Escogemos vivir
«Oigo pasos de cazadores que quizás han muerto.
De pronto no somos sino un puñado de sombras
que el viento intenta dispersar.»
«El abandono silba llamando a sus amigos», Jorge Teillier
La ciudad está tan vacía,
como si el invierno se estuviera llevando
a las gentes desde sus ventanas
como a las palomas
Han dejado las almohadas aún tibias
con respuestas entre las sábanas
son pétalos rojos sobre fondos blancos
el olor del cuerpo dormido
Parece que el rumor usa un nuevo idioma
una moneda nueva.
Y entonces sólo le hablo a las plantas
(Mi sombra no contesta hace tiempo)
y a las baratas que se pasean
en las veredas
los perros que mueven la cola
y caminan conmigo algunas cuadras
Por eso bajo al Mapocho
por sobre cualquier puente
para oír las voces que trae el agua
o camino al cerro para sentir los pasos
y los pasos antiguos que retumban
todavía
La ciudad está tan vacía pero
en la noche rugen los camiones de basura
tan vacíos y rugen
rompiendo algo que suena
como sueños rotos o planes de escape
Somos una estirpe
con la piel de terciopelo
¿qué hacemos inventando una nueva vida?
Reciclamos las letras de los diarios
y esas fotos de cuerpos perfectos
de bisturí
las usamos para hacer nuestras
mascotas
Nos armamos de valor
nos desarmamos los huesos
fundamos políticas nuevas
y escogemos vivir.
Unas cuantas moscas
«Así fue hace la infinidad de siete años
el resto de las imágenes son nubes de la memoria»
Enrique Lihn, Ahora sí que tú y yo estamos más lejos el uno del otro.
Imagino que en ese tiempo en el que nosotros éramos cómplices
tu dolor del momento y el mío se equiparaban para mantenernos detenidos
cuando esa sombra que te acosaba, ese diablo,
te hacia bailar en la angustia de saberse en la boca de un lobo
fantasma
En este momento de soles rojos y uvas, solo me queda cobrar la deuda
del silencio rabioso e injusto
Pero luego pienso que no nos debemos nada
solo una mosca sobre los papeles
unas lucas a los buitres negros
y la buena vida para los vivos.
Un tanto menos no famosa
Nunca seremos un tanto famosos
No nos pedirán que escribamos con las uñas en sus carnes desnudas
o que le demos un nombre a esa cosa que somos sin preguntarnos por qué.
La frontera que cruzamos entre la cama y la calle
es como la frontera entre la tele y la realidad
es un show continuo de luces de neón que se pierde cuando la tele
rebota nuestro reflejo un tanto aburrido.
No seremos un tanto famosos
pero podremos gritar en la carnicería el nombre del cerdo que es desmembrado
y el nombre de las entrañas vivas para el asado del domingo
La fama me grita desde la vereda del frente como el gato maullando
al dueño del negocio
la fama bebe en la esquina con sus amigos de bolsillos y halagos gordos
vestidos de papel caro y champán
Le tengo resentimiento, le muestro los colmillos,
le doy el gesto de mi dedo grosero
la mando a revolcarse con los compañeros de juerga
de días de pruebas o fiebre nacional, cuando todos dicen que son amigos
para arrancar de raíz los buzones medio llenos.
Nunca seremos un tanto famosos
porque olvidarme trato de estas historias de la niñez
dura y las caminatas por las veredas soleadas de dientes de león
para poder de una vez sacarme el traje
porque no era verdad que quisiera estar sola, solo quería estar separada
divorciada de una tonelada de cemento
y no puedo olvidarme
ni resetearme
ni perder la memoria
para dejar de ser un tanto menos no famosa.
Ilustración: Jeremy Geddes