cuándo, YHWH, te obstinarás en olvidarme?
Están todas mis ansias a tu vista
y no se te esconden mis gemidos.
No sigas callado y sin moverte.
Soy el igual de un hombre que no oye,
que no tiene respuestas en la boca.
¿Por qué me escondes tu rostro?
Sobre ti fui arrojado al nacer,
desde el seno de mi madre eres mi Dios.
¿Hasta cuándo tendré yo cavilaciones?
I
Somos los que no creemos en ti,
los Gentiles,
los que nos tiramos a tus hijas
revolviéndonos sin brazos,
los que vivimos como no es posible,
y escondemos la cara entre las piernas
-la luz nos rompe los ojos-
los que alzamos tu cáliz
rezando tú no existes, tú no existes,
tú no puedes existir.
IV
De mi mente en sueños
un gesto exacto extraigo
que es mi abuelo, que murió, vivo.
La sensación precisa
que el despertar,
que el recordar
de su presencia borran.
Así contigo, raíz de las últimas raíces.
Con mi credo ut intelligam te borro,
y con mi cogito y mi ergo y mi sum.
XI
¿Cómo saltar fuera de mi sombra?
¿Cómo volar del lenguaje sin su jaula?
XV
¿Y qué, si cambiara yo mi vida
sin cambiar en nada lo que pienso?
¿No serían mis actos la lengua de tu Credo?
XVI
¿Cómo es que se doblan mis rodillas
ante un silencio oscuro sin ojivas?
XXV
Perdóname:
no sé lo que hago.
Perdóname de nuevo
por lo que acabo de decir.
XXXVII
Mi nostalgia de Dios es mi pecado,
mi esperanza, mi pecado;
la insistencia de mi Dios es su pecado,
lo humano suyo, lo divino;
y como el perdón, como la risa salvan.
XXXVIII
No creo en ti. Lo que pasa es que de vez en cuando me faltan las fuerzas, me debilito como ahora, empiezo a delirar. Y, lógico, nadie contesta. Hasta el viento, entonces, me crispa, cualquier cosa, el crujido de una tabla.
Cuando el silencio se espesa aprieto la cadena de huesecillos y escucho mis
tímpanos. Grito. Te quedas callado. Lógico. Porque no existes.
Entonces me fallan las fuerzas y sigo gritando, pidiéndote, no empieces tu chantaje, dame la fuerza para poder pasar toda otra noche sin creer en ti.
L
Al fin vendrá.
En el día del desconsuelo último vendrá.
Justo antes de que la última desesperanza venga, vendrá.
Aunque creemos hoy que no creemos.
Tu nombre en vano, Arturo Fontaine Talavera, Editorial Universitaria, 1995