Ir en un bus con la cabeza pegada al vidrio dota al paisaje del sentido sinuoso del movimiento. Aunque con un orden propio y consecuente, el encuadre de la ventanilla adopta la dinámica aleatoria de la sucesión. Quien observa no se intriga por la disposición de la naturaleza, sino por la imagen nueva y continua que resulta del desplazarse. Los relatos de Falco operan así: sus historias trazan una parábola vital cuyo sentido es el constante movimiento, de la velocidad de esa composición brota la provincia argentina y la tensión, más bien oscura, que rodea a sus protagonistas.
Los personajes son rutas de desplazamiento dentro de los cuentos. Se despliegan y entienden desde una pulsión migratoria. Es por eso que, en parte, estos relatos son relatos de búsqueda.Nacimiento, muerte y renacimiento no son solo los motivos que originan la migración, sino también el arco que trazan al migrar quienes habitan las páginas de Flores Nuevas. La vitalidad es entendida como un punto de fuga: trasladarse a Añatuya en búsqueda de los de Quimilí es un viaje iniciático, un adolescente abandona su pueblo y deja su primogénito tras él, un artista busca el lugar que anidará su creación perfecta.
Falco es ágil para derrumbar el frágil equilibrio de las cosas y agenciar sus conflictos desde ahí. No hay grandes efectos ni giros violentos. Sus cuentos fluyen de la mano de quien conoce bien su arte y no reposa en la exageración para conjurar su mundo. Si en algún momento estos relatos coquetean con el imaginario fantástico, el estilo llano de Falco, la certeza de su observación, se encarga de anclar las imágenes en un realismo sostenido en la precisión.
Desde esa mirada (la vista tras la ventanilla del bus, digamos) surge la oscuridad de estos textos. Existe una frialdad en los recovecos sombríos que aguardan en los cuentos de Falco. En una casita de provincia se refugian las llagas de un lisiado. Su hijo las calma apenas, y luego despelleja un cerdo. Atrás ladran los hocicos que se pelearán las entrañas. En otro tiempo, una niña embarazada se suicida lanzándose a las líneas del tren, y los personajes elucubran: es imposible que la hayan recogido completa. La locomotora ha esparcido el cuerpo entre las piedras. Luego vendrán los perros a lamer.
Cómodo en el género, Falco logra trascender la misma provincia en el que transcurren sus historias.En tanto el mecanismo que da cuerda a sus relatos se rige bajo las leyes, en apariencia ilógicas, de eso vagamente entendido como vivir, sus historias resultan familiares. La acertada inclinación al cuento largo resulta parte primordial de esta propuesta. El paisaje y el movimiento, la naturalidad de los hechos y la vitalidad migratoria de los personajes hacen funcionar y brillan gracias a un relato de largo aliento. Si para Cortázar los cuentos ganan por knockout, para Falco lo hacen por un mecanismo más lento y también despiadado: un licor lento, destilado de la vida y sus escollos.
Ilustración: Train, por Rebeca Mox