SENTADOS FRENTE AL JUEGO
Sentados frente al juego que envejece
miro el partido sin decir palabra.
Miro la botella donde aún queda vino,
miro nuestras sombras en el cristal de la pantalla.
Esta es la misma pasión que descubrimos juntos,
aunque nuestro equipo ya no juega a nada,
y de nuestras sombras quietas sobre la pantalla.
Quizás si yo pudiera encontrar una palabra.
Esta es la misma pasión que descubrimos juntos:
aún quedan los descuentos, brilla la pelota por la lluvia.
Pero nuestras sombras sobre el cristal de la pantalla
viven más que nosotros.
Sí, esta es la pasión que descubrimos juntos
– Yo llenaba sus manos de maní y almendras, esas
manos suyas me alcanzaban la caja-.
Ella mira el juego que envejece.
FÚTBOL
I
En su grave rincón, los Profesores
rigen sus once piezas. El árbitro
los demora noventa más descuentos
el tiempo en que se odian dos colores.
Adentro forman tácticos rigores
los puestos: una pailón de nueve, ligero
punta, recio contención, loco arquero,
oblicuo diez y centrales agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Norte se encendió esta guerra,
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Saque de meta, centro llovido, encarnizada
marca en zona, quite y contragolpe ladino.
Sobre el verde rectángulo sin caminos,
buscan y libran su batalla armada.
Todos saben que la idea señalada
por el Profesor gobierna su destino,
saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jugada.
Pero el Profesor también es prisionero
(la sentencia es de Sampaoli) de otro tablero,
de azules banderas y albas graderías.
Dios mueve al Profesor, y éste, a su pieza
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
esa de goles que caen del juego en la agonía?
GENIO Y FIGURA
Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh,
Argentina!
El mano a mano frente al mismo Capitán
dialoga con la ciencia tremenda de los números muertos
Y mi dolor chorrea de sangre
porque ya está,
lo intenté muchas veces y no se me da.
Mis días son restos de triunfos azulgrana,
anoche «El 10» lloraba entre copas que se van,
así, mi Argentina, solos, y tú dices «no te vayas, Lío»,
cuando hablas con «tu» Diego, sin oírme jamás.
Lionel y la albiceleste tienen olor a falsa renuncia
su cuerpo cae sobre la cancha bruta
arrojado por la barrida de una camiseta roja feliz.
Enemigo total, aúllo por Rosario,
un espanto más chileno, más chileno, más chileno
que dos finales seguidas condenado a sufrir.
PORQUE CORRÍ
Ahora que quizás, en un año de calma,
piense: la pelota me sirvió para esto:
no pude ser feliz, ello me fue negado,
pero corrí.
Corrí: fui la víctima
de la mendicidad y el orgullo mezclados
y ajusticié también a unos pocos rivales;
le di pases a güeones que nunca, nunca devolvieron la pared;
una pelota cayó, en otro mundo, a mis pies.
Pero corrí: tuve esta rara certeza,
la ilusión de tener la copa del mundo entre las manos
-¡qué ilusión más perfecta! un octavos de final, pelota en el travesaño
con toda su crueldad innecesaria-
Corrí, mi carrera fue como el cardo
de flores rojas pero flores en fin,
el pan de cada domingo de las canchas sintéticas:
una caparazón de canilleras y vendas.
Del juego tomé todas estas palabras
como un niño oropel, guijarros junto al río Forrahue:
las cosas de una magia, perfectamente inútiles
pero que siempre vuelven a renovar su encanto.
La especie de locura con que corre un niño
detrás de una pelota, imitando a su ídolo
me fue dada en lugar de servir para algo.
Me condené corriendo aunque todos dudarán
de mi capacidad real,
(días de mi correr, solar del extranjero).
Todos los que sirvieron y los que fueron servidos
digo que pasarán porque corrí
y hacerlo significa trabajar con la suerte
codo a codo, robarle unos cuantos secretos.
En su origen el suelo es una brizna de pasto
-allí, por un momento, siquiera, en esa altura-
luego, al final, un cancha que nadie ve
de los que están jugándose la vida.
Porque corrí fui un odio vergonzante,
pero la cancha forma parte de mi correr mismo:
línea de fondo en que un pase se esfuma
yo puedo reiterar la jugada.
Estuve lesionado, sin lugar a dudas
y no sólo de rodilla,
también de ideas tácticas fijas que me hicieron recurrir
con obscena atención a unos cuantas botellas,
pero corrí y el crimen fue menor,
lo pagué tranco a tranco hasta terminar el partido,
porque de la pelota que se ajusta al zapato
surge un poco de oscura inteligencia
y a esa luz muchos monstruos no son ajusticiados.
Porque corrí no jugué en liga de barrio alto,
ni me dejé llevar por el amor a un trofeo,
ni acepté que los comentaristas fueran dioses,
ni me hice desear como dirigente,
ni un autogol me pareció atroz,
ni un cero a cero una cosa deleznable,
ni tomé guaraná para correr un poco más,
ni tuve como amigo a un árbitro,
ni a pesar de la cólera
quise fracturar a mi rival.
Pero corrí y me muero por mi cuenta,
porque corrí porque corrí detrás de una pelota es que estoy vivo.
Bonus track: Destrucción
Metió aquella vez como si fuese último
Se puso a correr como si fuese último
Luchó cada pelota suya cual si fuese única
E iluminó la cancha con su juego bárbaro
Jugó con precisión como si fuese máquina
Salió de atrás jugando con paredes sólidas
Con toques de primera en un diseño mágico
Sus ojos embotados de lamento y lágrimas
Su corazón a reventar de tantos diástoles
No pudo emparejar el ritmo de sus sístoles
Y se sintió mareado cual si fuese náufrago
Se arrodilló y sintió como si oyese música
Y tropezó en el pasto con pasos agónicos
Y floto por el aire cual si fuese un pájaro
Y terminó en el suelo como un bulto fláccido
Ante los ojos de los hinchas y de todo el público
Murió de contragolpe interrumpiendo el clásico.