Tres poemas de noche, por Alejandra Estrada Velazquez

Tres poemas de noche, por Alejandra Estrada Velazquez

GEOMETRÍA DEL DESVELO Me desdoblas. Paralelo a mi vientre me trazas impasible hipérbole delineas mi contorno. Obtusa y opuesta mi pelvis te circunda prolongo la recta del silencio para luego habitar el momento más curvo de tu cuerpo. BITÁCORA I En sábanas de horas...

Poemas de Luigi D´Elia Galeno

Poemas de Luigi D´Elia Galeno

Oda a Caracas Caracas, ciudad de locos insomnes, eres tú nuestro albergue en este mundo, eres nuestro cielo y nuestro infierno, eres la cuna de las mentes más fritas y mediocres de Latinoamérica… eres una nación de luces en la madrugada, a toda velocidad, viendo el...

Entrevista a Franco Ibañez Zumel

Entrevista a Franco Ibañez Zumel

Muchos de ellos militaban desde el centro a la extrema izquierda, eran transgresores per se, la clandestinidad, el anonimato y el silencio fueron su forma de vida durante casi veinte años, las intervenciones literarias eran peligrosas, ya que en los 80 habiendo más de cinco personas reunidas en un sitio cerrado en segundos adquiría caracteres de protesta social; de allí que el mote NN se ajustó como un guante, los sin nombre, los clandestinos, los anónimos…los no nacidos, para Jorge Ojeda y yo existe el patio 29 de los autores de los 80 y lo único relevante en esto es que no se conocen todos los cadáveres aun.

El Arte como ansia de lo ideal, por Andrei Tarkovsky

El Arte como ansia de lo ideal, por Andrei Tarkovsky

Antes de entrar en problemas específicos del cine me parece importante exponer mis ideas sobre el arte. ¿Para qué existe el arte? ¿A quién le hace falta? ¿Hay alguien a quien le haga falta? Cuestiones que se plantea no sólo el artista, sino también cualquier persona...

Bobby Jean, por Alfonso Vila Francés

Bobby Jean, por Alfonso Vila Francés

Tú puedes huir de tu casa, renegar de los amigos, esconderte en un monte intrincado y lejano, lo más intrincado y lejano que encuentres, pero al final no puedes escapar del dolor. Ella sentía que estaba dejando cabos sueltos, cosas sin hacer, y tenía una urgencia aparentemente incomprensible, una urgencia por vivirlo todo, por no dejar de recorrer ningún camino, por no dejar nada esbozado, por llegar hasta el final, el final del placer, el final del dolor, el final de lo que fuera…

Extracto de Al caer el atardecer, de Erika Volkova

Extracto de Al caer el atardecer, de Erika Volkova

...No puedo ser partícipe de la complicidad; vuestro Dios muy distinto al mío no lo es, mas nombres y principios difieren. Nuestras leyes divinas se entrelazan y distan también, dicótomas, al igual que vos y yo. Me niego a creer que la divinidad omnipresente se...

El mesmerismo sin Mesmer, por Stefan Sweig

El mesmerismo sin Mesmer, por Stefan Sweig

La vida resulta siempre más imaginativa que cualquier novela. Ningún artista hubiera sido capaz de inventar, para el trágico infortunio que persiguió implacablemente a Mesmer durante toda su vida y más allá de la muerte, un símbolo más irónico que el hecho de que este...

Apocalipsis de la bella y la bestia, por  Joaquín Trujillo Silva

Apocalipsis de la bella y la bestia, por Joaquín Trujillo Silva

Una bestia la rondaba siempre, yendo y viniendo como un astro de órbita deforme. Era esa bestia como león al que se le han multiplicado cabezas entre sí enemigas. Ella la acariciaba como a un gato tibio hasta transformar a la bestia en un gatito de porcelana. Solía reaccionar la bestia muy a tiempo, antes de ser anulada, por las caricias, en lq forma de un lunar cosmético que, en el rostro de la bella, las cremas de la noche arrancan. Entonces la bestia la rasguñaba como un gato, la mordía como si fuera un perro, la topeaba cual un toro, mientras iba regresando a su aspecto original, la bestia de siete cabezas, e iba adquiriendo el pelaje de cada uno de sus daños.

El viento y el mar, por Osvaldo Diez Lagos

El viento y el mar, por Osvaldo Diez Lagos

Cuando sus pies se despegaron al fin del piso del avión, el dolor primero, la velocidad y el vértigo luego, lo confundieron. La gravedad, sin embargo, ayudó a estabilizarlo, y muy pronto pudo ver la concatenación de montañas recortadas contra el sol de un amanecer...

Ante el dolor de los demás, por Susan Sontag

Ante el dolor de los demás, por Susan Sontag

En junio de 1938 Virginia Woolf publicó Tres guineas, sus reflexiones valientes e importunas sobre las raíces de la guerra. Escrito durante los dos años precedentes, cuando ella y casi todos sus amigos íntimos y colegas estaban absortos en el avance de la insurrección...

La interrelación entre el espacio interior y exterior, por Albert Hofmann

La interrelación entre el espacio interior y exterior, por Albert Hofmann

Era una mañana de mayo. Ya no recuerdo el año, pero puedo señalar con toda precisión el sitio del sendero forestal del Martinsberg, al norte de Baden (Suiza), en el que ocurrió. Repentinamente, mientras vagaba por el bosque recién reverdecido, al que atravesaban los rayos matinales del sol y henchía el canto de los pájaros, todo apareció bajo una luz desacostumbradamente clara. ¿No había mirado nunca correctamente hasta entonces y veía ahora, de pronto, el bosque primaveral tal como realmente era?

Bárbaro y mortal, por Guillermo Aguirre Martínez

Bárbaro y mortal, por Guillermo Aguirre Martínez

  Ceñudo, cogió el vaso y lo remató. No había tiempo para demorarse en naderías, para deslizar la mirada a través del ventanal y pasear en la distancia junto a las muchachas que asomaban a la caída de la noche; tampoco para tomar un periódico cualquiera y permitirse...

Tres microcuentos, por Ángel Gómez Espada

Tres microcuentos, por Ángel Gómez Espada

Cuentan los lugareños que sus antepasados vieron muchas veces a la del Toboso subir los caminos hasta donde estaban los molinos para escucharles hablar con el suave mecer del viento vespertino y manchego. Que iba hasta allá ensimismada, zigzagueando por las esquinas de sus elucubraciones. Imaginaba cómo habría sido esa otra realidad que muchos años después alguien le leyera, esa otra vida que una vez le había sido ofertada

Poemas de Elizabeth Cárdenas

Poemas de Elizabeth Cárdenas

Imagino que en ese tiempo en el que nosotros éramos cómplices
tu dolor del momento y el mío se equiparaban para mantenernos detenidos
cuando esa sombra que te acosaba, ese diablo,
te hacia bailar en la angustia de saberse en la boca de un lobo
fantasma